Artículos sobre ciencia y tecnología de Mauricio-José Schwarz publicados originalmente en El Correo y otros diarios del Grupo Vocento

Pávlov y la psicología científica

La última frontera de la ciencia sigue siendo la comprensión de nuestro propio comportamiento. A partir de Iván Pávlov, la psicología comienza su divorcio de la filosofía.

Comparar lo que sabemos de física o química con lo que sabemos acerca de nuestro sistema nervioso y nuestro comportamiento es una forma rápida y sencilla de constatar que estamos muy lejos de conocer los más elementales principios de la conducta, sus cómos y sus por qués. Y es que desde los inicios de la historia, el estudio de las emociones, ideas y comportamientos se ha visto limitado por la convicción de que entre esos elementos se encuentra un “alma” o “espíritu” singular que no puede ser “reducido” a lo material, que incluye aspectos sobrenaturales, divinos o incluso relacionados con las deidades. Así, la psicología o estudio de la “psiqué” (que significa al mismo tiempo “alma”, “uno mismo” y “mente”) fue considerada parte de la filosofía más tiempo que otras ciencias que fueron adquiriendo personalidad propia.

De hecho, la psicología como campo de estudio sujeto a experimentación se independiza apenas en 1879, cuando Wilhelm Wundt funda el primer laboratorio de investigación psicológica en la Universidad de Leipzig, Alemania, y tras él otros estudiosos emprenderían investigaciones independientes. Entre ellos, el primero que mostró resultados relevantes y que indicaron que los aspectos más recónditos de la conducta podrían estar sujetos a procesos y leyes naturales fue el fisiólogo y naturalista ruso Iván Petrovich Pávlov, nacido en 1849 e hijo del sacerdote del pueblo. Como era lógico, se le destinó a la carrera eclesiástica en el seminario de su natal ciudad de Ryazan, pero pronto abandonó ese camino y en 1870 pasó a estudiar a la facultad de física y matemáticas de la universidad de San Petersburgo para estudiar ciencias naturales, donde descubrió su amor por la fisiología, obteniendo su doctorado precisamente en 1879, con medalla de oro por su brillantez.

En 1890, Pávlov fue llamado a dirigir el Departamento de Fisiología del Instituto de Medicina Experimental, donde pudo ocuparse de sus investigaciones sobre la fisiología de la digestión, para lo cual trabajaba con perros. Para estudiar la reacción de la saliva ante el alimento bajo distintas condiciones, realizó cirugías creando fístulas o aperturas en el cuerpo de sus sujetos para poder observar continuadamente distintos órganos en funcionamiento relativamente normal, una absoluta novedad en el mundo de la experimentación médica. Como parte de sus experimentos, demostró que el sistema nervioso juega el papel dominante en la regulación del proceso digestivo, que sigue siendo la base de la fisiología de la digestión.

Fue durante experimentos con fístulas en las glándulas salivales de sus perros, que le permitían recoger la saliva, medir su producción y analizar su composición, que Pávlov encontró un hecho inesperado. En algunos experimentos utilizaba alimentos cubiertos con polvo de guindilla o chile y fue entonces cuando observó que los perros secretaban saliva antes de que dicho alimento picante se les introdujera efectivamente en el hocico. En lugar de anotar este hecho como una observación curiosa colateral a sus análisis de la composición química de la saliva canina, nació en Pávlov una poderosa curiosidad por esto que llamó "secreción psíquica", y en una acción altamente audaz desde el punto de vista académico reorientó la totalidad de su investigación hacia este fenómeno, modificando los estímulos a los que estaba expuesto el sujeto para determinar a cuáles respondía, y cómo.

Con sus conocimientos de los reflejos nerviosos, Pávlov pronto pudo determinar que la reacción de salivación de los perros ante estímulos asociados en el tiempo a la administración de alimentos no dependía de elementos subjetivos, sino que tenía las mismas características que los reflejos nerviosos, aunque en este caso se trataba de reflejos condicionados y temporales. En el ejemplo clásico, se hace sonar una campana poco antes de administrar alimentos a los perros. Pasado un tiempo, el sonido de la campana basta para evocar la secreción salival sin la presencia física del alimento. Sin embargo, los experimentos de Pávlov se realizaron con muchos otros estímulos adicionales, tanto auditivos como visuales, asociados al alimento para generar el reflejo condicionado. Este comportamiento provocado es también conocido como "reflejo pavloviano", y se ha consolidado en el imaginario de la cultura popular en la expresión "como perro de Pávlov", que se refiere a la reacción condicionada y acrítica de una persona ante un hecho o estímulo.

El descubrimiento de Pávlov tenía importantes connotacione filosóficas, más allá de las evidentes desde el punto de vista de la fisiología. Lo que había demostrado, desde el punto de vista de la epistemología o filosofía del conocimiento, era que la actividad psíquica, psicológica o mental podía estudiarse con herramientas objetivas, y no mediante la subjetividad y la interpretación a veces fantasiosa y sin demostraciones científicas de otras aproximaciones a la psicología, muy destacadamente el psicoanálisis de Freud y sus seguidores.

Fue en 1903, en el 14º Congreso Médico Internacional de Madrid, donde Pávlov leyó su artículo o paper “La psicología y psicopatología experimentales de los animales”, donde definió los distintos reflejos, incluido el condicionado, e inició efectivamente la era de una psicología científica que sigue en desarrollo. En 1904, recibió el Premio Nobel de Medicina y Fisiología, y en los años siguientes, Pávlov conseguiría desarrollar una teoría de los reflejos condicionados debidamente probada mediante experimentos y llegaría incluso a descubrir que los reflejos condicionados se originan en la corteza cerebral, como principal distribuidor y organizador de la actividad del organismo. Pávlov sería, además, un gran promotor de la ciencia, de la investigación y del conocimiento, dejando un importante legado en la forma de instituciones y discípulos de gran calidad antes de morir en 1936.

El camino a la ciencia


La psicología no es aún una ciencia en forma. Aunque las neurociencias y algunos caminos de la psicología como el análisis de la conducta operante (el “conductismo”) y la etología o estudio del comportamiento natural y sus bases genéticas cumplen los requisitos esenciales de la ciencia (incluida la demostración de sus teorías utilizando esquemas experimentales objetivos y repetibles), lo que más nos importaría, el conocimiento de cómo funcionamos y por qué, sigue estando fuera de nuestro alcance. Filósofos como Kuhn y Mario Bunge sitúan a la psicología como una protociencia, pero precisamente por eso es uno de los más prometedores campos para la investigación original.