Los artículos aquí reunidos han sido escritos especialmente para el suplemento Territorios del diario El Correo.
Después de su publicación, cada articulo se reproduce en este blog con la amable autorización del diario.
El nombre Los expedientes Occam pretende ser, primero, un guiño a los falsos misterios que se promueven como Expedientes X, Y o Z al tiempo que se aparta la vista de los verdaderos grandes misterios del universo y de la forma en que unos mamíferos bastante peculiares los han ido resolviendo realmente.
Pero es ante todo un mínimo homenaje al brillante lógico y filósofo inglés William of Occam (u Ockham), monje franciscano que en el siglo XIV utilizó y expresó un principio que hoy es esencial para la actividad científica y el método científico que se desarrollaría posteriormente, el Principio de la parsimonia, que indica que "no se deben multiplicar las entidades sin necesidad" o, dicho de otro modo, en la explicación de cualquier fenómeno debemos hacer cuantas menos suposiciones sea posible, eliminando aquéllas que no marquen una diferencia en las predicciones observables que haga una hipótesis o teoría. Este principio se conoce también como "La navaja de Occam", pues corta de raíz las fantasías innecesarias para el conocimiento certero, y está considerado una de las máximas de la heurística o forma en que se realizan los descubrimientos.
La ciencia ha sido en gran medida, el proceso de abandono paulatino de "entidades" o elementos explicatorios innecesarios y que sólo enturbiaban la capacidad humana de comprender efectivamente el universo a su alrededor. El flogisto, el horror al vacío, el éter, la fuerza vital o vis vitalis y otras muchas propuestas similares han caído bajo el filo certero de la navaja.
William of Occam, por cierto, dio su primer nombre al personaje central de El nombre de la rosa de Umberto Eco, William of Baskerville (el segundo nombre es un homenaje a Sherlock Holmes), y mucho del personaje se debe a este pensador medieval.