Artículos sobre ciencia y tecnología de Mauricio-José Schwarz publicados originalmente en El Correo y otros diarios del Grupo Vocento

¿Cuántas vidas puedes salvar?

La donación de órganos y tejidos después de la muerte es la única esperanza de millones de personas que sufren las más diversas afecciones.

Injerto de vena safena en el corazón
(Wikimedia Commons)
El primer trasplante exitoso de un tejido de una persona a otra ocurrió en lo que hoy es Chequia en diciembre de 1905, cuando el médico austríaco Eduard Konrad Zirm trasplantó las córneas de un niño a un trabajador, devolviéndole la vista. Pero no fue sino hasta que Christiaan Barnard realizó en Sudáfrica el primer trasplante de corazón en 1968 que la donación de nuestros restos mortales se convirtió en un aspecto importante de las decisiones que tomamos para después de nuestra muerte.

Antes de esa época, la única opción (que sigue vigente) era legar el cuerpo para ser utilizado en investigación o en la enseñanza de anatomía y técnicas quirúrgicas en la carrera de medicina. Pero en el camino que ha llevado hasta 2011, cuando el médico español Pedro Cavadas realizó el primer trasplante doble de piernas, lo más común en la visión popular es la donación de órganos (hígado, pulmones, corazón, riñones, etc.) y, más recientemente, miembros.

Pero los órganos y miembros completos son una mínima parte de todo lo que se puede reutilizar de nuestro cuerpo.

Las otras donaciones

Podemos donar nuestro cuerpo completo o sólo algunos tejidos u órganos. Todos pueden usarse para el tratamiento de diversas dolencias, afecciones o problemas de salud. Cada uno de nosotros es, por así decirlo, un almacén ambulante de piezas de recambio con las que, después de que termine nuestra vida, podemos salvar a casi una decena de personas, devolverle la vista a dos más y mejorar la calidad de vida de muchas más.

Por ejemplo, el hueso se utiliza en la reparación o estabilización de la columna vertebral y de otros huesos dañados por traumatismos, cáncer, degeneración o defectos congénitos. Igualmente se emplea en cirugía oral para reparar hueso perdido alrededor de los dientes. El hueso donado también puede someterse a un proceso de desmineralización para extraer algunas proteínas que estimulan la formación de hueso. Estas proteínas se utilizan conjuntamente con hueso del propio paciente para estimular el crecimiento de hueso nuevo. Entre los huesos que podemos donar están los arcos vertebrales, las cabezas de los fémures, las rótulas, los platillos de las tibias y la bóveda craneal.

Los músculos de nuestro cuerpo están recubiertos de un tejido conjuntivo fibroso que se conoce médicamente como fascia y que los protege y une. La fascia se utiliza en cirugía para reparar tendones, músculos, ligamentos y deformidades diversas.

Otro tipo de tejido conjuntivo son los tendones, tejidos fibrosos que conectan a los músculos con los huesos para permitir el movimiento. En cirugía, los tendones se utilizan para la reconstrucción de lesiones como la rotura del ligamento anterior cruzado y en otras reconstrucciones de las articulaciones.

También se puede donar la membrana amniótica dentro de la cual se desarrolla el feto, aunque sólo en casos de nacimiento por cesárea, ya que el paso por el canal del parto contamina estos tejidos. La membrana amniótica puede dar más vida de la que ha albergado al utilizarse para el tratamiento de quemaduras, ya que permite reducir el dolor, disminuir el peligro de infecciones y promover el desarrollo de piel nueva. Se emplea también en la reconstrucción de tímpanos y de las meninges (los tejidos que rodean y protegen al cerebro) y para reparar cierto tipo de úlceras. Finalmente, se utilza también en cirugía oftalmológica para la reconstrucción de distintas partes del ojo.

