Artículos sobre ciencia y tecnología de Mauricio-José Schwarz publicados originalmente en El Correo y otros diarios del Grupo Vocento

El lugar de todos los libros

Bibliotheca Alexandrina, la heredera
de la gran biblioteca perdida.
(D.P. vía Wikimedia Commons)
Los monarcas griegos de Egipto intentaron reunir la sabiduría del mundo conocido en un solo lugar, la biblioteca de Alejandría, un sueño que antecedió a Internet.

Una de las conquistas más duraderas de Alejandro Magno fue la de Egipto, realizada al inicio de su carrera entre el 332 y el 331 antes de la Era Común. Alejandro fue visto por los egipcios como su liberador, pues estaban entonces, por segunda vez, bajo el dominio persa, y los sacerdotes lo exaltaron como Amo del Universo e Hijo de Zeus. Alejandro fundó entonces la primera, y más famosa, de las ciudades que llamaría Alejandría, en la costa mediterránea de Egipto.

Al morir Alejandro en Babilonia, su amigo y general Tolomeo, uno de sus siete guardaespaldas, llevó su cuerpo hasta Alejandría para enterrarlo en un sitio hoy desconocido y asumir el poder, que reclamó como resultado de la partición del imperio de su amigo, emprendiendo la consolidación de su poder en el reino y situando su capital en Alejandría, que vio como epicentro de la cultura helénica. Lograda la estabilidad politica como, el ahora faraón Tolomeo I Soter se ocupó de patrocinar las artes, las letras y las ciencias, y fundó una de las instituciones más ambiciosas de la historia, la Gran Biblioteca de Alejandría.

Aún si Tolomeo no fue, como creen algunos estudiosos, alumno de Aristóteles en su infancia con Alejandro,  la influencia del filósofo estuvo presente cuando la organización de la biblioteca se le encargó a Demetrio de Falerón, que la comenzó, según la leyenda, con sus propios libros traídos de Atenas, pero que contaba además con un enorme presupuesto y una misión: reunir todos en esta institución todos los libros de la tierra mediante compras y transcripciones. "Los Tolomeos deseaban que su Biblioteca fuera universal. No sólo debía contener lo fundamental del saber griego, sino escritos de todos los países, que luego habían de ser traducidos al griego” afirma Mostafá El-Abbadi, de la Universidad de Alejandría.

Construida, dicen las crónicas, al estilo del Liceo de Aristóteles, y situada junto al Musaeum o museo, la casa de las musas, dentro del palacio real, la Gran Biblioteca tenía jardínes para pasear, un comedor común, un salón de lectura, salas de conferencias y salas de reuniones, además de espacios para las adquisiciones, transcripciones y traducciones. No se trataba únicamente de un sitio de acumulación de conocimiento, sino que fue además un centro de investigaciones sostenido generosamente por la dinastía tolemaica, que sería la última del imperio egipcio terminando con Cleopatra. La Biblioteca de Alejandría producía continuamente nuevos trabajos. Entre los primeros se encuentra la Geometría de Euclides, matemático que estuvo directamente bajo la protección de Tolomeo I.

Desde su concepción, y durante los tres siglos de su crecimiento incesante, la Biblioteca de Alejandría capturó la imaginación y el entusiasmo de sus coetáneos, además de ser un elemento relevante en la economía alejandrina. Dice Wallace Matson, profesor emérito de filosofía de la Universidad de Berkeley: “La biblioteca atraía a tantos académicos visitantes que alimentarlos y alojarlos se convirtió en una importante industria alejandrina. Se proporcionaban servicios de copiado de modo que la biblioteca era de hecho, también, una editorial. De esta forma, la difusión del aprendizaje recibió una gran ayuda”.

Uno de los personajes más relevantes relacionados con la biblioteca, que ha aparecido frecuentemente en obras de ficción y que llevó a la atención pública la serie Cosmos de Carl Sagan, es ahora protagonista de la película Ágora de Alejandro Amenábar. Se trata de Hipatia de Alejandría, la sabia griega que vivió en el Egipto bajo la dominación romana entre el siglo IV y V de nuestra era. Hipatia destacó en matemáticas, astronomía y filosofía, encabezando la escuela de Platón y de Plotino en la ciudad.

Aunque Hipatia trabajó en la biblioteca, hay dudas fundadas de que fuera, como algunos afirman, su última bibliotecaria. Pero fue sin duda la encarnación del espíritu de la biblioteca, de la libre investigación, de la participación amplia en la cultura y de la capacidad multidisciplinaria, como comentarista de obras científicas, cartógrafa estelar e del hidrómetro, que se usa para determinar la densidad y gravedad relativa de los líquidos. El asesinato de la pagana Hipatia a manos de una turba cristiana que la acusaba de un problema político entre el prefecto y el obispo de Alejandría, es considerada además por algunos historiadores el fin del helenismo.

El gran misterio que dejó la biblioteca fue la historia real de su final. A lo largo de la historia, varios personajes han sido señalados como sucesivos destructores de la biblioteca, empezando por Julio César, que según Plutarco incendió la gran biblioteca accidentalmente al quemar dos de sus embarcaciones en su conquista de Egipto en el 48 a.E.C. Ciertamente esto no destruyó la biblioteca, que siguió existiendo varios siglos. Aureliano, que atacó la ciudad en el siglo III de nuestra era ha sido señalado como saqueador que llevó parte de la biblioteca a Constantinopla. En el 391, el emperador cristiano Teodosio ordenó destruir todos los templos paganos, y al parecer la biblioteca sufrió por ella.

El ya citado El-Abbadi afirma que la última referencia conocida de la biblioteca de Alejandría fue de Sinesio de Cirene, uno de los alumnos de Hipatia. Aún así, la leyenda atribuye también el fin de la biblioteca a la conquista de la ciudad por Amr ibn al ‘Aas en el año 642.

Pero ése no fue el fin.

Además de los esfuerzos por crear bibliotecas digitales en Internet como la Europeana o la Biblioteca Digital Mundial, en 2002 se inauguró en Alejandría la Bibliotheca Alexandrina, un proyecto cultural de la Universidad de Alejandría con apoyo de la UNESCO. La nueva biblioteca que pretende seguir la tradición de la fundada por Tolomeo tiene 11 niveles con espacio para ocho millones de libros, un centro de conferencias, bibliotecas especializadas para ciegos, jóvenes y niños, tres museos, cuatro galerías de arte, un planetario y, de modo muy pertinente, un laboratorio de restauración de manuscritos. Los libros que tiene han sido donados por países de todo el mundo, convirtiéndose en expresión del legado de Alejandro Magno y Tolomeo en el siglo XXI.


Las primeras bibliotecas

Originadas en Egipto alrededor del 2000 a.E.C., las bibliotecas fueron la institución científica por excelencia del mundo antiguo. Antes del 1000 a.E.C. la biblioteca de la capital de los hititas contaba con tabletas en ocho idiomas, y la biblioteca de Nínive, 400 años después, contenía desde poesía hasta libros para estudiar gramática. Se presume que tanto la Academia de Platón como el Liceo de Aristóteles tenían bibliotecas.

Las vacunas, su realidad y sus expectativas

Una de las acciones más sencillas para mejorar la salud individual y social tiene su origen en antiguas prácticas empíricas reelaboradas por la ciencia.

Vacunación contra la poliomielitis en
la India. Los bajos niveles de
vacunación son responsables de que
la polio siga siendo endémica
en ese país.
(Foto D.P. vía Wikimedia Commons)
En cuanto se supo de la aparición de una nueva cepa del virus de la gripe N1H1, las primeras preguntas que se plantearon en los medios de comunicación fueron sobre las vacunas: ¿la vacuna de gripe de este año protegía contra este virus?, ¿había vacuna? y, si no,¿la habría pronto y en cantidad suficiente?

Pocos avances de la medicina han tenido un efecto tan contundente en la sociedad y la historia como las vacunas, y por ello son fuente de esperanzas a veces excesivas por un lado y, por otro, objeto de ataques de quienes combaten a la medicina basada en evidencias y en cambio promueven distintas formas de curanderismo mágico.

El principio de la vacunación era ya conocido desde al menos el año 200 antes de la era común, en China e India, para evitar la viruela, aunque su mecanismo seguía siendo un misterio. La sistematización del conocimiento sobre las vacunas tuvo que esperar, sin embargo a que el médico rural inglés Edward Jenner abordara el problema a fines del siglo XVIII.

Entonces, la viruela era un grave problema de salud, era endémica en casi todo el mundo, y sólo en Europa se cobraba alrededor de 400.000 vidas al año. Para prevenirla, con un sistema venido de oriente, el holandés Jan Ingehaus inoculaba a personas sanas con sustancias de las pústulas de pacientes que sufrían casos poco intensos de viruela, lo cual los hacía inmunes a la viruela, pero muchos de los inoculados fallecían al ser infectados por la enfermedad con toda su fuerza.

