Varicella zoster, el virus de la varicela y también causante del herpes zoster (Foto D.P. de CDC/Dr. Erskine Palmer/B.G. Partin, vía Wikimedia Commons) |
Una vez que ha desaparecido la erupción, aproximadamente uno de cada cinco pacientes desarrolla una neuralgia postherpética (NPH), un atroz dolor constante y debilitante que no siempre responde al tratamiento y que puede alterar radicalmente la vida ordinaria del paciente durante meses o, incluso, años.
El responsable de este cuadro sin duda preocupante es el virus Varicella zoster, o virus del herpes humano, muy conocido por ser el responsable de la varicela, esa común enfermedad que adquieren, padecen y superan prácticamente todos los niños. La varicela es más benigna en los pacientes de menor edad, y casi nunca tiene secuelas graves, comenzando con síntomas gripales que evolucionan hacia dos o tres oleadas de erupciones con picor que forman pequeñas llagas abiertas que, habitualmente, sanan sin dejar cicatriz. El principal peligro de la varicela es el contagio a mujeres embarazadas, ya que el virus puede dañar gravemente a los fetos de menos de 20 semanas de desarrollo, provocando una variedad de malformaciones y desórdenes que pueden ser sumamente severos. El tratamiento de los síntomas de la varicela implica, según decisión del médico, el uso de un poco de bicarbonato de sodio en la bañera y el uso de antihistamínicos para paliar el prurito, parecetamol e ibuprofeno (pero nunca, nunca, aspirina ni medicamentos que la contengan), una buena higiene de la piel para evitar infecciones secundarias y la varicela desaparece al cabo de unos veinta días, pero su agente causante, el virus del herpes humano, no lo hace.
Así como la ciencia ha descubierto diversos antibióticos para luchar contra infecciones causadas por bacterias y otros organismos unicelulares, la lucha contra los virus es una historia totalmente distinta. Los antibióticos son absolutamente inútiles contra los virus (razón por la que no se recomienda el uso de antibióticos en episodios de gripe, que es ocasionada por un virus). Para evitar las infecciones virales hemos acudido, principalmente, a las vacunas, que al darle al cuerpo una forma debilitada del virus le estimula a producir defensas contra dicho virus, de modo que al producirse una infección sea el propio cuerpo el que enfrenta a los virus. En el caso de la varicela, la vacuna apenas se puso a disposición de la práctica médica en 1995, pero la protección que ofrece no es permanente, y la vacuna debe volver a administrarse cada diez años.
El virus del herpes humano es eliminado de nuestro cuerpo por las defensas excepto en los ganglios adyacentes a la columna vertebral, y de la base del cráneo, donde permanece en estado latente. Si estos virus se reactivan, por motivos que aún no conocemos, recorren los nervios en una migración hacia la piel donde comienzan a presentar los síntomas del herpes zóster. Curiosamente, las personas que por alguna causa no hayan padecido jamás la varicela son inmune a esta forma más agresiva de la infección viral. El herpes zóster puede ser padecido por personas jóvenes, pero principalmente afecta a personas mayores de 65 años de edad, aunque puede ser padecido por personas jóvenes. Las armas del médico en ese caso están muy limitadas: algunos antivirales que inhiben la replicación del ADN del virus son el principal tratamiento, junto con diversos medicamentos que disminuyen la severidad de los episodios. El tratamiento temprano con aciclovir reduce la duración del ataque y, sobre todo, evita los más graves síntomas y la gravedad de la neuralgia postherpética, si ésta llega a presentarse. El tratamiento puede incluir además reposo en cama, lociones tópicas para calmar la erupción, aplicación de compresas frías en las zonas cutáneas afectadas, esteroides e incluso antidepresivos, si los efectos del ataque se reflejan muy notablemente en el estado de ánimo del paciente.
En 2006, finalmente, se aprobó para su utilización una vacuna derivada de la que se utiliza contra la varicela. En un estudio en el que se administró la vacuna a 38.000 pacientes se demostró que evitaba la mitad de los casos y, principalmente, se reducían los casos de neuralgia postherpética en dos tercios. Así, aunque la vacuna no es tan efectiva como lo son otras que utilizamos, su utilidad puede ser grande en cuanto a la cantidad de sufrimiento que puede evitar. Sin embargo, y pese a que ya se está administrando en lugares como el Reino Unido, se trata de una vacuna costosa (entre 100 y 200 euros) de la que aún no se conocen sus posibles efectos secundarios indeseables retardados, y tampoco se sabe durante cuánto tiempo estarán protegidos quienes se vacunan. En términos generales se recomienda sólo para personas de más de 60 años que no tengan alergia a ningún componente de la vacuna, que no tengan debilitado el sistema inmune por alguna otra afección, que no tengan un historial de cáncer de médula ósea o sistema linfático y que no tengan tuberculosis activa y sin tratar. Pese a todas las advertencias y conocimiento aún escaso de la vacuna, algunas personas, especialmente quienes ya han sido víctimas de un ataque de herpes zóster, consideran que conviene vacunarse, sin duda alguna.
La exposición como factor de protecciónUna importante observación realizada en el estado de Massachusets, en los EE.UU., fue que la incidencia de herpes zóster aumentó hasta casi duplicarse desde que se empezó a incrementar la vacunación infantil contra la varicela, de 1999 a 2003, confirmando que los adultos mejoraban su protección inmune contra el herpes zóster si estaban expuestos a niños con varicela. Quizá una de las mejores formas de mejorar la efectividad de la vacuna contra el herpes zóster sea disminuir el uso de la vacuna contra la varicela, una paradoja que presenta difíciles aristas éticas y una elección compleja que tarde o temprano deberán tomar las autoridades sanitarias. |