El resto de la placenta puede donarse para procedimientos de cirugía en los que se utiliza para disminuir la inflamación, las cicatrices y el dolor. Además, la sangre de la placenta y la que queda en el cordón umbilical cuando se corta son fuentes abundantes de células madre adultas que se utilizan tanto en transplantes como en investigaciones médicas y que no están sujetas a las cuestiones éticas de las células madre provenientes de fetos abortados.

Las paratiroides son glándulas que están detrás de la tiroides, alrededor de la tráquea y que producen una hormona (PTH), encargada de controlar los niveles de calcio, fósforo y vitamina D dentro de la sangre y el hueso. La escasez de esta hormona se corrige con el trasplante de glándulas paratiroides donadas.

No sólo se puede hacer un trasplante de corazón completo, sino que también se pueden trasplantar válvulas cardiacas a pacientes que tienen defectos en las propias. Igualmente, las grandes arterias, como la aorta, y venas, como la femoral o la safena, se utilizan continuamente para sustituir segmentos de vasos sanguíneos en pacientes que han sufrido traumatismos u otro tipo de lesiones, por ejemplo, en la cirugía de arterias coronarias del corazón y para bypass femoral como solución a algunos problemas de circulación de las piernas.

Uno de los tratamientos más prometedores para la diabetes es el transplante de las células del páncreas responsables de la producción de insulina, la sustancia que nos permite metabolizar el azúcar. En lugar de hacer un transplante de páncreas completo, que es un procedimiento quirúrgico en extremo complejo, se transplantan solamente estas células, llamadas islotes de Langerhans mejorando la calidad y la duración de vida de los diabéticos.

También se puede donar la piel para injertos o trasplantes en cirugías de reparación de la pared abdominal, cirugía plástica o reconstructiva y para el tratamiento de víctimas de quemaduras. Cada uno de nosotros tiene entre uno y dos metros cuadrados de piel que pueden ayudar a muchos pacientes.

Por último mencionaremos el pericardio, el recubrimiento protector del corazón, que se utiliza para la reparación de defectos en las paredes de diversos vasos sanguíneos, como un “parche” en neurocirugía para reemplazar la duramadre, una de las membranas que protegen al cerebro y para reparar el hueso en cirugías orales.

Todos, independientemente de nuestra edad, somos potenciales donantes de al menos algunos tejidos. El único requisito es no tener enfermedades infecciosas tales como el VIH/SIDA o la hepatitis B (aunque aún en esos casos podemos donar órganos, tejidos o todo nuestro cuerpo para la investigación de estas afecciones).

Es el regalo de la vida que se le puede arrancar a la muerte.

El futuro de los trasplantes

La investigación con células madre permite soñar con una era en la que se podrán hacer órganos y tejidos de recambio “a la medida” sin necesidad de donantes. Las células madre tienen la capacidad de convertirse en cualquier tejido del cuerpo humano según las instrucciones químicas que reciban: piel, tendones, ligamentos, músculo cardiaco, en fin. Sin embargo, esa posibilidad es aún lejana y se mantiene en el terreno de la ciencia ficción.

El hombre de los mosquitos

Sir Patrick "Mosquito" Manson,
padre de la medicina tropical

El animal más peligroso del mundo no posee garras afiladas, enorme dentadura, músculos poderosos, veneno, un tamaño imponente ni ninguno de los elementos que habitualmente relacionamos con la capacidad de hacer daño.

El animal más mortífero para el ser humano es el mosquito. Algunos cálculos afirman que las enfermedades transmitidas por los mosquitos han matado a la mitad de las personas que han vivido en la historia, unos 47 mil millones.

Distintas especies de mosquitos pueden transmitir alrededor de 600 agentes causantes de enfermedades, virus, protozoarios o gusanos que afectan a unos 700 millones de personas (el 10% de los seres humanos) principalmente en África, América Latina y Asia. Los más conocidos son el virus del Nilo Occidental, la filiarasis (o elefantiasis), el dengue hemorrágico, la fiebre amarilla y la más mortífera de todas las enfermedades del mundo, la malaria.