Edward Jenner observó durante una epidemia en 1788 que pacientes suyos que habían sufrido una enfermedad mucho más ligera llamada vaccinia, que se contagiaba por el contacto con el ganado, no eran atacados por la viruela, y decidió hacer un experimento para comprobar si había una relación causa-efecto. En 1796, tomó líquido de las pústulas de una granjera aquejada de vaccinia y consiguió permiso de un granjero para inocular a su hijo contra la viruela. El joven recibió la inoculación de vaccinia y sufrió levemente la afección. Después, para probar la teoría de Jenner y en un experimento enormemente arriesgado, Jenner le inoculó viruela.

El joven no sufrió la enfermedad, demostrando que la vaccinia inmunizaba contra la viruela. En 1789, el año de la Revolución Francesa, Jenner hizo su propia revolución publicando su investigación sobre lo que llamó “vacuna”. No se sabía en ese momento que un microorganismo era el responsable de la enfermedad, pero ya se tenía una forma adecuada, eficaz y segura de evitarla.

La vacunación, en pocas palabras, implica administrar material capaz de generar una respuesta inmune (antígeno) para estimular el sistema inmune de un organismo. Pueden ser bacterias o virus patógenos debilitados, muertos o desactivados de alguna forma, o incluso sólo proteínas procedentes de ellos. El cuerpo vacunado produce anticuerpos para combatir tales antígenos y queda por tanto en condiciones de combatir exitosamente a los organismos patógenos si llega a verse atacado por ellos. Se puede decir que la vacuna “enseña” a nuestro cuerpo cómo es un microorganismo enemigo, sus características esenciales, antes de que lo ataque.

Las técnicas de vacunación se ampliaron enormemente con el trabajo de Louis Pasteur, que fue además el primero que comprendió cómo funcionaban, al enunciar la teoría de los gérmenes patógenos como responsables de muchas enfermedades antes atribuidas a entes inexistentes como los “humores” o la “fuerza vital”. Por primera vez, una teoría de la enfermedad era científicamente demostrable, replicable y permitía una serie de acciones terapéuticas eficaces basadas en conocimientos precisos.

La vacunación es la forma más barata, eficaz y sencilla de proteger a grandes poblaciones contra ciertas enfermedades, motivo por el cual prácticamente todos los gobiernos mantienen políticas de vacunación obligatoria para mejorar la sanidad pública y evitar las epidemias del pasado. La viruela fue la primera enfermedad erradicada por medio de la vacunación, a través de un amplísimo esfuerzo coordinado por la Organización Mundial de Salud en todo el planeta. El último caso de viruela en condiciones naturales ocurrió en Somalia en 1977. El segundo objetivo de la OMS fue la poliomielitis, que está próxima a ser totalmente erradicada, y se espera que el tercer objetivo sea el sarampión.

La obligatoriedad de las vacunas para ser eficaces ha provocado, sin embargo, reacciones políticas y sociales que, con frecuencia, acuden a la desinformación. La idea de que toda acción gubernamental es rechazable hace que pase a segundo plano el valor médico de ciertas acciones. Se ha afirmado que las vacunas “no sirven”, pese a la realidad de la erradicación de la viruela, y se ha llegado a sugerir, sin bases científicas, que pueden causar enfermedades en los niños. El que muchos de estos ataques provengan de grupos con claros intereses políticos no hace, sin embargo, que los medios sean más cuidadosos en su valoración del mensaje.

El Dr. Ben Goldacre, autor de la columna “Bad Science” del diario británico The Guardian recuerda cómo, con base en un solo estudio con graves fallos metodológicos y a contracorriente de docenas de estudios que concluían lo contrario, en Inglaterra se desarrolló una campaña de pánico contra la triple vacuna, dando como consecuencia la caída en el porcentaje de niños británicos vacunados y el resurgimiento de las afecciones. Hoy Gran Bretaña sufre un aumento alarmante de casos de sarampión entre niños no vacunados, y en 2005 el país sufrió su primera epidemia de paperas en muchos años. Quienes han disfrutado las ventajas de las vacunas quizá ya no recuerdan que tanto el sarampión como las paperas son, en un porcentaje de casos, afecciones muy graves e incluso mortales.

Evidentemente, lo ideal sería que las discusiones sobre acciones de salud se centraran en la evidencia médica a favor y en contra de ellas, evidencia que sólo puede surgir de los trabajos de investigación y nunca de la presión política o la promoción de la desconfianza y el temor entre la población.

Grandes expectativas


Buena parte del futuro de la salud humana depende de vacunas potenciales sobre las que se está trabajando, especialmente contra la malaria, afección que mata a casi 3 millones de personas al año, principalmente niños del Tercer mundo, y contra el VIH, causante del SIDA y una de las principales causas de muerte en África. Ambas vacunas presentan dificultades técnicas que no tuvieron otras vacunas. La del VIH, por ejemplo, enfrenta una gran variabilidad en las sustancias determinantes de la actividad antigénica de este virus, y de la gran variabilidad genética del propio virus.


Sesgos cognitivos: cuando pensamos rápido y mal

El primer paso para dejar de ser irracional es darnos cuenta de que somos, muchas veces, profundamente irracionales, como lo demuestran nuestros sesgos cognitivos.

Nuestro cerebro da credibilidad a un
entrenador de fútbol como experto
en colesterol debido al "efecto halo".
“La primera impresión es la que cuenta.” Esta frase, habitual en libros de autoayuda, cursillos de formación para comerciales y cátedras de relaciones públicas, resultó ser, intuitivamente, lo que hoy sabemos que es verdad científica: nuestra primera percepción de una persona afecta nuestro juicio general sobre ella, con frecuencia llevándonos a cometer errores de juicio que pueden ser graves. A esto se le conoce como el “efecto halo”, porque trasladamos las características positivas o negativas de parte de la personalidad de alguien a otras partes.

Un ejemplo claro de este “efecto halo” es el de las personas a las que, por ser famosos, bien parecidos o buenos actores, les damos credibilidad en áreas que nada tienen que ver con ello. ¿Acaso los deportistas son expertos en maquinillas de afeitar, los actores saben mucho sobre cafeteras o las presentadoras atractivas tienen un conocimiento singular sobre muebles? Sabemos que no, y sin embargo gran parte de la publicidad está basada en que nosotros, por la forma en que están predeterminados nuestros procesos de pensamiento, vamos a ver positivamente las opiniones de tales personalidades de un modo totalmente irracional.

El reciente caso de la cantante escocesa Susan Boyle es un buen ejemplo del efecto halo en lo negativo. El aspecto de la mujer hizo que el público inmediata e irracionalmente concluyera que debía tener una voz horrible, o que no sabría cantar, aunque si lo pensamos un momento es evidente que la capacidad de cantar y la posesión de una voz hermosa no tienen nada que ver con el aspecto o la educación de una persona. De ahí que la reacción del público ante la buena interpretación de Susan Boyle se convirtiera en un acontecimiento mundial.

Es fácil decir que no se debe juzgar un libro por su portada, pero en realidad no podemos evitar hacerlo. El efecto halo es uno de los muchos sesgos cognitivos identificados por la psicología científica. Tales sesgos cognitivos son como atajos para la emisión de juicios que utiliza nuestro cerebro para asumir una posición rápida ante ciertos estímulos, problemas o situaciones, pero que nos pueden conducir a errores que pueden ser graves. La psicología cognitiva estudia las estrategias y estructuras que utilizamos para pensar, para manejar la información, y ha identificado una gran cantidad de ellos, con frecuencia relacionados entre sí.

Así, por ejemplo, el sesgo de confirmación, o de prejuicio, es la tendencia que tenemos de buscar hechos que confirmen nuestros prejuicios, o interpretar los hechos que tenemos a mano con el mismo fin. Así, por ejemplo, el racista verá todo comportamiento reprobable de un miembro del grupo que odia como una confirmación de sus prejuicios, cerrando los ojos al mismo tiempo a evidencias que vayan contra ellos, por ejemplo, los comportamientos admirables del grupo objeto de su rechazo o los comportamientos reprobables de su propio grupo.

Por su parte, el sesgo de la ilusión de control se encuentra detrás de muchas supersticiones y comportamientos irracionales. Se trata de la tendencia que tenemos a creer que podemos controlar ciertos acontecimientos, o influir en ellos, cuando racionalmente es evidente que tal control es imposible. Así, creamos rituales y supersticiones que nos dan cierta seguridad, como los deportistas que repiten ciertas conductas esperando que condicionen cosas como su capacidad de marcar goles, que evidentemente depende de muchos otros factores objetivos.

