Artículos sobre ciencia y tecnología de Mauricio-José Schwarz publicados originalmente en El Correo y otros diarios del Grupo Vocento

Cuando Hollywood se equivoca

El cine suele hacer corto circuito con los conceptos de la ciencia cuando intenta abordarla en sus producciones, causando a veces risa y, a veces, incluso indignación.

Los héroes del futuro lejano disparan un rayo de la muerte que alcanza a una nave espacial enemiga de diseño atemorizante. En una larga secuencia, la nave enemiga estalla con un estruendo ferocísimo que impresiona al espectador en sonido Dolby THX digital... y muy pocos espectadores reparan en que el sonido no se transmite en el vacío del espacio, y que por tanto una explosión como ésa, o incluso la mayor explosión del universo, la de una estrella supernova, transcurren en un silencio absoluto y el sonido que los expertos en efectos se han esmerado por producir rompe la ilusión que crea el cine. Otro caso famoso es el del final de la película pro-guerra de Vietnam Green berets de John Wayne, que camina con un niño mientras el sol se pone en el océano. Como la bahía de Camranh donde ocurre la escena está en la costa oriental de Vietnam ante el Pacífico, allí no se ha puesto el sol ni esa vez ni nunca, pues por allí sale todas las mañanas. Las puestas de sol sobre el mar sólo ocurren en playas que miran en términos generales hacia el poniente, precisamente.

Todos sabemos que el rigor histórico, el respeto a la novela original y la representación de las costumbres de otros países no son el fuerte de la “Meca del Cine”, sino que, por el contrario, aunque se esfuercen en respetar el vestido y la arquitectura de una producción de época, todo se va al garete cuando se trata de cuestiones de guión y muere con los tópicos y el desprecio a los hechos si interfieren con la emoción del espectador. Los productores desean impresionar, estremecer y lograr que más personas paguen una entrada, y pocas veces pretenden difundir o educar. Sin embargo, precisamente su éxito comercial provoca que tenga una enorme credibilidad en todos los temas, incluidos los referentes a la ciencia. Y esto se traduce en propuestas que se convierten en desinformación científica, y sin mala fe.

El terreno de la ciencia ficción, y en particular de los viajes y batallas espaciales ha sido, por supuesto, donde más resbalones ha sufrido el cine, con muy pocas excepciones. 2001: una odisea del espacio es singular no sólo por las imponentes escenas del espacio, donde el silencio es absoluto y sobrecogedor,sino porque a lo largo de toda la película se mantiene la premisa de que no hay atracción gravitacional visible en el espacio, de modo que los personajes flotan o usan métodos como el giro de la estación espacial para simularla. Pero no es necesario que el cine respete escrupulosamente todo el conocimiento real, a veces basta una coartada fantástica para evadirlo. Así, en todas las novelas, películas y series de televisión donde es imposible o poco útil la falta de atracción gravitatoria visible, se inventa un “campo de gravedad” o “simulador de gravedad” de una tecnología futura avanzadísima que replicaría los efectos de nuestro planeta. Igualmente, si bien hasta donde sabemos los viajes intergalácticos son materialmente imposibles debido a que es imposible superar la velocidad de la luz, la ciencia ficción ha echado mano de “impulsores translumínicos”, “viajes por el hiperespacio” y otras posibles explicaciones o pretextos para permitir que la fantasía nos ofrezca viajes a puntos lejanísimos de nuestro universo. Pero, como los saltos y giros de los expertos en artes marciales, la flexibilidad tiene un límite, y cuando se supera el espectador puede sentirse engañado o, simplemente, que el exceso de drama le provoque un ataque de hilaridad.

La saga de Star Wars, como lo sabe todo fan de la serie, está plagada de patadas científicas, y la más espectacular son los giros que las naves de combate hacen, inclinándose para imitar la posición de los aviones caza cuando realizan giros similares. Sin embargo, los aviones caza se apoyan precisamente en el aire para hacer tales giros, del mismo modo en que se inclinan para girar un surfero cabalgando una ola o un patinador sobre el asfalto. Tienen un material de sustentación del que carecen por completo las naves en “ala X” imaginadas por George Lucas. Atenidos a lo que sabe la física, girar en redondo en el espacio es complicado y bastante menos espectacular, pues implica detener la nave frenándola, después hacerla girar y reemprender el camino volviendo a acelerar, sin poder aprovechar la inercia con la que juegan los aviones caza y los expertos en esquí para sus evoluciones.

Ya en tierra, tenemos El día de mañana, película en la que el calentamiento global provoca una era glacial en pocas semanas, algo totalmente imposible, en especial cuando se congela en instantes el agua sobre Nueva York. Por su parte, Volcano parte de la premisa de que el movimiento de la falla de San Andrés en California puede provocar la aparición súbita de un volcán, algo igualmente imposible, pues aunque la falla es origen de terremotos y frecuentemente aparece como amenazante causa de desastres en el cine, su ubicación geográfica hace imposible que provoque la aparición de un volcán. Por su parte, un desbarre voluntario distingue a Parque Jurásico, que contó con algunos de los mejores asesores de la paleontología como el Dr. Jack Horner, pues Steven Spielberg quedó enamorado de las descripciones de velocidad y ferocidad que los expertos le atribuyen al velociraptor e imaginó al depredador que vemos en la película. El asesor le explicó al director que el problema era que el velociraptor sólo levantaba unos 50 cm del suelo, más o menos como un pavo, pero esto lo convertía en un ser muy poco impresionante en pantalla, de modo que se optó por conservar los enormes velociraptors que, en pandilla, aterrorizan a los protagonistas de la exitosa película.

Por supuesto, las patadas a la ciencia que el cine da, por ignorancia, por motivos dramáticos o por exigencias del guión que no saben resolver de otro modo, podrían ser una oportunidad excelente para que los científicos explicaran los hechos reales respecto de películas de gran audiencia, si hubiera interés de universidades y centros de cultura.

El entretenimiento como pretexto

No todas las incursiones de la industria del entretenimiento en la ciencia son negativas. Las series de CSI, pese a sus muchas patadas científicas, han despertado en todo el mundo el interés por la criminología. Según Jim Hurley, de la Academia Estadounidense de las Ciencias Forenses, más de una docena de universidades abrieron carreras forenses a sus planes de estudios a raíz de la serie. Quizá se deba, también, a que allí el científico aparece como un héroe, y no como un demente con bata blanca empeñado en conquistar el mundo, que es una patada recurrente de Hollywood.