El organismo unicelular que provoca la malaria es transmitido por el mosquito anófeles y ocasiona la muerte a entre 2 y 3 millones de personas al año, principalmente niños en África. En comparación, las serpientes venenosas causan unas 9.000 muertes al año en el mundo, los tiburones 5 y el temido cáncer pulmonar 1,4 millones.

El mosquito estuvo impune durante millones de años. Los protomédicos de la antigüedad y de todas las culturas, nunca descubrieron la relación entre la picadura del mosquito y las diversas enfermedades que transmite. Esto ocurrió a fines del siglo XIX, y el responsable fue un médico escocés que llegó a ser conocido como Patrick “Mosquito” Manson.

Educado en la universidad de Aberdeen, a los 22 años Manson viajó a Taiwán como oficial médico y enfrentó el tratamiento de las enfermedades propias del clima cálido y húmedo de los trópicos. La primera que estudió a fondo fue la elefantiasis, una forma de la filariasis cuyo síntoma más notable es la acumulación de líquidos en las extremidades, principalmente en las piernas, y un enorme engrosamiento de la piel y los tejidos subyacentes, dándoles un aspecto que recuerda a las patas de elefante. Como ya se sabía desde mediados del siglo XIX que la filariasis era causada por la infección de pequeños gusanos nemátodos de varias especies, Manson se propuso averiguar cómo llegaban los gusanos al torrente sanguíneo de los enfermos.

Manson empezó a estudiar la elefantiasis en la sangre de su jardinero llamado Hin Lo , que la padecía. Observó que por la noche aparecían más parásitos en la sangre cercana a la piel, de modo que se planteó la hipótesis de que la enfermedad podría ser transmitida por algún insecto que se alimentara de la sangre de los enfermos.

Se dedicó entonces a estudiar a los mosquitos que picaban a los pacientes, atrapándolos y disecándolos cuidadosamente al microscopio en busca de los gusanos. Finalmente los encontró en una especie llamada Culex fatigans. Al analizar el estado de evolución de los gusanos dentro de los mosquitos, y observar asombrado que, en vez de ser digeridos, los parásitos parecían florecer en el sistema digestivo del mosquito. Concluyó que este pequeño y molesto insecto era parte esencial del ciclo de vida de la enfermedad.

De regreso en Londres en 1892, Manson se ocupó de la más extendida y mortal de las enfermedades tropicales, la malaria, cuyo parásito había sido descubierto pocos años antes por Charles Laveran, un cirujano militar francés, quien también describió parte del ciclo vital. En 1894 comenzó una serie de intercambios con Ronald Ross, médico nacido en la India y por entonces dedicado a la malaria, y en diciembre de 1894 publicó un artículo en el British Medical Journal postulando que un mosquito sostenía una fase esencial del desarrollo del parásito, como lo hacía con la filariasis. El trabajo de Manson impulsó a Ross a una investigación que lo llevó finalmente a desrcibir el ciclo vital del parásito de la malaria (un ciclo que muchos de nosotros estudiamos en la escuela) y a identificar a la especie concreta que lo transmitía. Ross escribió en 1898: “Estas observaciones prueban que la teoría del mosquito para la malaria, como la presentó el Dr. Patrick Manson… Su brillante inducción indicó con tanta precisión la línea verdadera de la investigación que mi papel ha sido simplemente seguir su dirección”.

Fue Manson el responsable de dar a conocer al público los descubrimientos de Ross, quien seguía con el ejército en la India. Ambos estaban convencidos de que el control de los vectores o transmisores, los mosquitos, era fundamental para vencer a la enfermedad, pero la idea no tenía precedente alguno y habría sido considerada ridícula, sobre todo porque la sociedad seguía creyendo que las enfermedades eran transmitidas por malos olores o malos aires, tormentas, las constelaciones, la lluvia y otros factores. De hecho, “malaria” está tomado del italiano “mal aire”.