Es imposible resumir las docenas de sesgos cognitivos que la psicología ha identificado por medio de experimentos que, por otra parte, son frecuentemente notables por el ingenio que han empeñado los experimentadores para que los sujetos no sean conscientes del tipo de estudio al que se les somete, pero hay uno que sin duda tiene una gran influencia en nuestra vida cotidiana en lo individual, lo familiar y lo social, el sesgo llamado heurística de disponibilidad. La heurística es la forma que tenemos de buscar soluciones mediante métodos no rigurosos, como el tanteo o las reglas empíricas, nos dice el diccionario de la RAE.

La heurística de disponibilidad es el sesgo que implica utilizar como elemento de juicio el dato más disponible en nuestra memoria debido a su impacto, a ser reciente o a alguna otra causa. Por ejemplo, si un amigo nos cuenta que ha tenido un problema grave con un automóvil de una marca, es frecuente que concluyamos que todos los automóviles de esa marca son poco fiables, cuando el problema podría ser simplemente de ese vehículo en particular, o de los malos hábitos de conducción de nuestro amigo.

Otro caso claro de heurística de disponibilidad se presenta cuando notamos y damos especial importancia a un suceso poco frecuente. Así, si pensamos en alguien y en ese momento nos llama por teléfono, podemos concluir que ha habido un fenómeno telepático, porque el hecho es impactante, sin pensar en los miles y miles de veces que suena el teléfono sin que tengamos idea de quién llama, y menos aún sin calcular las probabilidades de que un número determinado de ocasiones en la vida ocurrirá inevitablemente que pensemos en una persona en el momento en que nos llama.

Conocer los sesgos cognitivos, saber que nuestro cerebro, por la forma en que ha evolucionado, acudirá a ellos para hacer juicios que pueden ser profundamente irracionales, no es sólo un área de estudio de la psicología. Estar conscientes de estas limitaciones nos sirve también para realizar un esfuerzo consciente por ser racionales en ciertos casos y compensar los sesgos cognitivos que tenemos.

Ciertamente, en la sabana, cuando nuestra especie tenía fundamentalmente el destino de ser alimento de sus depredadores, una decisión rápida tomada con base en muy pocos datos tenía un gran valor de supervivencia. No había ni tiempo ni forma de analizar a fondo la situación cuando un tigre dientes de sable nos pisaba los talones. Pero hoy, cuando el hombre puede alterar profundamente su realidad, a su planeta, su vida y su futuro, no nos podemos dar el lujo, al menos en ciertas decisiones importantes, de actuar sin valorar todos los elementos y sin utilizar cuidadosamente la razón.

La memoria sesgada

El hombre siempre ha confiado en su memoria, pero hoy sabemos que, también, nuestra memoria está sujeta a sesgos y fallos que hacen que no debamos siempre fiarnos de ella. Las falsas memorias, que durante un tiempo se consideraron un mito, y otros errores de memoria, son hoy tenidas en cuenta sobre todo por los tribunales, en juicios donde el recuerdo de las personas y su testimonio puede afectar profundamente la vida de otros.


Un recuerdo de Carl Sagan

Carl Sagan, la vida de un visionario entusiasta que inició todo un movimiento de divulgación científica y varios proyectos científicos relevantes.

Sin precedente, la televisión mundial de la década de 1980 erigió como famoso a un doctor en astronomía y astrofísica, de algo más de 45 años de edad, que no solía usar corbata: el doctor Carl Sagan.

Llegó a 600 millones de espectadores en todo el mundo gracias a una serie de sólo 13 capítulos de una hora cada uno, producida con un presupuesto relativamente limitado para la cadena de televisión pública PBS. Cosmos, serie producida entre 1978 y 1979, destacó por sus efectos especiales, por la música original del griego Vangelis y, sobre todo, por la personalidad agradable y entusiasta de su presentador. Cosmos se emitió por primera vez en 1980 y se retransmitió sin cesar durante las dos décadas siguientes, convirtiendo en una figura familiar a Carl Sagan con su sentido del asombro ante el universo y la posibilidad del hombre de conocerlo mediante la ciencia.

Lo que siguió fue un éxito poco común para un astrofísico, profesión más dada al aislamiento de los laboratorios, los encerados y las cavilaciones que al glamour de los medios. Al obtener prestigiosos premios como el Emmy y el Peabody, dedicados a las mejores producciones de la radio la televisión, Cosmos marcó una época en los medios, un camino para la divulgación científica moderna y enfocó la atención sobre una serie de temas que siguen siendo considerados esenciales pese al paso de casi 30 años.

Un astrónomo vocacional

Desde que a los cinco años se preguntó qué eran las luces en el cielo, si eran pequeñas bombillas eléctricas con largos cables negros o algo distinto, Carl Sagan se empeñó en conocer el universo. Hijo de un obrero y un ama de casa, judíos de origen ruso, nació en Brooklyn, Nueva York en 1934 y desde muy pequeño, con su amigo Robert Gritz, se interesó por las estrellas. Aprendió a poner dos lentes, una frente a la otra, para ver los cráteres de la Luna (como lo había hecho Galileo) y la mancha roja de Marte, y conoció el mundo de la Biblioteca Pública de Nueva York y del Museo de Historia Natural de esa ciudad.

Era natural que al pasar del bachillerato a la universidad siguiera con su interés. En la Universidad de Chicago, donde participó en la Sociedada Astronómica Ryerson, obtuvo tres grados sucesivos de licenciatura y maestría en física entre 1954 y 1956 hasta obtener, en 1960, su doctorado en astronomía y astrofísica. Pasó como profesor a la universidad de Cornell, en el estado de Nueva York, donde obtuvo la cátedra en 1971 y realizó numerosas investigaciones.

Mucho antes de ser una personalidad mediática, Carl Sagan realizó una serie de aportaciones científicas que le dieron un lugar en el mundo de la astrofísica. Desde la década de 1950 trabajó como asesor y consultor de la NASA, y jugó un papel relevante en el programa espacial estadounidense. Fue uno de los formadores de los astronautas de las misiones Apolo antes de sus viajes a la Luna y participó como diseñador de experimentos en las expediciones robóticas Mariner, Viking, Voyager y Galileo. A principios de la década de 1960, ayudó a resolver el acertijo que presentaban las altas temperaturas de Venus al proponer al efecto invernadero como responsable de ellas, y a explicar los cambios estacionales en Marte (que algunos habían interpretado como crecimiento y disminución de zonas con vegetación) demostrando que se debían al polvo movido por el viento.

Una de sus grandes pasiones fue la búsqueda de vida e inteligencia extraterrestre, pero empleando los métodos de la ciencia y no las creencias y relatos poco confiables de personas interesadas en aparecer en los medios. Además de demostrar experimentalmente la producción de aminoácidos a partir de sustancias simples bombardeadas por radiaciones, estableció la organización conocida como SETI, siglas en inglés de Búsqueda de Inteligencia Extra Terrestre.

Sagan calculó que mucho antes de que nos pudieran visitar los extraterrestres podríamos percibir sus emisiones de radio, considerando que la radio es un desarrollo fundamental en la ciencia. De hecho, las emisiones de la Tierra sólo han salido de nuestra atmósfera desde 1936, de modo que sólo nos podrían detectar seres que vivieran a un máximo de 73 años luz. Así, SETI utiliza radiotelescopios para buscar en el ruido electromagnético del espacio una señal coherente, con la curiosa discontinuidad que la inteligencia imparte a la materia que controla.

Ciencia para todos

Sagan escribió ampliamente sobre los aspectos científicos del debate ovni, la vida extraterrestre y la comunicación con inteligencias extraterrestres, pero su primer momento de fama se dio cuando diseñó el disco fonográfico que lleva consigo –todavía— la sonda Voyager, que hoy es el objeto creado por el hombre que ha viajado más lejos desde su planeta de origen. La atención mediática sobre el proyecto llevó a que escribiera en 1978 el libro Murmullos de la tierra, relatando el proyecto de intento de comunicarnos con alguna inteligencia extraterrestre que encontrara la sonda.

En 1978, su libro Los dragones del Edén, especulaciones sobre la evolución de la inteligencia humana obtuvo el Premio Pulitzer y se convirtió en el modelo de sus posteriores obras de divulgación científica mezclando su sentido del asombro, una gran claridad en la exposición y un inagotable entusiasmo por el conocimiento. A este libro seguirían El cerebro de Broca y, en 1980, Cosmos, basado en la serie de televisión, que lo consagrarían como el hombre que puso la cosmología al alcance de todos. Seguirían ocho libros, incluida su novela Contacto, llevada al cine con Jodie Foster como protagonista, y su último libro, El mundo y sus demonios, una defensa final de la razón, el pensamiento crítico y el escepticismo frente a los vendedores de misterios, promotores de lo paranormal y negociantes de las pseudociencias.

