Su figura es una presencia casi necesaria en todos los documentales sobre el antiguo Egipto, desde los más serios patrocinados por instituciones tan serias como la sociedad y revista de National Geographic hasta algunos que dan pábulo a ideas extravagantes sobre el origen de las pirámides, e incluso ha estado a cargo de varias producciones acompañado de otros distinguidos egiptólogos, lo que le llevó en 2006 a ganar un Emmy, el equivalente al Oscar de la televisión estadounidense por un programa especial sobre Egipto.
El fornido, tremendamente enérgico y habitualmente sonriente egipcio con sus sombreros un poco a lo Indiana Jones estuvo a punto de ser, sin embargo, un sonriente diplomático. Nacido en el pequeño pueblo de Abeyda el 28 de mayo de 1947, su primer objetivo fue estudiar diplomacia, pero suspendió el examen oral, y optó por su segunda alternativa, la arqueología, disciplina en la que se licenció en la Universidad de Alejandría para luego hacerse egiptólogo en la Universidad de El Cairo y doctorándose en la misma disciplina en la Universidad de Pennsylvania en 1987 con una beca Fullbright. Su destino era, entonces, el de todo egiptólogo profesional: dar clases, realizar algunas investigaciones y excavaciones, publicar resultados en revistas especializadas y vivir en el relativo anonimato cómodo de la academia.
El destino y su personalidad, sin embargo, iban por otro camino. Al doctor Zahi Hawass lo mueven pasiones arebatadoras, y las defiende con una clara capacidad escénica, como un eficiente comunicador o el profesor que todos quisiéramos tener, y sin morderse la lengua para tomar decisiones. Y así fue convirtiéndose no sólo en un investigador de primera línea, sino en un personaje mediático decidido a mostrarle al mundo como fuera las maravillas de los 3.200 años del imperio del antiguo Egipto, una enormidad comparado con los 600 años de la antigua Grecia o los 500 años del imperio romano. Y si para promover el conocimiento del legado egipcio tenía que autopromoverse, no tenía problema en hacerlo.
Entretanto, fue construyendo un currículum admirable por todo concepto. En 1997 comenzó los trabajos de excavación en los alrededores de la pirámide de Keops que sacaron a la luz la ciudad de los constructores de las pirámides, y nos permitieron saber que no se trataba de esclavos, sino de trabajadores contratados por todo Egipto, que trajeron sus peculiares costumbres al lugar donde durante 20 años se levantó el impresionante monumento al faraón Keops. En 1999, Hawass anunció el descubrimiento, en las cercanías de la ciudad de El Bawiti, en el Oasis de Baharuya, de 105 momias, algunas de ellas recubiertas de oro, en un gigantesco cementerio de unos dos mil años de antigüedad que se calcula que alberga al menos 10.000 momias en total. La zona fue rebautizada como “El valle de las momias de oro”. El descubrimiento no fue hecho por Hawass, sino por un guardia del Templo de Alejandro Magno, quien lo halló por accidente, pero él fue quien, al conocer el descubrimiento en 1996, ordenó que no se hiciera público pues no había fondos ni especialistas suficientes para excavar, preservar y proteger las momias, especialmente por temor a que los ladrones de tumbas se quisieran hacer de la resina de las momias y las riquezas que las acompañaban. Esperó pacientemente hasta que tuvo los medios para dirigir un grupo de arqueólogos, restauradores, conservadores, dibujantes, electricistas y otros profesionales que pudieran ocuparse debidamente del descubrimiento.
Este interés por preservar los sitios arqueológicos a la espera del mejor momento, de los fondos, de los expertos o de la tecnología necesarios sería años después una de las marcas de la casa Hawass en el mundo de las antigüedades egipcias, y uno de los aspectos que lo pondría en el centro de la controversia con algunos personajes de occidente. Pero la controversia, como se descubriría oportunamente, era un potente combustible para mover a Zahi Hawass a la acción y a la sonrisa.
Cuando en 2002 fue nombrado secretario general del Supremo Consejo de Antigüedades de Egipto, Zahi Hawass puso toda su energía al servicio de su amor por el Egipto actual, al que lógicamente considera el heredero legítimo de toda la cultura del legendario imperio a orillas del Nilo. Dos acciones suyas marcaron de inmediato un nuevo rumbo en el manejo de los asuntos arqueológicos de Egipto. La primera fue la exigencia de que se devolvieran a Egipto numerosos artefactos como, entre otros, la Piedra Rosetta, el busto de Nefertiti, la pintura del zodiaco que estaba en el techo del templo Dendera, el busto de Ankhhaf (el arquitecto de la pirámide de Kefrén) y la estatua de Hemiunu, ni más ni menos que el arquitecto responsable de la pirámide de Keops. Poco a poco, algunos países han devuelto algunos artefactos, no tan relevantes como éstos, merced a una presión diplomática impulsada por la fuerza de Hawass en su país.
Metido en la controversia, Hawass también ha impuesto una moratoria en las excavaciones de sitios tan relevantes como el Valle de los Reyes, puesto que considera que ya existen demasiados monumentos desprotegidos y, por tanto, a merced de los daños que les puedan causar los elementos y los turistas, que por otra parte son elemento clave de la economía egipcia. Por ello, Hawass considera que hace más por su preservación posponiendo temporalmente las excavaciones mientras la economía egipcia mejora y se prepara a más personal egipcio especializado en la conservación y cuidado de su legado. Otros elemento de controversia alrededor de Hawass son su insistencia en la restauración de la Gran Esfinge de Gizeh y su rechazo de la tesis afrocentrista que asevera que los egipcios eran negros.
Finalmente, Zahi Hawass se opone con fuerza a las ocurrencias descabelladas que pretenden adjudicarle la construcción de las pirámides y de la esfinge a elementos no egipcios, desde supuestos habitantes del mítico continente de la Atlántida hasta extraterrestres, o que aseguran que las pirámides tienen funciones y poderes que, por otra parte, nunca han podido demostrar. Hawass llama a estas personas “piramidiotas” y ha impedido que “expertos” autoproclamados puedan hacer investigaciones o rituales en los monumentos antiguos, por lo cual éstos lo han acosado con rumores y afirmaciones falsas. Una controversia más para el egiptólogo más conocido del mundo.
Civilizaciones perdidas“Ni una sola pieza de cultura material, ni un solo objeto, se ha encontrado en Gizéh que pueda interpretarse como originario de una civilización perdida”, Zahi Hawass. |