Según relata Joseph Rowton, de la propia universidad de Aberdeen donde estudió Manson, lo hizo con un dramatismo difícil de igualar para no dejar duda de la implicación del mosquito en la transmisión de la malaria. Dejó que dos mosquitos anófeles que se habían alimentado de pacientes de malaria se alimentaran también de dos voluntarios que nunca habían estado expuestos a esta enfermedad, uno de ellos médico e hijo del propio Patrick Manson, Thornburn Manson. Después de ser picados por los mosquitos, desarrollaron la malaria y el parásito se encontró presente en su sangre.

Finalmente, Ross realizó las primeras acciones preventivas en Ismailia, Egipto, combatiendo el desarrollo de larvas de mosquitos en aguas estancadas. En poco tiempo, la ciudad estaba libre de malaria.

Patrick Manson continuó estudiando diversos parásitos propios de las regiones tropicales, fue nombrado Sir del reino británico y fundó tanto la primera escuela de medicina tropical del mundo en Liverpool como la Real Sociedad de Medicina Tropical. Pero, sobre todo, había sido el científico que abrió el camino para entender cómo se transmiten muchas enfermedades infecciosas, una de las claves de la medicina científica.

Mosquitos transgénicos contra la malaria

Dado lo difícil que es prevenir efectivamente la malaria en ciertas zonas, se ha propuesto el uso de mosquitos genéticamente modificados para cortar el ciclo de vida del insecto. Anthony James, de la Universidad de California, ha modificado mosquitos para que las hembras no puedan volar, haciendo que la población caiga dramáticamente junto con su capacidad de transmitir la enfermedad. Las pruebas que se han hecho son alentadoras, aunque se teme el rechazo de grupos opuestos a toda forma de modificación genética.

El viaje fantástico de Vesalio

Retrato de Vesalio en su libro
De humani corporis fabrica
Viaje fantástico fue una película de 1966 en la que un submarino, con sus tripulantes y un equipo de médicos, son reducidos de tamaño para ser inyectados en el torrente sanguíneo de un científico estadounidense y disolver directamente un coágulo. Aunque la historia estaba llena de agujeros lógicos, el público quedó cautivado por las representaciones (bastante fantasiosas) del interior del cuerpo humano.

El conocimiento real de lo que ocurre debajo de nuestra piel tiene una historia bastante corta, que comienza con la publicación de De Humani Corporis Fabrica, es decir “De la estructura del cuerpo humano”, el atlas anatómico de Andrés Vesalio.

Antes de Vesalio

En occidente, el estudio de la anatomía comenzó quizá en el año 500 a.C., cuando Alcmeón de Crotona, filósofo pitagóricos, comparó las estructuras de hombres y animales y diferenció las arterias de las venas. 200 años después, Herófilo de Calcedonia y Erasístrato de Ceos, fundadores de la Escuela de Alejandría, realizaron disecciones públicas de cadáveres y reunieron un acervo que no sobrevivió a las sucesivas destrucciones de la Biblioteca de Alejandría de modo que sólo lo conocemos por citas de otros autores.

Hacia el año 162, el cirujano griego Galeno de Pérgamo empieza a tratar a los heridos en una escuela de gladiadores en Roma. Los conocimientos que adquirió estudiando en Alejandría las obras de Herófilo y Erasístrato, entre otros, se vio complementado con las disecciones que realizó en monos, cerdos, vacas y perros, dado que no podía hacerlas en seres humanos porque la ley romana las prohibía. Galeno escribió más de 600 libros sobre diversos temas de medicina y filosofía, de los cuales sobrevive menos de una tercera parte. Galeno se convirtió pronto en el autor médico de referencia de Europa y del mundo islámico.