La sola lista de los honores científicos y sociales que se le confirieron a Carl Sagan llenaría toda esta página, desde medallas de la Nasa hasta premios de ciencia ficción y reconocimientos rusos y estadounidenses. Pero quizás el principal legado que dejó atrás a su muerte en 1996, fue la invitación a que más y más científicos se comprometieran con la importante labor de hacer a la ciencia un tema accesible y emocionante para la gente común que no hace ciencia... o al menos no sabe que la hace muchas veces en su vida cotidiana.

La sociedad tecnológica

“También hemos dispuesto las cosas de modo que casi nadie entienda la ciencia y la tecnología. Esto es una receta para el desastre. Probablemente nos salgamos con la nuestra durante un tiempo, pero tarde o temprano esta mezcla combustible de ignorancia y poder va a estallarnos en la cara.” Carl Sagan.

Como solía ser el futuro


Desde los autos voladores hasta las computadoras inteligentes y los robots en cada casa, las predicciones de la ciencia ficción y de muchos analistas han fracasado estrepitosamente.

Las capacidades predictivas del hombre no son demasiado asombrosas fuera de los espacios estrictos de la ciencia. En ciencia, la observación y la experimentación permiten derivar leyes, teorías y fórmulas que dicen cómo se comportarán las cosas. Las leyes de la gravitación de Newton nos permiten predecir con gran precisión a con qué aceleración caerá un objeto hacia otro, o cómo se atraerán dos objetos según su masa y la distancia que los separa.

Pero esas predicciones no son del tipo que más nos entusiasma y captura nuestra imaginación. Lo que deseamos es conocer aspectos humanos y detalles del futuro que, precisamente por depender de una cantidad incalculable de factores, son prácticamente imposibles de prever.

La profecía era, hasta no hace mucho, sólo espacio de lo mágico. Gran cantidad de supersticiones se aplicaron para conocer el futuro, con un éxito nulo, tratando de ver en ciertos aspectos de la realidad “signos” sobre otros aspectos de la misma, reservando a los “profesionales” la posibilidad de interpretarlos. La astrología, la posición en la que caen huesos o conchas marinas lanzadas al suelo, la secuencia de cartas de la baraja española, americana o del tarot (todas ellas inventadas en el siglo XVI), la forma de las uñas, las líneas de la mano, las entrañas de las aves, la forma de las nubes, las hojas del té o los posos del café... las formas de fracasar en la predicción del futuro son numerosísimas.

La demostración empírica de que ningún adivinador no ha conseguido jamás realmente adivinar el futuro no basta sin embargo para que nuestra sociedad condene a sus practicantes al horrible destino que implicaría ganarse la vida trabajando. Los adivinadores siguen en nuestro entorno, quizá cumpliendo funciones sociológicas y psicológicas que, sin que ellos lo sepan, les permiten seguir medrando y depredando la ingenuidad, la inseguridad y la buena fe de sus congéneres.

Las profecías del pasado se limitaban a hechos de la vida cotidiana, como las de los brujos actuales: el resultado de los negocios, asuntos de amor, la salud y el riesgo de muerte, etc. Esto acontecía, siempre hay que recordarlo, en sociedades en las que el concepto de cambio no existía. Las expectativas eran que todo fuera igual durante la vida de una persona, como en tiempos de sus padres y abuelos, y que seguiría siendo igual para sus hijos y nietos. No había cambios notables en las relaciones sociales, en la forma de llevar a cabo los oficios de la agricultura, el tejido, la cerámica, etc. El cambio era algo que sólo podía ser malo: sequía, inundaciones, terremotos, invasiones de los vecinos, guerras y epidemias.

La revolución científica cambió todo esto. De pronto, el cambio se volvió una constante de la sociedad humana, el hoy empezó a ser distinto del ayer y, por lo mismo, se empezó a esperar que el mañana fuera distinto del hoy. Habría descubrimientos científicos, avances tecnológicos, nuevos descubrimientos de tierras, seres, tribus, riquezas. Las sociedades empezaron así a tener una evolución observable, que no se medía en siglos o, incluso, milenios, sino que podía percibirse notablemente en la vida de un ser humano (que por entonces tenía una duración media de unos 40 años). Y la pasión humana por conocer el futuro encontró un nuevo filón para expresarse.

El arma de esta forma de intento de conocer el futuro, de prevenir un futuro indeseable o de promover el más deseable, de advertirnos de riesgos y de asombrarnos con la forma en que las cosas serían en el futuro fue la ciencia ficción, que nace precisamente con la novela Frankenstein o el moderno Prometeo de Mary Wollstonecraft Shelley, y que prevé la posibilidad de que los experimentos de Galvani sobre la electricidad animal den como resultado la posibilidad de crear vida utilizando la electricidad y los nuevos conocimientos de la anatomía.

Una parte de la ciencia ficción—no toda—se ha ocupado desde entonces del futuro, de la forma que el cambio puede tener en nuestra sociedad. La hay extremadamente pesimista, que pinta futuros aterradores e indeseables, y que actúa sobre nuestros miedos de formas muy eficaces. Pero la más difundida ha sido la vertiente de la ciencia ficción que nos muestra un futuro optimista, mejor, un paraíso de ingenieros y científicos, mientras más ingenuo (y muchas veces más alejado de la ciencia real) más atractivo.

Esto ha llevado a que el hombre se imagine su futuro de modo más activo y amplio que los profetas y augures de siempre, pero generalmente con el mismo poco éxito. Claro que, al menos, los escritores, cineastas, animadores y demás artistas que se han imaginado futuros nos venden su trabajo como fantasía y no, como los adivinos profesionales, asegurando que su visión es real y está basada en algo más que un ejercicio de la imaginación.

La ciencia que nos ha dado el cambio acelerado que vivimos actualmente, donde estamos atentos a las noticias de la ciencia y la tecnología para saber qué nuevo aparato, qué nuevo descubrimiento, qué nuevo procedimiento cambiará nuestra vida de un día para otro, no nos ha dado sin embargo, todavía al menos, las armas para conocer ese cambio. Nuestros antepasados inmediatos se han imaginado futuros que hoy nos parecen absurdos, incluso cómicos. Pensemos en el lanzamiento del vehículo lunar que nos legó Georges Mélies en su filme sobre la novela De la Tierra a la Luna de Jules Verne.

El futuro de Flash Gordon, el de Buck Rogers, el de la serie Star Trek, e incluso el de la aún popular serie animada “Los Supersónicos” hoy nos parecen, por así decirlo, “futuros pasados de moda”. Además de sentir, en cierto modo, que la ciencia y la tecnología nos han traicionado al no darnos los hoteles en órbita, los robots que nos ayuden en casa, los autos voladores y los ordenadores inteligentes y hasta simpáticos que nos ofrecía la ficción, nuestra visión misma del futuro ha cambiado, y sigue cambiando continuamente. El futuro cambia conforme más sabemos de la realidad y de lo que es posible o no. Porque el futuro no es sólo el cambio científico o tecnológico. El futuro es lo que nosotros, como individuos y como sociedades, hacemos con el cambio, para bien y, con frecuencia también, para mal.


La futurología


 La previsión del futuro se enriqueció en la década de 1960 con la aparición de la disciplina llamada “futurología”, que pretende utilizar datos concretos para postular futuros posibles, probables y deseables, y analizar qué partes de nuestra realidad tienen más probablidades de permanecer y cuáles no. Lejos de ser una ciencia, no deja de ser el intento más serio de la historia por entender el futuro.


Nanotecnología: realidad y exageraciones

La fantasía puede ser más interesaante que la realidad, a primera vista, pero para el asombro, nada mejor que la realidad, como lo demuestra el trabajo de investigación en la ciencia y técnica de lo tremendamente pequeño.

Una de las tecnologías más comentadas en los últimos años ha sido la nanotecnología, es decir, la que se ocupa de productos de tamaño extremadamente pequeño, manipulando estructuras moleculares y átomos.

El problema ha sido que las vastas promesas y posibilidades de esta tecnología, y su cercanía con la fantasía y la ciencia ficción se han confundido con frecuencia con hecho reales. Los medios de comunicación, en ocasiones, toman las especulaciones más arriesgadas de investigadores y estudiosos y las presentan como previsiones puntuales del futuro, que además se cumplirán inevitablemente.

El ejemplo más manido en años recientes es el de la “máquina autorreplicable”. La idea es que se podrían construir nanomáquinas que tomaran elementos a su alrededor para constuir otras máquinas idénticas a ellas. Ello podría representar un peligro al descontrolarse dichas nanomáquinas, que atacarían al universo entero para reproducirse ciegamente.

