Laura María Catharina Bassi en un grabado de Domenico Maria Fratta del siglo XVIII. |
Pero faltaba que las nuevas ideas fueran aceptadas por quienes manejaban el poder a todos los niveles, incluidos los científicos. Eran necesarios nuevos revolucionarios que contaran la historia y que construyeran sobre las bases fijadas por los creadores de lo que hoy llamamos ciencia.
Una de las consolidadoras de la revolución científica y heraldo de la revolución social y política que la seguiría, la Ilustración, Laura María Caterina Bassi, nació el 31 de octubre de 1711 en Bolonia, por entonces parte de los Estados Papales. Hija de un abogado, llegaba a la todavía nueva élite de los profesionistas liberales con dinero pero sin título nobiliario. Su padre decidió educarla en casa; a los cinco años empezó a estudiar latín, francés y matemáticas, y a los trece, el médico familiar y profesor de la Universidad de Bolonia, Gaetano Tacconi empezó a enseñarle filosofía, metafísica, lógica y eso que por entonces se llamaba “filosofía natural”... ciencia.
La joven tenía dotes intelectuales notables y un interés profundo por el universo a su alrededor, especialmente por la física, y en los años siguientes sería conocida por su capacidad intelectual tanto en su ciudad como internacionalmente. Su entorno (que incluía a Próspero Lambertini, después Benedicto XIV) le animó a buscar un puesto académico y con apenas 20 años fue admitida en la Academia de Ciencias de Bolonia. Tres semanas después, el 17 de abril de 1732, defendió 49 tesis en la Universidad de Bolonia, con tal éxito que le mereció ser doctorada el 12 de mayo.
Buena parte de las tesis que defendía se referían a la física, la biología y la anatomía, y entre ellas defendía la posición de Newton respecto de la ciencia, a contracorriente de la preferencia de los académicos de la época por el pensamiento de Descartes.
El filósofo francés René Descartes afirmaba que la forma correcta de descubrir la verdad es por medio de la razón y sólo la razón, mientras que Newton afirmaba que la razón podía plantear hipótesis, pero se necesitaba la experimentación y la observación para confirmarlas o rechazarlas. La visión de Newton afirmaba que la naturaleza obedece a leyes que se pueden cuantificar y predecir, no a fuerzas sobrenaturales. Laura Bassi, atraída por la experimentación y fascinada por sus resultados, oponía a ellos la posición del físico inglés con tanta claridad que llegó a ser conocida como “la mujer que entendía a Newton”, y durante 28 años enseñó, entre otros temas, la física newtoniana que sustentaba las ideas del genio británico.
Su brillante exposición llevó a que la universidad la nombrara profesora a fines de 1732 y, al año siguiente, el 17 de abril, le otorgó una cátedra. En poco tiempo, Laura Bassi se había convertido en la segunda mujer que recibía un título universitario en Italia, además de ser la primera profesora universitaria de la historia y la primera científica profesional, dedicada a explorar problemas de mecánica, hidrometría, elasticidad, propiedades de los gases y la recién descubierta electricidad. Alessandro Volta, uno de los pioneros de la electricidad, solía enviarle sus artículos para obtener su opinión. Tenía también correspondencia con personajes como Voltaire, a quien ayudó para que fuera admitido en la Academia de las Ciencias de Bolonia.
En 1738 se casó con el médico y físico Giuseppe Veratti, que compartía su pasión por la ciencia. En los siguientes años, además de dar clases en la universidad y, frecuentemente, en su casa, donde la pareja hacía sus experimentos, se dieron tiempo para tener y educar a una docena de hijos. En 1745 fue admitida en el selecto grupo de científicos, la Academia Benedictina, convocada precisamente por el papa Benedicto XIV, su antiguo amigo. Allí, desde 1746 y hasta su muerte, Bassi dio una conferencia anual detallando sus experimentos y hallazgos.
Laura Bassi enfrentó la oposición de algunos que no consideraban correcto que una mujer discutiera de asuntos de la naturaleza y el universo, además de que se veía impropio que impartiera clases a grupos de alumnos masculinos, y el arzobispo de Bolonia dio la orden de que sólo impartiera clases públicas ocasionalmente y con permiso del Senado de Bolonia. Bassi decidió que su carrera científica no dependía ni de la universidad ni del arzobispo, y no tenía la perspectiva de ser una mera curiosidad, sino de realizar sus propias aportaciones al conocimiento, al método y a la filosofía de la ciencia. En 1749, inauguró un laboratorio privado que pronto se hizo famoso en toda Europa, y donde confirmó que era, además, la mejor profesora de física de su época.
La culminación de su carrera se dio en 1776, cuando el Senado de Bolonia le confirió la cátedra de física experimental en el Instituto de las Ciencias de Bolonia, llevando a su marido como asistente.
Una de las razones por las cuales Bassi es poco conocida actualmente es que sus aportaciones se anunciaban en conferencias y conversaciones, en particular las que impartió anualmente desde 1746 en la Academia Benedictina, y sólo publicó cuatro obras científicas, una sobre la compresión del aire, otra sobre las burbujas en líquidos en flujo libre, la tercera sobre burbujas de aire que escapan de los líquidos y otra sobre problemas mecánicos e hidrométricos.
Laura Bassi falleció el 20 de febrero de 1778. La Ilustración llevaba a cabo su propia revolución y el puente entre las viejas ideas y el nuevo método, la ciencia, había sido transitado, en parte gracias a la labor experimental, docente e innovadora de Laura Bassi, “la mujer que entendía a Newton”.
Laura Bassi, hoyAunque poco conocida por el público en general, la contribución de Laura Bassi es reconocida por diversos medios. Llevan su nombre un liceo y una calle de su ciudad natal, Bolonia, y otro liceo en Sant’Antimo, además de ocho centros de especialización en Austria y un cráter de Venus. Adicionalmente, la Universidad Técnica de Munich ofrece anualmente el premio Laura Bassi, que consta de una mensualidad para apoyar a científicas destacadas. En 2016, serán 1.200 euros mensuales para candidatas al doctorado y 2.000 euros mensuales para estudiantes de postdoctorado, más un apoyo adicional para guardería, en caso de que las científicas tengan hijos. |