El Vaticano, durante la Edad Media, tampoco veía con buenos ojos la disección de cadáveres humanos (aunque no la persiguió, como suele afirmarse), y las obrasde Galeno fueron elevadas a la categoría de autoridad indiscutible. Esta visión apenas fue tibiamente desafiada por las disecciones públicas que se hicieron en la escuela de medicina creada en Salerno, Italia, en 1235 y las que realizó Mondino de Liuzzi en Bolonia a comienzos del siglo XIV, aunque en su libro “Anathomia corporis humani”, antes que describir sus propias experiencias, repite los conceptos de la “autoridad” de sus predecesores, en particular Galeno.

Entre 1489 y 1515 el genio renacentista Leonardo da Vinci realizó la disección de unos treinta cuerpos humanos para sus dibujos anatómicos. Cuando el papa León X le ordenó que suspendiera sus disecciones, Leonardo había producido alrededor de 750 dibujos de extraordinario detalle. En 1522 el anatomista italiano Jacopo Berengario da Carpi publica la primera descripción anatómica detallada del cuerpo humano.

El desafío a Galeno se había lanzado… y terminaría con el flamenco Andries Van Wesel, al que en español llamamos Andrés Vesalio.

De la admiración a la crítica

Vesalio nació en 1514 en Bruselas, en una familia de médicos, y estudió en París, donde complementó las enseñanzas con disecciones de perros observando huesos humanos en los cementerios de París. Después, estudió en Louvain y en Padua, donde se doctoró y se quedó como catedrático. Convencido de la importancia de la anatomía, empezó a realizar disecciones pero, a diferencia de sus predecesores, que solían leer a Galeno en voz alta mientras un cirujano-barbero, realizaba la disección, Vesalio hacía personalmente el trabajo rodeado de sus alumnos, lo que le permitió tratar de confirmar y ampliar los enseñado por Galeno, a quien admiraba.

Lo que encontró, sin embargo, fue que Galeno, la autoridad absoluta sobre anatomía durante más de mil años, se equivocaba. En 1541, Vesalio descubrió por qué: Galeno nunca había diseccionado un cuerpo humano, sino que extrapolaba todas sus afirmaciones de sus disecciones de distintos animales, principalmente de monos de Gibraltar. Vesalio pronto descubrió que en los seres humanos no existían algunas estructuras propias de otras especies y empezó a publicar correcciones a Galeno que no siempre fueron bien recibidas.

Si distintas especies tenían distinta anatomía, también existía la posibilidad de que las variaciones entre seres humanos individuales fueran relevantes. Era necesario hacer lo que hoy se conoce como anatomía comparada: diseccionar a distintos individuos y determinar cuáles son sus características comunes y cuáles serían peculiaridades individuales. Como dijo Vesalio, “no estoy acostumbrado a decir nada con certeza después de sólo una o dos observaciones” . Por fortuna, un juez de Padua se interesó por su trabajo y puso a su disposición los cuerpos de los delincuentes ejecutados en la ciudad, facilitando el trabajo de comparación.

El método, la aproximación de Vesalio al cuerpo humano describiéndolo tal como era, recogiendo la observación directa, buscando hechos más que la confirmación de los prejuicios, y sin las interpretaciones astrológicas, religiosas y basadas en ideas no comprobadas del pasado, fue quizás una aportación aún mayor que los propios datos anatómicos que reunió, entre ellos puntos tan relevantes como la primera descripción fiel del corazón humano. Algunos de sus predecesores habían empezado el camino, pero su apego al pensamiento vigente les había impedido llegar a donde llegó Vesalio.

Lo más asombroso, quizá, es que Vesalio creó los siete tomos de su magna obra en tan sólo 4 años, entre los 24 y los 28. Era el primer atlas anatómico exhaustivo, tanto en sus descripciones como en sus abundantes y detalladas ilustraciones (con frecuencia atribuidas a Jan Stepehn Van Calcar, discípulo de Tiziano).