Por supuesto, para que esto ocurriera no hace falta que las máquinas sean nanotecnológicas. De hecho, el riesgo de estas máquinas a nivel macroscópico fue propuesto en 1948 por el matemático John Von Neumann como un “experimento mental”. Las llamadas “máquinas de Von Neumann” eran máquinas hipotéticas que usarían un “mar” o almacén de piezas de recambio como fuente de materia prima. Las máquinas tendrían un programa para tomar partes del “mar” utilizando un manipulador, crear una réplica de sí misma y copiar su programa en la réplica para que ésta hiciera lo mismo.

Como el límite para la producción de máquinas de Von Neumann serían precisamente las piezas de recambio, la ciencia ficción, sin las limitaciones que se impone un matemático, se propuso máquinas que pudieran realizar excavaciones mineras y otras operaciones para producir desde cero los materiales necesarios para autorreplicarse. Autores como Philip K. Dick. A.E. Van Vogt y Poul Anderson tocaron el tema, y la guerra entre máquinas autorreplicantes y seres humanos imaginada por el escritor Harlan Ellison se convertiría en la historia de la película Terminator y sus secuelas.

Pero los problemas tanto teóricos como prácticos para llevar a la práctica las máquinas de Von Neumann a una escala macroscópica son tales que nadie se ha propuesto hacer alguna en realidad, y mucho menos estamos cerca de tener nanomáquinas autorreplicantes. La gran mayoría de las nanomáquinas que nos presentan los medios siguen siendo ciencia ficción, máquinas que no existen en el mundo a nuestra escala y cuya existencia a nivel nanométrico está incalculablemente lejos.

Cierto que los científicos sueñan con tener algún día máquinas capaces de manipular la materia átomo por átomo, con capacidad para convertir, en un ejemplo recurrente, un montón de tierra en una manzana, una silla o un ordenador, o máquinas inyectadas en el torrente sanguíneo para identificar y destuir selectivamente células cancerosas, pero nada indica que esta posibilidad esté a la vuelta de la esquina, ni siquiera que algún día se haga realidad. Por el momento, las nanomáquinas reales más complejas son engranes, piñones y escapes similares a los de los relojes mecánicos.

En la realidad, parte de la investigación que se lleva a cabo en la actualidad tiene por objeto entender cómo funcionan los materiales a nanoescalas, en donde se encuentra la frontera, aún no claramente definida, entre leyes de la física del mundo macroscópico y la mecánica cuántica. Por ejemplo, la asombrosa capacidad de las lagartijas de la variedad de los gecos para trepar incluso por superficies tan lisas como un vidrio se deben a que los pelos de sus patas se ramifican hasta llegar a espátulas con el diminuto tamaño de 2 nanómetros. A esas escalas, entran en acción las llamadas “fuerzas de Van der Walls”, que ocurren a nivel molecular. Miles de millones de leves atracciones se suman para poder sostener al geco.

Dicho de otro modo, a esas escalas la física newtoniana no siempre funciona para describir lo que ocurre. En qué punto y cómo se debe acudir a la cuántica es un tema fundamental para la nanotecnología.

Lo más probable es que las nanomáquinas que se produzcan realmente sean muy distintas a las máquinas a escala humana, no sólo versiones reducidas de lo ya conocido. Así, por ejemplo, una nanomáquina real presentada en 2008 es un “nanoimpulsor”, una esfera que puede capturar y guardar medicamentos y activarse mediante la luz para liberarlos dentro de las células cancerosas, lo que representa la posibilidad de disminuir grandemente las incomodidades asociadas a la quimioterapia, producidas cuando las células normales responden a la toxicidad de las sustancias usadas para matar las células cancerosas. Y esto sólo se puede hacer a nanoescala, donde la sola presencia o ausencia de la luz provoca un cambio fundamental en la composición del nanoimpulsor.

Además, para que la nanotecnología cambie nuestras vidas no son necesarias máquinas, ni sencillas ni complejas. Precisamente porque actúan en niveles de características aún no conocidas, se están utilizando productos muy sencillos con capacidades asombrosas. Por ejemplo, los nanotubos formados de carbono y otros elementos, de unos pocos nanómetros de diámetro y longitudes hasta de un milímetro conseguidas a la fecha, se están utilizando como semiconductores en la microelectrónica, en materiales compuestos con resinas plásticas para la administración térmica, e la conducción de electricidad, y en iluminación y producción de pantallas de vídeo. Otros nanomateriales se están utilizando para aplicaciones un tanto más ordinarias, como el recubrimiento de hojas de afeitar para hacerlas más eficaces y duraderas, y una de las más grandes promesas son paneles solares mucho más baratos, mucho más resistentes y muchísimo más eficientes que los que tenemos hoy en día.

Nanotubos, nanoesferas, nanovarillas, nanoestructuras, objetos sencillos que al ser extremadamente pequeños ofrecen posibilidades muy distintas a las de sus parientes a escala humana, y todo un universo de aplicaciones, la mayoría muy distintas a las que en ocasiones se difunden por su efecto mediático.


Nanoinformática

La microminiaturización de la informática, así como los sistemas de almacenamiento de datos, están encontrando límites cada vez más difíciles de superar. Una serie de nuevos descubrimientos han abierto la posibilidad muy real de tener una unidad de almacenamiento de 500.000 gigabytes en un espacio de 2,5 x 2,5 centímetros, y sistemas de almacenamiento muy potentes del tamaño de un grano de arena.

La fibra de carbono

Dijo Shakespeare que somos la materia de la que están hechos los sueños. Quizá. Pero también somos de la materia de la que hoy se hacen naves espaciales, bicicletas y raquetas de tenis: el carbono.

Una fibra de carbono pasa sobre un cabello humano (más claro).
La leyenda indica 10 nanómetros (millonésimas de metro)
(Imagen CC de Anton vía Wikimedia Commons)
El carbono es uno de los elementos más apasionantes del universo por su capacidad de formar cadenas, además de que es el elemento que más compuestos puede formar. A día de hoy se han descrito más de diez millones de compuestos orgánicos puros, pero teóricamente el carbono puede formar muchísimos más. Esos compuestos son precisamente la base de la vida y los cimientos de todo lo orgánico que nos rodea. Alrededor del 18,5% de la masa de nuestro cuerpo es carbono en una vasta cantidad de compuestos.

Adicionalmente, el carbono tiene la singular capacidad de formar polímeros, que son cadenas de moléculas sencillas. Por ejemplo, la glucosa es el monómero natural más común, pero puede formar diversas cadenas que dan como resultado igualmente la celulosa que lel almidón. Por todo ello, no deja de ser afortunado que el carbono sea el cuarto elemento más abundante del universo por su masa, después del hidrógeno, el helio y el oxígeno.

Finalmente, una de las peculiaridades de este versátil elemento es que existe muy poco tiempo en forma de átomos independientes, y éstos se estabilizan organizándose en varias configuraciones multiatómicas. A estas distintas estructuras se les conoce como alótropos. Los átomos en en forma no cristalina e irregular forman el carbono amorfo, como el carbón vegetal, el hollín y el carbono activado. Los átomos de carbono formando grupos de anillos hexagonales en capas forman el grafito, cuya suavidad se debe a que dichas capas están unidas muy débilmente. A grades presiones, los átomos de carbono se unen como tetraedros, cada uno a otros cuatro, creando una red cristalina que llamamos diamante. Todas estas formas, y otras más, son el mismo elemento, el carbono.

Conocido desde la prehistoria, el carbono ha sido utilizado en muy diversos procesos y ha sido intensamente investigado. Así, en 1958 se crearon las primeras fibras de carbono de alto rendimiento, pero fue necesario esperar hasta 1960 para tener una fibra que contuviera un 55% de carbono y que tenía una resistencia superior a la del acero unida a un peso muy ligero.

La fibra de carbono está formada de hilos formados por miles de filamentos de carbono. Cada filamento es un delgado tubo de entre 5 y 8 micrometros (millonésimas de metro) de diámetro. Estas fibras se pueden presentar como hilos en bobinas o en tejidos de diversas características en cuanto a espesor y resistencia.

La utilización de la fibra de carbono se realiza en combinación con diversos polímeros, principalmente resinas epóxicas, formando los llamados materiales compuestos o composites que suelen llevar el nombre de la fibra estructural. La fibra de carbono funciona como lo hace la fibra de vidrio al imparte sus propiedades a diversas resinas, y del mismo modo, cuando decimos que algo está fabricado con fibra de carbono, queda implícito que se trata de un compuesto, en el que la fibra se conoce como “matriz”, de modo que hablamos en general de compuestos “matriz-polímero”

La utilización industrial de los compuestos de fibra de carbono comenzó en la industria aeroespacial, como alternativa para sustituir piezas metálicas de gran peso, y pronto saltó al mundo de las carreras de automóviles, donde se desarrollaron distintos tejidos y mezclas de tejidos que fueran resistentes en un sentido pero débiles en otro, o bien mezclas resistentes en todas las direcciones, que se emplean en partes como la cabina del piloto, que se hace a medida y debe proteger al máximo al conductor.

