Artículos sobre ciencia y tecnología de Mauricio-José Schwarz publicados originalmente en El Correo y otros diarios del Grupo Vocento

Cómo hundir un barco

No fue, por mucho, el más trágico hundimiento hasta entonces (el vapor SS Sultana se hundió en el río Mississippi el 27 de abril de 1865 matando a 1.800 de sus 2.400 pasajeros), y desde su hundimiento, otros desastres han superado con mucho a las 1.523 víctimas mortales del Titanic. Sin embargo, el hundimiento del enorme transatlántico ha cautivado la atención del público y los medios durante cien años.

El Titanic en el muelle de Southampton
(foto D.P. de autor anónimo vía Wikimedia Commons)
Buena parte de la fascinación, hasta donde sabemos, se basa en la idea de que el Titanic había sido anunciado ampliamente como un barco “imposible de hundir” (“unsinkable” en inglés) y que el accidente que lo llevó al fondo del mar había sido una especie de golpe del destino o de los poderes divinos contra la arrogancia de los constructores, idea promovida por el obispo de Winchester en una prédica poco después del hundimiento.

Pero tal afirmación es, al menos, imprecisa. En un folleto de la línea White Star durante la construcción de los barcos gemelos Olympic y el Titanic (el segundo apenas un poco más grande), se afirmaba que “en la medida en que es posible hacerlo, estas dos maravillosas naves están diseñadas para ser imposibles de hundir”, mientras que otro folleto, distribuido en Estados Unidos, explicaba el sistema de compuertas estancas del Titanic afirmando que “prácticamente hacían a la nave imposible de hundir”.

Estas afirmaciones publicitarias son cercanas a las que escuchamos sobre productos milagrosos que “podrían ayudar a combatir el envejecimiento” o “podrían combatir” tal o cual afección (y, queda implícito, podrían no hacerlo). Es decir, se han redactado para dar una impresión determinada pero que no pueda ser un compromiso exigible si algo fallara. La línea dueña de las embarcaciones, pues, se cubrió las espaldas.

Pero el público en general, la prensa e incluso el capitán del Titanic, dejaron de lado las precauciones para asegurar categóricamente que el barco era imposible de hundir. Algo absurdo considerando cómo flotan y cómo se hunden los barcos.

Arquímedes y la flotación

Evidentemente, las embarcaciones flotaban miles y miles de años antes de que supiéramos por qué. Aunque las embarcaciones más antiguas halladas hasta hoy por los arqueólogos son de hace un máximo de 10.000 años, la evidencia de las migraciones humanas nos sugiere que el hombre las utiliza desde hace más de 100.000 años y con ellas realizó el poblamiento de tierras aisladas como Australia, hace 40.000 años.

La fabricación de embarcaciones fue, por tanto, un arte basado en experiencias empíricas hasta que Arquímedes, en el siglo III antes de la Era Común describió en su libro “Sobre los cuerpos flotantes” que un cuerpo sumergido en un líquido experimenta un empuje hacia arriba igual al peso del líquido que desplaza. Esto quiere decir que un cuerpo puede flotar si desplaza una cantidad de agua que pese menos que ellos, para lo cual le damos una forma tal que tenga una cantidad suficiente de aire en su interior, y así pueda desplazar su peso en agua sin que el agua llegue a entrar en él. Un barco de acero como el Titanic, de 46.000 toneladas, está diseñado para desplazar más de 46.000 toneladas de agua marina.

Por ello mismo, hay materiales que flotan por sí mismos sin importar su forma, porque su densidad intrínseca es menor a la densidad del agua. O, dicho de otro modo, un determinado volumen de ellos pesa menos que el mismo volumen de agua.

Al entrar agua en una embarcación, el aire se sustituye por agua y la densidad total del barco aumenta hasta que se hunde.

Esto permite entender cómo se diseñó el Titanic para evitar que una perforación del casco provocara la inundación de todo el barco. Por debajo de la línea de flotación, el barco estaba dividido en 16 compartimientos estancos que podían cerrarse rápidamente. Si había una perforación, se sellaba el compartimiento de modo que, aunque se inundara, la nave seguiría a flote. De hecho, se calcula que el Titanic se podría haber mantenido a flote incluso si cinco de los compartimientos se inundaran.

Y sin embargo, se hundió.

Fallos en cascada

El estudio de los restos del Titanic ha permitido determinar cuáles fueron los factores que incidieron en el desastre.

En primer lugar, el acero de la nave y el hierro los remaches utilizados para armar el casco de la nave sucumbieron a un fenómeno llamado “fractura frágil”, en la que un metal se rompe sin sufrir previamente una deformación. Este tipo de fractura ocurre cuando se presentan tres factores, mismos que se dieron en el Titanic esa noche: que el metal tenga un alto contenido de azufre, que esté a muy baja temperatura y que el impacto que sufra sea muy fuerte. Esto fue demostrado con muestras del Titanic en 1994 y 1995.

Pero además el barco chocó lateralmente contra el iceberg, no de frente, de modo que éste provocó 6 largas heridas en el casco que inundaron los seis compartimientos delanteros. Las compuertas se cerraron inmediatamente después de la colisión, pero el daño era demasiado. Se calcula que el Titanic podría haber soportado incluso la inundación de cinco compartimientos, uno menos de los dañados.

Esto explica además por qué el hundimiento fue tan rápido y la forma en que se dio, con toda la proa inundada, haciendo que el barco se inclinara para después partirse en dos. Incluso se ha hecho notar que si no se hubieran cerrado las compuertas, el agua se habría extendido por todo el casco haciendo más lento el hundimiento, lo que habría permitido que se utilizaran mejor los botes salvavidas y que el Carpathia, el barco de pasajeros que se apresuró a llegar al lugar del hundimiento, rescatara a muchos más supervivientes.

La explicación de la fascinación pública sobre el Titanic será, sin duda, mucho más difícil de desentrañar que los fallos de diseño y de materiales que provocaron su hundimiento. Pero el legado más importante de la tragedia, vale tenerlo presente, fue una intensa mejora en los diseños y métodos de construcción de barcos, en la seguridad y en la legislación sobre botes salvavidas, que han salvado, con certeza, muchas más vidas de las que se perdieron esa madrugada en el Mar del Norte.

La búsqueda del Titanic

Durante 73 años, distintos grupos se ocuparon de buscar los restos del Titanic. La creencia de que se había hundido en una sola pieza alimentó todo tipo de especulaciones, como la que llevó al escritor estadounidense Clive Cussler a escribir la novela “¡Rescaten al Titanic!”, un thriller en el que se utiliza aire comprimido para reflotar el pecio y rescatar un supuesto mineral que transportaba. La novela fue llevada al cine con poco éxito en 1980. El 1º de septiembre de 1985, una expedición francoestadounidense encontró finalmente los restos del famoso barco.