Artículos sobre ciencia y tecnología de Mauricio-José Schwarz publicados originalmente en El Correo y otros diarios del Grupo Vocento

Chris Hadfield: la emoción del espacio

La aventura espacial sigue siendo uno de los más relevantes emprendimientos del ser humano. Simplemente, al parecer, lo habíamos olvidado.

Chris Hadfield en su histórica interpretación de
Space Oddity en la Estación Espacial Internacional
Desde fines del siglo XIX, la posibilidad real de salir de los límites de la atmósfera terrestre disparó un duradero entusiasmo por los viajes al espacio, alimentado por la primera obra de ficción que trató la posibilidad con seriedad: “De la Tierra a la Luna” de Jules Verne.

En 1903, el ruso Konstantin Tsiolkovsky publicó dos monografías sobre la exploración espacial y, basado en sus ecuaciones, propuso el uso de cohetes de varias etapas para alcanzar una órbita alrededor del planeta. Poco después, en Estados Unidos, Robert Goddard presentó en 1919 sus teorías sobre viajes en cohetes y las llevó a la práctica en 1926, lanzando el primero de muchos cohetes de combustible líquido.

Los viajes al espacio se empezaron a hacer realidad como parte de la “guerra fría” entre Estados Unidos y la Unión Soviética. Y el entusiasmo por ellos era universal, ya estuviera uno en la órbita soviética o en la estadounidense: era una gran aventura, con el añadido de la competencia que le daba mayor emoción, una gran carrera espacial, como se conoció.

Pero una vez alcanzada la Luna, el objetivo que los contendientes se habían planteado como premio de su enfrentamiento, el entusiasmo empezó a decaer junto con los presupuestos. Después de la llegada a la Luna, las siguientes seis misiones a la Luna (de las que llegaron cinco y fracasó la Apolo XIII) fueron cada vez menos interesantes para el público, sin importar los beneficios que el proyecto espacial estaba empezando a entregar “en tierra” (por mencionar sólo uno, la microminiaturización de componentes forzada por el coste de envío al espacio de cada gramo, que desembocó en los ordenadores personales y la revolución que provocaron).

Mientras la NASA sufría recortes continuos desde 1970, sus adversarios se ocuparon de los viajes orbitales... hasta que la Unión Soviética se desmoronó en 1991. Los entusiastas del espacio siguieron teniendo motivos de alegría, pero para el público en general la exploración espacial pasó a ser algo que estaba allí, con científicos y técnicos, astronautas de una glacial seriedad y tan poco emocionante como un trabajo de fontanería.

Y llegó el canadiense

Cierto, se había intentado suavizar la imagen de los astronautas. En abril de 2011, la astronauta Candy Coleman en el espacio y el mítico líder de Jethro Tull, Ian Anderson, hicieron un dueto de flauta celebrando los 50 años del vuelo orbital de Yuri Gagarin. José Hernández, “Astro_José”, el astronauta de origen mexicano, alcanzó cierta relevancia en Twitter. Pero siempre dejaban la impresión de que todo estaba demasiado coreografiado, que estaban haciendo relaciones públicas para la NASA. Eran como dijo Kevin Fong, director del centro de medicina espacial del University College de Londres, “una orden monástica silenciosa”.

Incluso el hecho mismo de que existiera un grupo de rock formado exclusivamente por astronautas, llamado Max Q, era asunto que sabían muy pocas personas, pese a que la banda ya tiene 26 años de existencia y por ella han pasado 19 hombres y mujeres que han estado en el espacio.

Todo cambió cuando Chris Hadfield, bajista y vocalista de Max Q, fue nombrado como tripulante de la Estación Espacial Internacional.

Durante cinco meses, pero especialmente durante los tres en los que fue comandante de la Expedición 35 de la ISS, Hadfield se convirtió en el astronauta que humanizó el espacio y devolvió a muchos, especialmente a los jóvenes, el entusiasmo por lo que pasa más allá de los confines de nuestro planeta.

Y no lo hizo asombrándonos con los elementos técnicos más desarrollados, sino llevando a tierra, mediante vídeos, fotos y sus cuentas en las redes sociales, la cotidianidad del espacio, a veces lo más simple, lo cotidiano.

Así, explicó lo que pasa si uno llora en el espacio (se crea una bola de agua en el ojo, acumulando las lágrimas, por lo que debe quitarse con un pañuelo desechable, las lágrimas no caen), por qué los astronautas no pueden llevar pan a la estación (las migas que se desprenden del pan flotan e incluso pueden aspirarse por la nariz, en vez de ello comen tortitas mexicanas, llamadas allá “tortillas”), cómo lavarse los dientes, cómo afeitarse, cómo dormir... la vida diaria compartida por un comunicador entusiasta, eficaz, con carisma y capaz de hacer que la gente, como dijo en una sesión de preguntas y respuestas de la red social Reddit “experimentara un poco más directamente cómo es la vida a bordo de una nave de investigación en órbita”.

Pero además de las fotografías y momentos ligeros, como su conversación con William Shatner, actor canadiense que dio vida al Capitán James Kirk en la serie original de televisión Star Trek y en las primeras 6 películas de la franquicia, también llevó a quienes lo seguían en las redes sociales a las emociones reales de la vida en órbita, como una fuga de amoníaco que puso en riesgo el suministro de electricidad de la estación, cuya reparación contó por Twitter mientras la preparaban, o un paseo espacial de emergencia de dos de los astronautas bajo su mando.

La culminación de la estancia del comandante Hadfield fue, sin duda, su interpretación, como guitarrista y cantante que es, de la canción “Space Oddity” de David Bowie, a modo de despedida. Poco después de subir el vídeo, las redes sociales hervían comentándolo.

Lo que se supo después es que primero Hadfield tuvo que se convencido por sus hijos de que sería buena idea llevar su misión a las redes sociales, y luego él tuvo que convencer a la agencia espacial canadiense y a la NASA de darle los medios y el tiempo para hacerlo.

Gracias a ello, y a su forma de responder preguntas, a sus explicaciones, su buen humor y su evidente entusiasmo por su trabajo, muchos jóvenes que no habían prestado demasiada atención a las evoluciones de los astronautas han recuperado el entusiasmo por la exploración del espacio, por las posibilidades que ofrece, por grandes desafíos como el mítico viaje a Marte que algunas agencias espaciales, como la de China, se están planteando seriamente.

Y si hay el entusiasmo necesario, se podrá hacer realidad la sentencia de Tsiolkovsky: “La Tierra es la cuna de la humanidad, pero uno no puede vivir para siempre en una cuna”.

En el aire y en el espacio

Chris Hadfield nació en Ontario, Canadá, en 1959 y estudió ingeniería mecánica al tiempo que era piloto de la Real Fuerza Aérea canadiense. Al espacio en 1995, en la misión 74 del transbordador espacial y en 2001 en la número 100. Fue enlace de la NASA con todos sus astronautas y su representante en el centro Yuri Gagarin. En diciembre de 2012 subió a la ISS, de la que fue comandante del 13 de marzo al 12 de mayo de 2013.