Además de su resistencia y fiabilidad, la fibra de carbono tiene la gran ventaja de que puede moldearse en prácticamente cualquier forma imaginable. Las telas de fibra de carbono empapadas en resinas epóxicas son altamente maleables y flexibles, lo que da a los diseñadores una gran libertad en el uso de este material, por ejemplo para darle formas aerodinámicas o hidrodinámicas.

Las carrocerías de los coches de Fórmula Uno están hechas totalmente de fibra de carbono para controlar su peso y resistencia. Los famosos volantes de los autos de F1 son también de fibra de carbono. Los frenos, curiosamente, son de un compuesto llamado “carbono-carbono” o una matriz de carbono reforzada con fibras de carbono para resistir las altas temperaturas a las que se ven sometidos durante una carrera. El prestigio de la fibra de carbono en el mundo automovilístico es tal que muchas personas dedicadas a la modificación o tuning de autos utilizan piezas que dejan sin pintar para que se vea el peculiar aspecto del tejido de fibra de carbono.

Actualmente, los compuestos de fibra de carbono se utilizan en toda aplicación donde se necesite combinar una gran resistencia y un bajo peso: bicicletas de carreras, palos de golf, raquetas de tenis, cañas de pescar, embarcaciones para competencias de remo (canoas, skeets, kayaks), bates de béisbol, las hojas de las hélices de las turbinas eólicas, equipo fotográfico, mobiliario y robótica, arcos para tiro con flecha, etc.

Este aumento en la variedad de las utilizaciones de la fibra de carbono además impulsa la reducción del precio de este material, que sigue siendo alto, así como la investigación de mejores formas para su producción de modo más eficiente y económico.

Quizá la aplicación más asombrosa de los compuestos con matriz de fibra de carbono hasta ahora ha sido la producción de instrumentos musicales. La empresa Blackbird ha rediseñado completamente la guitarra clásica española de cuerdas de nylon, obteniendo un instrumento negro, de forma que recuerda a un laúd renacentista y, se dice, con una sonoridad similar a la de los más costosos modelos de guitarra tradicional. El caso más impresionante, es el de Luis and Clark, fabricante de violines, violas, violoncellos y contrabajos de fibra de carbono, que han conquistado un sector tradicionalmente conservador, el de los músicos clásicos. Yo-Yo Ma, el principal violoncelista de la actualidad, utiliza un cello Luis and Clark de 7.000 dólares con tanto entusiasmo como sus dos cellos clásicos Montagnana y Stradivarius, cada uno con un precio de alrededor de los dos millones de dólares.


En el aire

Dos modelos de aviones que próximamente surcarán los cielos hacen un uso intensivo de la fibra de carbono. El Boeing 787 Dreamliner que se presentó en 2007 tiene el 50% de su peso formado por fibra de carbono que se emplea en el fuselaje, las alas, la cola, las puertas y los interiores. Su competidor europeo, el Airbus A350, tendrá su fuselaje y alas formados principalmente de fibra de carbono. Esto representa, ante todo, un ahorro en combustible y una reducción de la contaminación de la atmósfera causada por el creciente tráfico aéreo en el mundo.

Oliver Sacks: los viajes por el cerebro

Para muchas personas, el doctor Oliver Sacks se llama “Malcolm Sawyer”, y tiene el rostro y acento estadounidense de Robin Williams. En 1990, el actor compartió estelares con Robert de Niro en la película Despertares, adaptación del libro del propio Dr. Sacks que relata su primer trabajo de importancia en una clínica de Nueva York a fines de la década de 1960.

La popularidad de Oliver Sacks no depende, sin embargo, únicamente de su capacidad como neurólogo, o del tipo de afecciones curiosas y desusadas que ha estudiado de modo especial, sino de su extraordinaria capacidad de convertir sus casos clínicos en historias profundamente humanas, contadas con gran calidez humana, multitud de detalles narrativos y un acercamiento profundo, agudo y empático al paciente, lo que da como resultado textos altamente informativos pero al mismo tiempo de lectura agradable y cercana.

Oliver Sacks nació en 1933 en Londres, en una familia de médicos y científicos, lo cual ciertamente marcó el camino de su vida y de la de sus hermanos, también médicos. Su primer amor fue, sin embargo, la química, como lo relata en su libro El tío Tungsteno: recuerdos de un químico precoz, que eventualmente se vería sustituida por la medicina y, en particular, la neurología. Se graduó como médico en el Queen’s College de la Universidad de Oxford e hizo residencias en los Estados Unidos para obtener su doctorado. Se mudó definitivamente a ese país en 1965, estableciendo su residencia de modo permanente en Nueva York.

En 1966, Sacks empezó a trabajar como consultor neurólogo en el hospital Beth Abraham, una institución de cuidado para pacientes con afecciones crónicas entre los cuales se encontraba un grupo de sobrevivientes de la extraña epidemia de encefalitis letárgica que recorrió el mundo en la década de 1917-1928 y desapareció tan misteriosamente como había aparecido dejando atrás millones de muertos y algunos sobrevivientes. Los pacientes estaban en una catatonia o sueño interminable. Sacks consiguió contactar con las personalidades encerradas en los pacientes, y al conocer los éxitos de la L-dopa en el tratamiento de la enfermedad de Parkinson, decidió experimentar con ella.

El dramático resultado fue, precisamente, el despertar de los pacientes. Con la L-dopa, Oliver Sacks logró darle otra oportunidad a estos pacientes después de 40 años confinados dentro de sus propias mentes. Sin embargo, como también ocurre en los casos de Parkinson, a la larga la L-dopa pierde eficacia, y al cabo de un tiempo los pacientes revirtieron a su estado catatónico.

Uno de los temas recurrentes de Oliver Sacks (en sus libros El hombre que confundió a su mujer con un sombrero y, diez años después, Un antropóloigo en marte) son afecciones neurológicas que nos permiten hacernos una idea de ciertas funciones del cerebro normal por causa de lesiones o disfunciones diversas. Así, el hombre que confundió a su mujer con un sombrero era un paciente que sufría de agnosia visual, la incapacidad del cerebro de usar correctamente estímulos visuales que recibe pero no puede interpretar. Los pacientes pueden ver un objeto y describirlo con precisión: su color, su forma, sus elementos componentes, etc., pero no lo reconoce. Cuando el personaje de ese caso intenta ponerse el sombrero para irse, rodea con sus manos la cabeza de su mujer y trata de ponérsela como si fuera un sombrero, porque para su percepción todas las cosas relacionadas con la cabeza son semánticamente iguales.

El universo de Oliver Sacks, el mundo visto desde la perspectiva de un neurólogo, es sin duda fascinante. Pacientes que no pueden formar memorias nuevas y viven en un presente permanente; otros que han perdido la propiocepción, el sentido de la posición de algunas partes del cuerpo respecto de otras; dos gemelos savants autistas como el protagonista de la película Rainman, que se comunican entre sí recitándose números primos; personas que sufren el síndrome de Tourette o la enfermedad de Parkinson; una sociedad donde todos los miembros padecen de modo congénico acromatopsia (cegera al color), en el atolón de Pingelap en la Micronesia, y cómo han desarrollado una cultura sin colores; un hombre que siente que su pierna no le pertenece y desea que se le ampute... todo un abanico de situaciones extremas para el cerebro y la percepción humana que, sin embargo, no le quitan ni un ápice de humanidad a quienes las padecen.

Sacks no sólo relata las historias de otros. Dado que todos sus casos clínicos lo implican directamente, existe una gran dosis de autobiografía en ellos. Así, además de las memorias de su infancia apasionado por la química, su libro, Con una sola pierna, está dedicado totalmente a la experiencia que sufrió Oliver Sacks al perder el control de una de sus piernas a resultas de una caída. Igualmente, en uno de los ensayos de El hombre que confundió a su mujer con un sombrero, habla de un alumno de medicina de 22 años de edad que después de una noche de fiesta con el consumo de al menos tres drogas distintas, despierta para encontrase que su sentido del olfato se ha intensificado tremendamente. Años después, confesaría que el personaje era él mismo.

Los personajes-pacientes de los libros de Oliver Sacks, multipremiado como escritor científico, divulgador y ensayista, no son sólo fenómenos que se exhiben como rarezas, son inevitablemente seres humanos, vistos como tales en todo caso y, de modo muy especial, el neurólogo se ocupa de analizar y explicar cómo los pacientes consiguen adaptarse a las más extrañas e incapacitantes afecciones neurológicas para seguir adelante con vidas felices y, en muchos casos, productivas.

