Estatua conmemorativa de la campaña mundial de vacunación contra la viruela que erradicó esta enfermedad en 1980. (Foto CC de Thorkild Tylleskar, vía Wikimedia Commons) |
Enfermedades que eran comunes e inevitables se han vuelto prevenibles, una de las enfermedades que más vidas humanas se cobraba año tras año, la viruela, fue totalmente erradicada en 1980. Y se investiga para prevenir y curar con vacunas enfermedades como la malaria o el VIH/SIDA.
Sin embargo, desde que Edward Jenner introdujo las vacunas en el siglo XVIII, ha habido oposición a ellas por diversos motivos, desde los religiosos hasta la ignorancia y la desinformación maliciosa.
Resulta asombroso que, pese a los beneficios probados y comprobados de las vacunas, y a la seguridad una y otra vez confirmada de su aplicación, en el siglo XXI sigue habiendo una propaganda antivacunas que está provocando el resurgimiento de algunas enfermedades.
Quienes nunca sufrieron esas enfermedades, protegidos por las vacunas, las consideran “leves” o “tolerables”, como el sarampión o la tos ferina, aunque no sólo hacen sufrir a quienes las padecen, principalmente niños, sino que tienen el potencial de causar la muerte y daños de por vida en algunos casos. Sólo en 2013, el sarampión mató todav´ía a más de 158.000 niños en el mundo, una cifra escalofriante.
El moderno movimiento antivacunas empezó en 1998, cuando el médico británico Andrew Wakefield publicó un estudio que relacionaba la vacuna triple vírica (sarampión, rubéola y paperas) con el autismo.
El riesgo que denunciaba era grave, y otros investigadores de inmediato intentaron confirmar los resultados. Sin embargo, nadie lo consiguió. Empezaron a sumarse decenas de estudios que no hallaban la correlación y sugerían que Wakefield había cometido un simple error. Pero, en 2004, ante la creciente evidencia de prácticas inadecuadas, diez de los investigadores que habían firmado el estudio se retractaron de él, y una investigación periodística descubrió que Wakefield no sólo había recibido dinero de abogados de familias que estaban demandando a empresas productoras de vacunas, sino que él mismo había solicitado una patente para un supuesto sustituto de la vacuna.
Wakefield no había cometido un error. Se comprobó que había falsificado los datos del estudio. En 2007, el Consejo Médico General del Reino Unido le retiró la licencia para practicar la medicina y, en 2010, la revista médica “The Lancet”, que había publicado el estudio original, decidió retractarlo.
Sin embargo, en la percepción popular, animada por la militancia de personas que a su sinceridad sumaban una enorme ignorancia sobre las vacunas y los estudios que sustentan su valor para salvar vidas.
Y el resultado ha sido que en muchos países están resurgiendo enfermedades prevenibles, con el sufrimiento que implican y con números crecientes de víctimas mortales o que sufren secuelas de por vida, como los daños cerebrales permanentes que puede ocasionar el sarampión.
Incluso políticos y personajes que deberían preocuparse por expresar opiniones bien informadas y basadas en estudios científicos sólidos han contribuido al miedo contra distintas vacunas, poniendo en riesgo a quienes podrían beneficiarse de ellas pese a que no hay estudios que indiquen que representan ningún riesgo especial o preocupante.
Los movimientos antivacunas ponen en riesgo avances innegables como la muy reciente declaración de erradicación de la poliomielitis de la India, donde había sido tradicionalmente endémica.
El resultado: cada vez más brotes de sarampión, tosferina o paperas en los últimos años, con la constante de que algunos afectados no habían sido vacunados por la mal aconsejada decisión de sus padres. En España en 2013 los casos de paperas fueron más del doble de 2012, en 2011 se denunció un repunte en los casos de tos ferina y a fines de 2013 se supo de brotes de varicela, principalmente en Madrid. La situación es más grave en países como Gran Bretaña y Estados Unidos.
La inmunidad de grupo
En la década de 1970, cuando se empezó a vacunar a niños contra las bacterias causantes de la neumonía y de meningitis (pneumococos y Haemophillus), se hicieron estudios con grandes cantidades de personas para determinar los efectos de las campañas. Y se descubrió que, conforme más niños eran vacunados, iban disminuyendo también las infecciones en adultos a los que ya no se podía vacunar con eficacia y en otras personas susceptibles a estas afecciones.
¿Qué ocurría? Que las personas no inmunizadas tenían menos probabilidades de encontrarse con una persona infectada que le pudiera contagiar la enfermedad, de modo que quedaban protegidos indirectamente por las campañas de vacunación.
A esto se le llama “inmunidad de grupo”.
La vacunación no es, pese a todo, una Hay niños que tienen deficiencias en el sistema inmune y no pueden ser vacunados. Lo mismo pasa con una pequeña cantidad de niños que son alérgicos a alguno de los componentes de las vacunas. Y además las vacunas sólo son eficaces en un 80-90% de los casos. Es decir, entre uno y dos de cada 10 niños vacunados no quedarán inmunizados ante la enfermedad y, si se les expone a cualquier persona en etapa contagiosa, enfermarán.
Pero si la mayoría de la gente a su alrededor está vacunada, es muy poco probable que se contagien. La gente inmunizada a su alrededor sirve como escudo que lo protege de los agentes infecciosos.
La inmunidad de grupo, además, se hace más relevante hoy en día, cuando la gente tiene una movilidad mayor que nunca en la historia, de país en país, de continente en continente. No es difícil que alguien infectado con sarampión o, mucho más grave, poliomielitis, viaje de países donde aún es común la enfermedad a países donde ya se considera erradicada. Por ejemplo, en España no ha habido casos de polio desde 1989. Pero tampoco los había habido en Siria desde 1999, y a fines de 2013 se habían confirmado diez casos de polio en el país, sumido en una terrible guerra donde es posible que algunos combatientes extranjeros trajeran la polio desde países como Afganistán o Pakistán, donde sigue siendo un problema. No es impensable que se trajera la enfermedad desde Siria, y entonces sólo la inmunidad de grupo impediría que se extendiera entre quienes no están inmunizados.
Por eso se dice que vacunar a un niño es también vacunar a los demás.
En la mira: la malaria y otros malesEstudios publicados en 2103 indican que una vacuna contra la malaria, un antiguo sueño de los inmunólogos, consiguió reducir a la mitad los casos en niños en Sudáfrica. De confirmarse los resultados, la esperada vacuna contra el mayor asesino de niños del mundo podría llegar a las farmacias en 2015. |