Una neurona de la zona del hipocampo (foto CC MethoxyRoxy vía Wikimedia Commons) |
A principios de la década de 1990, Giacomo Rizzolatti, al frente de un grupo de neurocientíficos formado por Giuseppe Di Pellegrino, Luciano Fadiga, Leonardo Fogassi y Vittorio Gallese de la Universidad de Parma informó del hallazgo de un tipo de neuronas en macacos que se activan cuando el animal realiza un acto motor, como tomar un trozo de comida con la mano, pero también se activan cuando el animal observa a otro realizar dicha acción.
No se trata de neuronas motrices, sino de neuronas situadas en la corteza premotora, y no se activan simplemente al presentarle al mono la comida como estímulo, ni tampoco se activan cuando el mono observa a otra persona fingir que toma la comida. El estímulo visual efectivo implica la interacción de la mano con el objeto.
Los investigadores llamaron a estas neuronas “espejo”, y el descubrimiento dio pie a una enorme cantidad de especulaciones e hipótesis sobre el papel funcional que podrían tener estas neuronas, y muchos investigadores emprendieron experimentos para determinar si el ser humano y otros animales tenían un sistema de neuronas espejo.
El salto de las neurociencias
De todos los objetos y mecanismos del universo, curiosamente, del que sabemos menos es precisamente el que empleamos para entender, para sentir y para ser humanos: el cerebro.
El estudio de nuestro sistema nervioso se vio largamente frenado quizá por influencia de visiones religiosas que consideran que la esencia humana misma tiene algo de sagrado y por tanto no debe ser sometida al mismo escrutinio que dedicamos al resto del universo. Pero hoy en día estamos viviendo un desarrollo acelerado de la neurociencia y se espera que en los próximos años veamos una explosión del conocimiento similar a la que experimentó la astronomía con Galileo, la biología con Darwin o la cosmología y la cuántica con Einstein.
Las neurociencias son un sistema interdisciplinario que incluye a la biología, la psicología, la informática, la estadística, la física y varias ciencias biomédicas y que tiene por objeto estudiar científicamente el sistema nervioso. Esto implica estudiar desde el funcionamiento de su unidad esencial, la neurona, hasta la compleja interacción de los miles de millones de neuronas que dan como resultado la actividad cognitiva, las sensaciones, los sentimientos, la conciencia, el amor, el odio y la comprensión, entre otras experiencias humanas.
Aunque a lo largo de toda la historia humana se ha pretendido comprender la función del sistema nervioso, su estudio científico nace prácticamente con el trabajo de Camilo Golgi y Santiago Ramón y Cajal a finales del siglo XIX. Su desarrollo sin embargo tuvo que esperar a que la biología molecular, la electrofisiología y la informática avanzaran lo suficiente para aproximarse en detalle al sistema nervioso, lo que ocurrió apenas a mediados del siglo XX.
La identificación de los neurotransmisores, los sistemas de generación de imágenes del cerebro en funcionamiento, la electrofisiología que permite estudiar las descargas electroquímicas de todo el cerebro, de distintas estructuras e incluso de una sola célula, una sola neurona.
Y fue la posibilidad de medir la reacción de una sola neurona la que permitió a los investigadores realizar el experimento que descubrió las neuronas espejo.
Las implicaciones
El doctor Vilanayur S. Ramachandran, considerado uno de los principales neurocientíficos del mundo, especuló sobre el significado y función de las neuronas espejo, a partir de otro estudio, en el que investigadores de la Universidad de Califonia en Los Ángeles descubrieron un grupo de células en el cerebro humano que disparan normalmente cuando se pincha a un paciente con una aguja, es decir, “neuronas del dolor”, pero que también se activaban cuando el paciente miraba que otra persona recibía el pinchazo. Era una indicación adicional de que el sistema nervioso humano también tiene neuronas espejo.
Pero también le daba una dimensión completamente nueva a la idea de “sentir el dolor de otra persona”. Ante los resultados de esa investigación, esa capacidad empática parecía salir del reino de la filosofía, la moral y la política social para insertarse en nuestra realidad biológica. Una parte de nuestro cerebro, al menos, reacciona ante el dolor ajeno como reaccionaría ante nuestro propio dolor.
Para Ramachandran, las neuronas espejo podrían ser a las neurociencias lo que el ADN fue para la biología, un marco unificador que podría explicar gran cantidad de las capacidades del cerebro humano. Incluso, este reconocido estudioso especuló que el surgimiento de las neuronas espejo pudo haber sido la infraestructura para que los prehomínidos desarrollaran hablidades como el protolenguaje, el aprendizaje por imitación, la empatía, la capacidad de "ponerse en los zapatos del otro" y, sobre todo, la "teoría de las otras mentes” que no es sino nuestra capacidad de comprender que otras personas pueden tener mentes, creencias, conocimientos y visiones distintas de la nuestra. Es gracias a esa comprensión que preguntamos cosas que no conocemos pero otros pueden conocer... y que le decimos a otros cosas que quizás ignoran.
Ramachandran también sugería que el sistema de neuronas espejo podría ser responsable de una de las habilidades más peculiares del nuestro cerebro: la de leer la mente.
Evidentemente no leemos la mente como lo proponen las fantasías telepáticas, pero tenemos una gran capacidad para deducir las intenciones de otras personas, predecir su comportamiento y ser más astutos que ellos. Los negocios, las guerras y la política son pródigos en ejemplos de este “maquiavelismo” que caracteriza al primate humano.
Quizás el sistema de neuronas espejo, desarrollado desde sus orígenes bajo una presión evolutiva determinada, es precisamente el que nos hace humanos, el responsable de que hace 40.000 años se diera el estallido de eso que llamamos civilización.
Para Ramachandran, de ser cierto incluso un fragmento de todas estas especulaciones, el descubrimiento de las neuronas espejo podría demostrar ser uno de los descubrimientos más importantes de la historia humana.
El aprendizaje cambia el cerebroEntre los más recientes avances en el estudio de las neuronas espejo se encuentra un estudio de Daniel Glaser que demostró que las neuronas espejo de los bailarines se activan más intensamente cuando el bailarín ve movimientos o acciones que él domina que al ver movimientos que no están en su repertorio de movimientos. “Es la primera prueba de que ... las cosas que hemos aprendido a hacer cambian la forma en que el cerebro responde cuando ve el movimiento”, dice Glaser. |