El más reciente libro de Sacks, Musicofilia, es nuevamente un relato de afecciones peculiares, en este caso relacionadas con la música, retomando una fascinación que siempre ha caracterizado al autor sobre los efectos benéficos e incluso terapéuticos de la música. En él encontraremos a un cirujano que se obsesiona con Chopin después de ser alcanzado por un relámpago, a un psicoanalista que alucina con un rabino cantor y a un músico amnésico con una memoria de sólo unos pocos segundos, pero que sin embargo puede tocar en el piano largas fugas de Bach. Otra forma de ver nuestra relación con la música.


Una ópera

Además de la adaptación al cine de su libro Despertares, esta obra también fue la inspiración para la obra teatral A kind of Alaska, del conocido dramaturgo Harold Pinter, y otros de sus trabajos se han adaptado al cine y la televisión. Pero nada más inesperado que el ensayo que da título a su libro El hombre que confundió a su mujer con un sombrero se convirtiera en una ópera de cámara para tenor, barítono y soprano, del compositor minimalista Michael Nyman, estrenada en Londres en 1986.

La Web 2.0

Nerd
La Web 2.0 no es sólo asunto de jóvenes
(Foto CC de Archiboldian,
vía Wikimedia Commons
Las empresas hoy entienden y utilizan mejor la Web, y los usuarios la emplean eficazmente para ser actores de la comunicación y la información, una nueva forma de ver la World Wide Web.

Si usted es un experimentado internauta y tiene cuentas en Facebook, YouTube o Twitter, seguramente escucha hablar diariamente sobre la Web 2.0, la tecnología 2.0, el marketing 2.0 y una serie de cosas que de pronto adquieren una dimensión distinta cuando se les añade ese 2.0 que evoca la idea de una “nueva versión” de la Web, de la World Wide Web o red a nivel mundial que inventó hace 20 años Tim Berners-Lee en la Organización Europea para la Investigación Nuclear, CERN.

El informático británico propuso la idea del hipertexto o enlaces en el propio texto para facilitar a los investigadores el compartir y actualizar la información en esa poderosa organización científica. La primera propuesta se presentó en marzo de 1989, de modo que la idea de la WWW o Web está cumpliendo su vigésimo aniversario, aunque el primer sitio Web del CERN se puso en línea el 6 de agosto de 1991.

En 1994, Tim Berners-Lee fundó el consorcio de la World Wide Web (W3C), y regaló al mundo la patente de su creación para que Internet fuera asunto de todos. El W3C está formado por varias empresas dispuestas a crear estándares y recomendaciones para mejorar la Web, y ha decidido que todos los estándares que use la red (como los protocolos de comunicación, o la descripción de los lenguajes HTML o XML en que se basa) sean tecnología libre de derechos de autor, para que puedan ser adoptados fácilmente por cualquier persona, grupo u organización.

Pero la Web 2.0 no es una nueva versión de la Web original. Es la misma Web, con la misma tecnología, sin la revolución en características y funcionalidad que solemos atribuir a un cambio de versión de cualquier software. Lo que ha cambiado, y de lo que el mundo se hizo consciente más o menos desde la Primera Conferencia de la Web 2.0 llevada a cabo en 2004 en la ciudad de San Francisco es el desarrollo y diseño para la Web. Se trata de un cambio de actitud hacia la red mundial por parte de desarrolladores y público que tiene por objeto facilitar la comunicación, asegurar los procesos de compartición de la información, la interoperabilidad y la colaboración.

La idea del “2.0” implicaba, ante todo, el regreso de las empresas a la explotación comercial de Internet, pero utilizando la red como plataforma y tratando de entenderla para jugar con sus reglas en vez de tratar de imponerle las de otros espacios. Esto era realmente una nueva etapa después del desastre de las empresas”punto com”, donde a veces sin un producto o servicio real se hicieron y deshicieron fortunas hasta que la burbuja estalló en 2001. Pasada la fiebre de oro del primer intento de negocios en la Web, había otra visión, más serena y, se espera, más inteligente.

Un ejemplo muy claro del significado de la Web 2.0 son las aplicaciones o programas a los que se accede directamente por medio de la Web, como serían el procesador de texto y la hoja de cálculo que ha puesto a disposición de los usuarios el buscador Google, y que puede usar cualquier persona sin tener que descargar, instalar y activar el procesador de texto en su propio ordenador. Ésta podría ser una forma de comercialización de programas en el futuro: adquirimos una suscripción a la aplicación y accedemos a ella mediante contraseña como accedemos a distintas páginas exclusivas, sólo para miembros; cuando se actualiza la aplicación, nosotros no tendríamos que reinstalarla en nuestra máquina, ahorrándonos muchos de los problemas de compatibilidad que hoy todavía afloran entre el software y el hardware.

En la Web 2.0, los usuarios no sólo recopilan información, pueden aportarla y poseerla, llevando a nuevos límites la idea de la interactividad del usuario con el medio y, sobre todo, con otros usuarios. La participación activa del usuario ha hecho que algunos expertos consideren que, desde el punto de vista del ciudadano común, lésta es la “Web participativa”.

En ningún lugar es tan clara la participación como en los llamados “wikis”, páginas en las que cualquiera puede añadir información utilizando un lenguaje de marcado simplificado respecto de los más elaborados como el HTML. Sin ser ni la única ni la primera Web “wiki”, la más famosa y relevante es, sin duda, la Wikipedia, una enciclopedia colaborativa en más de 90 idiomas. Desde su lanzamiento en enero de 2001 hoy contiene un total de 12 millones de entradas aportadas por voluntarios de todo el mundo y en todos los idiomas (casi 3 millones de ellas sólo en inglés), y es la obra de referencia más popular de Internet.

Donde los medios han prestado más atención a Internet en los últimos tiempos es en las llamadas “redes sociales”, que son otro de los distintivos de la Web 2.0. Hoy en día, es inevitable referirse a sitios en los que el contenido es aportado en su totalidad por los usuarios, como ocurre con los vídeos de YouTube, los textos de innumerables blogs de todas las temáticas en todos los idiomas o las fotografías de Flickr, los podcasts de audio o vídeo y la sindicación vía RSS. Cada vez más personas, además, pertenecen a redes como Facebook de carácter general, o a otras más especializadas como LinkedIn, dedicada a relaciones profesionales, Tuenti, orientada al público más joven o Hi5.

El fenómeno más reciente a la fecha que ha adquirido especial importancia es el llamado “microblogging”, que se realiza en la red de comunicación Twitter, donde uno puede poner cualquier mensaje... con un límite de 140 caracteres que es precisamente el límite de los mensajes SMS de los móviles. Millones de personas escriben allí, en 140 caracteres, desde las más inanes banalidades hasta enlaces interesantes, noticias frescas e información relevante.

Además de ser cualquier otra cosa, la Web 2.0 es el primer paso de madurez de la red al cumplir sus 20 años, algo más que un juego, un verdadero proyecto para vivir, convivir y trabajar con cualquier otra persona sin importar dónde se encuentre, liberándonos de los ordenadores estorbosos para sustituirlos por dispositivos móviles, desde las miniPC hasta los teléfonos inteligentes, que nos permitan llevar la Web a todas partes no por capricho, sino porque parte de nuestra vida real cada vez más se llevará a cabo dentro de la red, para bien o para mal.

Gobierno 2.0

Es la iniciativa de la Web 2.0 aplicada a una relación más estrecha entre los ciudadanos y sus instituciones gubernamentales, creando por primera vez la posibilidad de una comunicación en dos vías que sustituya a la unilateral prevalente en todas las modalidades gubernamentales del mundo. Los más entusiastas se atreven a creer que es el primer paso para una verdadera democracia participativa más eficaz que la meramente representativa.

El estrés: más que una incomodidad


Los efectos físicos del exceso de tensión que llamamos estrés pueden ser graves en tal medida que pongan en peligro nuestra vida, y según los estudiosos del estrés, enfrentarlo es más fácil de lo que creemos.

El estrés es una de las posibles causas de muchos síntomas físicos que podemos padecer y cuyo origen no se descubre fácilmente: dolores de cabeza, de espalda y del pecho, afecciones cardiacas, arritmia, alta tensión arterial, disminución en la respuesta inmune del cuerpo (lo que algunos llaman “bajas defensas”), problemas digestivos y problemas del sueño.

A esto se deben añadir problemas de conducta que también pueden estar relacionados con el estrés, como comer en exceso o demasiado poco, los estallidos de ira, el abuso del alcohol o las drogas, fumar más, aislarse socialmente, llorar sin motivo aparente y, por supuesto, los conflictos en nuestras relaciones interpersonales, con familia, amigos y pareja.