Terminada su obra, Vesalio se dedicó a la práctica de la medicina, llegando a ser médico de Carlos V, quien lo hizo conde palatino, y de su hijo, Felipe II, en cuyo servicio murió en 1564, de regreso de un viaje a Tierra Santa, probablemente sin estar consciente de que 21 años atrás había dado el gran paso para empezar el lento proceso de convertir el estudio del ser humano y sus enfermedades en una verdadera ciencia.

La revolución científica

En los siglos XVI y XVII se operó un cambio en Europa que enfrentó a la corriente filosófica dominante según la cual la razón se debía someter a la fe, y si entraba en conflicto con ella no podía estar en lo correcto, y que la fuente de todo conocimiento era la autoridad de los libros antiguos, en particular la Biblia. Las observaciones de personajes como Copérnico, Galileo o Vesalius no sólo exaltaron a la razón y a la observación, sino que dijeron, por primera vez en siglos, que el ser humano podía obtener conocimientos nuevos, que no todo estaba escrito ya, y que había aún grandes misterios por enfrentar.

De la Tierra a Marte... y de vuelta

El 4 de noviembre finalizó la misión Marte 500 realizada conjuntamente por Europa, China y Rusia, una simulación para poner a prueba la posibilidad de un viaje a Marte.

El logotipo de la misión
Viajar a Marte es un viejo sueño alimentado a partes iguales por la realidad y la ficción. En la realidad, Marte destaca en el cielo nocturno por su peculiar color rojo, que hizo que los romanos le dieran el nombre del dios pagano de la guerra, y ya en el siglo XVIII el astrónomo William Herschel señaló que, de todos los planetas del sistema solar, Marte era el más parecido a nosotros. Además, está cerca… relativamente. En algunas ocasiones nos separan apenas unos 56 millones de kilómetros.
En la ficción, tenemos una vasta obra literaria que ha atizado la fascinación marciana, que comienza en 1656 con el alemán Athanasius Kirchner y sigue hasta la épica Trilogía Marciana de Edgar Rice Burroughs (también creador de Tarzán), la aterradora Guerra de los Mundos de H.G. Wells o las poéticas Crónicas Marcianas de Ray Bradbury.

A la mitad entre la realidad y la ficción, en 1877 el astrónomo italiano Giovanni Schiaparelli creyó ver en la superficie de Marte una red de líneas que interpretó como posibles canales de agua. La imaginación popular pronto las convirtió en canales artificiales, autopistas u otras estructuras producto de una civilización vecina … aunque resultaron ser únicamente ilusiones ópticas producto de la imperfecta óptica disponible a fines del siglo XIX.

El inicio de la era espacial dio al sueño la posibilidad de realizarse.

Sin embargo, los viajes espaciales tienen complicaciones, la primera de las cuales es que las naves no pueden viajar en línea recta de un planeta a otro (o a su satélite, en el caso de la Luna), sino que deben despegar y describir una curva elíptica para encontrarse con su objetivo meses después, o incluso años en el caso de las sondas que han ido a los límites del Sistema Solar. Un viaje a Marte de ida y vuelta por la ruta de “menor coste”, la llamada “órbita de transferencia de Hohmann”, incluyendo el tiempo que se pretenda pasar en la superficie marciana, sería cosa de más de un año.

La duración del viaje no sólo es un desafío técnico en términos de combustible, impulsores, sistemas de frenado y despegue en la superficie marciana y otros asuntos de ingenería. Es también un reto humano, de relaciones interpersonales, de separación de los seres queridos, de alimentación, bebida, entretenimiento, trabajo, salud, ejercicio y trabajo, de sistemas eficientes y fiables de sostenimiento de la vida y de formación para enfrentar cualquier dificultad imaginable, desde una emergencia médica hasta una pelea entre dos tripulantes.

