La idea de que cada estrella tiene a su alrededor otros planetas como la Tierra empezó su andadura muy probablemente en 1584 de la mano del sacerdote, filósofo, cosmólogo y ocultista Giurdano Bruno, y la oposición a la idea se hizo patente poco después, cuando Bruno fue juzgado (entendida esta palabra a la peculiar manera del Santo Oficio) y quemado en la hoguera como hereje, entre otros cargos, por afirmar la existencia de una pluralidad de mundos y su eternidad, condena por la que pidió perdón el Papa Juan Pablo II en nombre de la Iglesia Católica.
Ciertamente, en el pasado las religiones habían abordado el tema de otros mundos y otros seres vivos, incluso inteligentes, en ellos, pero desde el punto de vista exclusivamente sobrenatural. El Talmud judío habla de un número exacto de mundos habitados, mientras que el Corán habla de Alá como señor de “los mundos”, en plural. Pero “otro mundo” podría construirse conceptualmente como algo puramente espiritual, y de lo que hablaba Bruno era de otra cosa, de infinitos y eternos mundos como el nuestro, la Tierra, algo contrario al texto bíblico que sólo habla de un mundo que está además en el centro del cosmos. A partir de las ideas de la pluralidad de los mundos que expuso Bruno, derivadas a su vez de la revolución copernicana que puso al sol en el centro del universo, y que se fueron difundiendo junto con el telescopio y las teorías de Newton, tanto científicos como poetas, novelistas y filósofos llegaron a no tener reparos en creer incluso que todos, absolutamente todos los cuerpos celestes albergaban vida inteligente. En los inicios del siglo XVII, el filósofo, teólogo, astrólogo y poeta Tomasso Campanella habló de los posibles habitantes del Sol, y el dramaturgo Cyrano de Bergerac, el personaje real que fuera inspiración para la obra de Jean Rostand, escribió las historias cómicas de los estados e imperios de la Luna y del Sol, mientras que la naciente ciencia ficción de Jules Verne nos hablaba de habitantes de la Luna y H.G. Wells inmortalizaba la idea de que había vida inteligente (y peligrosa) en Marte.
El tema de las inteligencias extraterrestres alcanzó su máximo desarrollo con la ciencia ficción ya en su forma actual, a partir de la década de 1930. Desde las poéticas Crónicas marcianas de Ray Bradbury hasta los aterradores Hombres de Gor de Frederik Pohl, la literatura pronto se llenó de los más diversos alienígenas, algunos francamente absurdos, pero otros construidos de acuerdo con las más precisas reglas de la física y la biología según los conocimientos del momento. Malvados e ingenuos, infantiles o de antigua sabiduría, reptilianos o insectoides, los extraterrestres inteligentes poblaron miles de libros y los sueños de millones de personas en todo el mundo. El cine no tardó en tomar el testigo, generalmente con poca suerte, ofreciendo sobre todo extraterrestres malvados que se comportaban como todos los villanos humanos, para el caso.
Desafortunadamente para los entusiastas, los avances en el conocimiento científico sugirieron pronto que no había selenitas o habitantes de la Luna, que era imposible que nada viviera en las temperaturas aterradoras del sol, que en Mercurio cualquier ser vivo herviría y en Saturno o Júpiter, a más de no haber superficie, pues es un gigante gaseoso, no hay calor suficiente para mantener la vida y las fuerzas gravitacionales en su interior son aterradoras.
Sí, existe la posibilidad de que haya vida en Marte, lo cual parece cada vez más probable, y en lunas como Io, Europa o Titán. De hecho, es obvio que ante la inmensidad del universo no es irracional pensar que es bastante probable que las condiciones para la vida se hayan dado más de una vez. Otra cosa muy distinta es el que la vida haya evolucionado hasta lo que llamamos inteligencia, y el tema es asunto de profundos debates entre los especialistas en exobiología y en evolución. Para algunos, la inteligencia es un accidente que no tenía por qué haber ocurrido, pensando en que los dinosaurios sobrevivieron y dominaron el planeta durante 160 millones de años con lo que parece haber sido una inteligencia bastante limitada, aunque ya tenían todos los demás elementos, órganos y comportamientos que caracterizan a los mamíferos. Para otros, sin embargo, lo que llamamos inteligencia (mezcla de autoconciencia, capacidad de abstracción y capacidad de planear para el futuro, como principales características) es tan inevitable como que aparezcan sensores de luz o de aromas, o medios de locomoción adecuados al medio ambiente de los seres en cuestión.
Mientras se resuelven estas dudas, un grupo de científicos ha emprendido la búsqueda de inteligencia extraterrestre (Search for Extra-Terrestrial Intelligence) basados en la idea de que, mucho antes de que las naves de los alienígenas llegaran a nosotros, nos llegarían sus ondas de radio, considerando que la radio es un requisito tecnológico para los viajes extraplanetarios. Así, por ejemplo, aunque los seres humanos apenas hemos llegado a la Luna físicamente y nuestras naves exploradoras apenas han salido de los confines del sistema solar en el último año, nuestras ondas de radio están viajando por el espacio desde más o menos 1895. Así, esperando detectar mensajes en las distintas frecuencias de radio, desde 1960 se han realizado distintos intentos de captarlos. Para procesar las señales captadas en busca de una emisión que pudiera ser un mensaje inteligente y no el concierto de las estrellas, el proyecto SETI cuenta con el apoyo de millones de voluntarios que ofrecen el tiempo no usado de sus ordenadores. El megaordenador formado por todos los voluntarios de SETI es hoy equivalente al segundo superordenador más potente del planeta. Y en alguno de esos ordenadores, quizá, se encontrará la prueba de que no estamos solos en el universo, la mayor noticia imaginable.
Los contactadosEn 1952, el hostelero y granjero George Adamski aseguró estar en “contacto” con los “hermanos extraterrestres” e incluso haber visitado planetas como Venus y Saturno, e incluso decir que las fotografías del Luna 3 tomadas en 1959 eran falsificaciones pues en la Luna había casas y árboles en lugar de cráteres. A Adamski han seguido literalmente miles de personas que aseguran hablar con los extraterrestres, viajar con ellos por el cosmos o ser secuestrados inmisericordemente. Por desgracia, ninguna de esas personas ha aportado un solo objeto o conocimiento que pudieran siquiera sugerir que efectivamente tienen procedencia extraterrestre. No importa, a los verdaderos creyentes no les hacen falta pruebas. |