Novum Organum Scientiarum, la "nueva herramienta de la ciencia", libro esencial de Francis Bacon para el desarrollo del método científico. (vía Wikimedia Commons) |
Los seres vivos desarrollan nuevas capacidades lentamente. Los mejor adaptados tienden a reproducirse más eficazmente de modo gradual, acumulando sus ventajas generación tras generación. El ser humano puede adoptar rápidamente, y a nivel individual, numerosas características adaptativas. Hacer fuego o herramientas, cambiar estrategias de cacería, empezar a alimentarse de plantas y animales nuevos o aprender electrónica o música son sólo ejemplos de los rápidos cambios no genéticos que nos permite el conocimiento.
Por ello hemos buscado cuál es la mejor forma de obtener conocimiento. Algunos, especialmente prácticos, se obtuvieron por ensayo y error. Si un miembro del grupo probaba un alimento nuevo y enfermaba, se consideraba que el alimento era inadecuado por alguna causa. Si un miembro conseguía hacer una herramienta o arma de buena calidad, podía enseñárselo a otros, y todos aprender qué tipos de piedra eran mejores.
Pero las preguntas siempre han sido más abundantes que las respuestas y se necesitaban fuentes de conocimiento. Por ejemplo, la revelación de los dioses, que algunos decían que recibían en “visiones” o sueños vívidos o poderes especiales. Pero esta forma de conocimiento no era fiable, ni entonces ni hoy, cuando la usan videntes y brujos, y es que no era ni precisa, ni fiable.
Grecia y la filosofía
Hacia el siglo VI antes de la Era Común, en Grecia se empezó a tratar de conocer la realidad de un modo nuevo, a través del pensamiento y la reflexión: la “filosofía” o ”amor por la sabiduría”. Su sistema era el discurso razonado, el pensamiento crítico y la reflexión. Por medio de las matemáticas, la geometría y la lógica encontraron afirmaciones cuya verdad podía ser demostrada sin intervención de los dioses, lo que animó otras formas de investigación.
Sócrates, en el siglo V a.E.C. desarrolló el método dialéctico, de preguntas y respuestas para analizar las más diversas afirmaciones. El cuestionamiento y las contradicciones permitían eliminar las ideas menos acertadas y buscar otras mejores. Junto con ello, había una forma de comprobar ideas en la práctica, empíricamente. Este método fue aplicado selectivamente por Aristóteles, que logró ver que los delfines son mamíferos pero creyó que las moscas tienen cuatro patas, cuando bastaba atrapar una y contarlas para tener una mejor respuesta.
La filosofía griega dio lugar a la escolástica medieval, método que buscaba la verdad mediante la razón pero sin contradecir a las autoridades del pasado, válidas por dogma. Si una afirmación contradecía a la Biblia o a Aristóteles o a alguno de los padres de la iglesia, se daba por errónea.
Pero en el Renacimiento, alrededor del siglo XVI, algunos pensadores se atrevieron a desafiar a las autoridades con una nueva forma de buscar conocimiento a través de una observación metódica con la cual proponer explicaciones o interrelaciones entre los fenómenos del universo y, después, revisar la evidencia para ver si sustenta o rechaza la hipótesis.
Pero para aprovechar el nuevo método al máximo era necesario cuestionarlo todo, no aceptar verdades a priori como las de las autoridades, sino tomarlas y someterlas al escrutinio del método para confirmarlas o rechazarlas. Esto disparó el conflicto de la religión y la filosofía escolástica contra lo que Francis Bacon llamaba “conocimiento claro y demostrativo”.
Aplicando de distintas formas el “método científico”, Andreas Vesalio contrastó las afirmaciones de las autoridades sobre la anatomía del cuerpo humano y descubrió que muchas eran incorrectas, además de encontrar otras muchas más certeras. Copérnico observó el movimiento de los cuerpos celestes y, con la evidencia a su alcance, desarrolló una explicación mejor que las anteriores. Galileo observó los cuerpos celestes por el telescopio y confirmó que las ideas de Copérnico eran preferibles. También hizo experimentos que demostraron que las ideas de Aristóteles sobre la caída de los cuerpos eran incorrectas: un cuerpo diez veces más pesado que otro no cae diez veces más rápido, cae a la misma velocidad.
Las afirmaciones producto de este nuevo método podían ser corroboradas o verificadas independientemente por cualquier otra persona que tuviera los mecanismos necesarios de observación y de contrastación de la evidencia. Galileo podía haber sido condenado a arresto en su casa por lo que dijo ver en su telescopio, cuatro lunas girando alrededor de Júpiter como los planetas giran alrededor del sol, pero cualquiera que tuviera un telescopio podía ver lo mismo.
El uso de la evidencia como gran juez de la validez de una afirmación fue el elemento central de lo que se conoció como “revolución científica”.
A partir de ese momento, los seres humanos no sólo empezamos a saber cada vez más cosas, sabíamos cuál era el camino necesario para saberlas, y empezamos a aplicarlo intensamente en las más diversas disciplinas. ¿El agua es un elemento o es un compuesto que se puede dividir en otros elementos? La evidencia experimental demostró que está formada de hidrógeno y oxígeno, no había opinión contraria aceptable. ¿El corazón era simplemente el órgano que daba calor al cuerpo o era el encargado de mover la sangre por todo el organismo? La evidencia demostró que la segunda explicación era mucho más precisa.
Así, descartando hipótesis en función de la evidencia y desarrollando otras hipótesis susceptibles de ser mejoradas, la ciencia y su método consiguieron darlos un conocimiento certero que el ser humano apenas había vislumbrado en el pasado. El nuevo sistema, además, podía autocorregirse, es decir, si un científico erraba en sus observaciones, en sus experimentos, en los datos que reunía, otro podía verificarlo y encontrar los errores para mejorar poco a poco las explicaciones de todo cuanto estudia la ciencia.
Por primera vez en la historia disponemos de un método que nos permite saber con certeza y que nos permite además entender cómo es que los científicos de distintas disciplinas saben las cosas, y que tiene además la enorme ventaja de que funciona, como podemos ver en el mundo a nuestro alrededor, transformado y hecho posible por él.
Un resumenFrancis Bacon (1561-1626), defensor del método científico, lo resumió someramente así: “Observación y experimento para reunir material, inducción y deducción para desarrollarlo: éstas son las únicas buenas herramientas intelectuales.” |