Diversos experimentos han buscado analizar aspectos de un viaje de estas características. El más ambicioso hasta hoy lo emprendieron las agencias espaciales de Europa, Rusia y China con el nombre “Marte 500”. En esta misión, , seis participantes debían simular un viaje a Marte durante 520 días que incluía el recorrido, el aterrizaje, la exploración y el regreso, reproduciendo algunas condiciones de un recorrido de este tipo, aunque otras no se pudieran simular, como la microgravedad y el bombardeo de rayos cósmicos a los que se ve sometido todo objeto en el espacio.

La “nave” marciana del proyecto es una estructura de 180 metros cuadrados habitables construida dentro del Instituto Ruso de Problemas Biomédicos, en las afueras de Moscú, formada por un módulo médico, sala de estar, cocina y comedor, dormitorios, cabina de control, un invernadero y un simulador de la superficie marciana. A ella entraron el 3 de junio de 2010 tres científicos rusos, uno chino, uno italocolombiano y uno francés, para quedar aislados totalmente durante la misión, sin luz del sol y sin más aire y agua que los que reciclan los equipos de la “nave”.

Al hacinamiento, la poca privacidad, la falta de luz solar, la rutina agobiante y los problemas propios de todo grupo humano se añadieron otros elementos como la comunicación ralentizada con sus seres queridos y con el centro de control debida a la distancia. Dado que las ondas de radio viajan a la velocidad de la luz, un correo electrónico (o una entrada de Twitter de los astronautas europeos) podía tardar hasta 25 minutos. Y, a nivel personal, el sólo poderse duchar cada 10 días, los problemas digestivos de alguno de los participantes y la falta de relaciones sexuales fueron factores de tensión y de estudio por parte del amplio equipo científico del proyecto.

Pasar el tiempo libre fue otro de los problemas que la misión sorteó con éxito con soluciones que iban Durante la misión, se desarrollaron 106 investigaciones científicas sobre los participantes: 28 de tipo psicológico y psicofisiológico, 34 clínicas y de diagnóstico de laboratorio, 26 fisiológicas, 8 sobre sanidad, higiene y microbiología y 10 operativas y tecnológicas, con investigadores de numerosos países. Los estudios tenían objetivos tan diversos como analizar continuamente la bioquímica, la temperatura y las variables de salud de los participantes, estudiar sus relaciones y tensiones sociales y psicológicas o, incluso, muestrear distintas superficies la “nave” para determinar cómo se daba el crecimiento y desarrollo de microorganismos en ese espacio cerrado, un elemento que podría representar un problema grave de salud y supervivencia en un viaje real.

Al final de la misión, los participantes superaron con creces la marca de de 437 días continuos en el espacio que estableció Valeri Vladimirovich Polyakov en la estación espacial Mir entre 1994 y 1995. Polyakov se había prestado a ese experimento para demostrar que el cuerpo humano podría soportar la microgravedad en un viaje prolongado, y cuando volvió a la Tierra declaró convencido: “Podemos viajar a Marte”.

No muy distinto que lo que dijo el miembro francés de Marte 500, Romain Charles al salir del aislamiento el 4 de noviembre con sus compañeros en un más que razonable estado de salud: "¡Estamos listos para embarcarnos en la siguiente nave espacial que vaya para allá!"

Las conclusiones preliminares de los científicos encargados de los experimentos de estos meses parecen apoyarlos: es posible. Falta ahora la decisión de hacerlo, y ésa no depende de los científicos ni de los astronautas.

Un menú para 17 meses

Para alimentarse durante un viaje como el Marte 500, cada astronauta debería llevar consigo 1.000 kilogramos de alimentos, algo inviable desde el punto de vista técnico. El invernadero hidropónico de Marte 500 permitió analizar la posibilidad de que los astronautas cultiven sus propios alimentos durante el viaje. Marte 500 también ayudará a encontrar formas de combatir el aburrimiento alimenticio que implica el comer menús limitados durante largo tiempo… sin poder llamar para pedir una pizza.