Existen incluso métodos para tratar de medir objetivamente los acontecimientos estresantes de nuestra vida, entre ellos la escala del estrés de Holmes y Rahe, que a partir de estudios con pacientes probaron que los acontecimientos vitales que los pacientes consideraban estresantes coincidían de modo significativo con algunas enfermedades. Esta escala va desde acontecimientos poco estresantes como una multa de tráfico hasta los más estresantes, como la muerte de la pareja. Sumando la puntuación de los acontecimientos que causan estrés, podemos saber qué riesgo de enfermedad corremos.

Hoy en día, los estudios científicos han demostrado efectos del estrés que ya había entrevisto la cultura popular: el grano que aparece antes de una importante actividad social, la caída del cabello o incluso la velocidad a la cual nuestro cabello encanece, tienen explicación en el estrés. Los altos niveles de cortisol cuando sufrimos estrés aumentan la producción de grasa en la piel, facilitando la aparición del acné, mientras que en condiciones de tensión nuestro cuerpo puede prescindir del cabello con objeto de concentrar sus fuerzas en la lucha contra la causa del estrés.

No entender correctamente el estrés puede llevar a diagnósticos incorrectos y tratamientos ineficientes, especialmente entre llamadas “medicinas” alternativas que funcionan principalmente en un mundo subjetivo. Así, por ejemplo, la palabra estrés suele asociarse a los aspectos negativos de la vida moderna como una consecuencia inevitable de un mundo que nos ofrece, del lado positivo, avances tecnológicos, una vida más larga y de mejor calidad, comodidades y entretenimiento más allá de lo que nunca hubieran podido imaginar nuestros ancestros de hace apenas 200 años.

Condenar a la vida moderna no es una solución incluso si estuviéramos dispuestos a abandonarla, retirarnos a vivir comiendo hierbas en el Amazonas, dejar el trabajo y arriesgarnos a morir por sufrir infecciones, lesiones y enfermedades sin cuidado médico. Y es que el estrés, nos dicen los médicos, no es una conclusión inevitable de la vida moderna, ni exclusivo de este tiempo. El estrés es producto de una relación conflictiva entre el mundo exterior y nosotros.

De hecho, el estrés, según algunos autores no es sino la reacción ante el Síndrome General de Adaptación (SGA), que incluye la alerta al estímulo amenazante que dispara la decisión de “lucha o huida”. ¿Debe el organismo luchar para salvar la vida? ¿Es mejor huir para conseguirlo? Incluye también la etapa de resistencia, cuando el fenómeno estresante persiste, creando un conflicto continuo, y finalmente el agotamiento, cuando los recursos del cuerpo para enfrentar al fenómeno estresante se agotan y el sistema inmune se descompensa.

Esto implica una serie de procesos cerebrales que están bien identificados, desde la respuesta inicial que implica una descarga de adrenalina que nos pone en estado de alerta, hasta las reacciones del hipotálamo y la glándula pituitaria y una variedad de nuestros circuitos neurológicos entran en acción para resolver el conflicto que se nos presenta. Es una reacción natural y saludable ante el estrés.

Para los seres humanos, la “lucha” puede ser empeñar más tiempo y esfuerzo en el trabajo o en alguna otra actividad, como las deportivas, o preocuparse más por tener una buena imagen profesional, o estudiar una carrera u oficio, mientras que la “huida” puede ser desde la dimisión del empleo hasta el divorcio de la pareja. En todo caso, el reflejo “lucha o huida” no es forzosamente malo, nos plantea desafíos e incluso participa en diversiones o actividades que provocan la descarga de adrenalina en nuestro torrente sanguíneo, como las atracciones de feria y la participación en deportes de competición. Es decir, el estrés puede ser positivo y sólo es negativo cuando avanza hasta la tercera fase.

Con este concepto, cualquiera puede sufrir estrés, incluso un mítico pastor que supervisa a su rebaño mientras sopla una flauta de carrizo en un paisaje utópico. La aparición de una manada de lobos en la zona, la caída de los precios del mercado de corderos, las tensiones con la pareja, el hijo rebelde o una plaga que afecte los pastos pueden generarle un nivel de estrés similar al del igualmente mítico oficinista atrapado en las redes de la administración y el miedo al paro.

Pero así como su origen se puede explicar fácilmente, manejarlo es algo totalmente distinto. Distintas técnicas de relajación, que incluyen el yoga, el tai-chi o la meditación (sin necesidad de los aspectos místicos o religiosos de estas prácticas), el ejercicio, los pasatiempos, la resolución de los conflictos, la administración del tiempo y otras opciones se enumeran frecuentemente como formas de manejar o gestionar adecuadamente el estrés, sobre todo cuando no depende de nosotros eliminar sus causas. La pertenencia a redes sociales, como clubes, asociaciones o grupos de actividades es también un elemento que ayuda a manejar el estrés.

Pero quizá la práctica esencial está en nosotros mismos, en no tratar de ser perfectos ni desvivirnos por responder a las expectativas que otros tienen sobre nosotros, ser realistas y, cuando la tensión sube, hacer un poco más de ejercicio relajado y frecuente.


El origen de la palabra


El término “stress”, que significa tensión o fatiga de los materiales, fue utilizado por primera vez en 1930 por el endocrinólogo canadiense Hans Selye para denotar a las respuestas fisiológicas en los animales de laboratorio. Más adelante, amplió y popularizó el concepto incluyendo en él las percepciones y respuestas de los seres humanos al tratar de adaptarse a los desafíos de la vida diaria. El término se extendió a partir de la década de 1950 y, retomado por la psicología en la década de 1960, llegó al español donde se ha castellanizado en su forma “estrés”.


Una nueva prehistoria


El creciente conocimiento que tenemos de los dinosaurios nos obliga a replantearnos cuanto imaginamos sobre los millones de años en que fueron la forma predominante de vida en la Tierra.

Desde hace miles de años, el ser humano se ha encontrado con huesos petrificados procedentes de seres gigantescos y misteriosos. En la antigua China se les consideraba restos de dragones, e incluso acabaron siendo parte de la farmacopea tradicional, los “huesos de dragón” que hasta la actualidad forman parte de la medicina precientífica china. Hay evidencias de hallazgos de fósiles de dinosaurios en hitos babilónicos, mosaicos romanos, mortajas egipcias y sellos de gobierno.

Los mismos hallazgos en la Europa cristiana se atribuyeron a seres que habían muerto a consecuencia del Diluvio Universal, pese a que según la Biblia, todos los animales habían sido salvados, por parejas, en el arca de Noé.

No fue sino hasta principios del siglo XIX cuando una aproximación científica llevó a los inicios de una comprensión real sobre el significado de estos huesos petrificados. William Buckland se ocupó de reunir huesos de megalosaurios y fue el primero en describir un dinosaurio en términos objetivos y científicos. Pero no sería sino hasta 1842 cuando el paleontólogo inglés Richard Owen creó la palabra “dinosaurio”, que significa “lagarto terrible”, para designar el parentesco entre los distintos animales cuyos fósiles se habían estudiado hasta entonces.

Las primeras reconstrucciones de dinosaurios que se pudieron ver mostraban una muy imprecisa concepción de los animales y de la forma en que se articulaban sus esqueletos. Dinosaurios que después se demostró que eran bípedos se presentaron extrañamente colocados a cuatro patas, o con cuernos o protuberancias que no se justificaban. Era apenas el amanecer de la paleontología, y hubo errores normales que hoy nos parecen absurdos. Precisamente, la aparición del primer esqueleto de dinosaurio casi completo en América, el de un hadrosaurio hallado en Nueva Jersey, dejó claro que algunos de estos seres eran bípedos, sorpresa similar a las que, ya a fines del siglo XX, ofrecieron los descubrimientos de dinosaurios con plumas y de sangre caliente.

Una vez que los científicos supieron qué tipo de objetos buscar, y en qué capas geológicas, se desató una historia incesante de nuevos descubrimientos en todos los continentes, incluida la Antártida. Y así, se ha ido armando, poco a poco, el puzzle de los dinosaurios.

Cuando hablamos de una forma de vida que se originó hace 230 millones de años y dominó la tierra hasta su desaparición hace 65 millones de años, la diversidad de los dinosaurios es enorme. Cuando surgieron, no había plantas con flores, lo que significa que aún no había evolucionado la mayoría de los árboles y arbustos que existen en la actualidad. Los continentes estaban unidos en una gran masa terrestre llamada Pangea, cuya zona central estaba dominada por un vasto desierto.

A lo largo de sus 165 millones de años de existencia, los dinosaurios cambiaron y evolucionaron junto con la vida vegetal, pero también reaccionando a los poderosos cambios geológicos que los separaron, promoviendo el surgimiento de nuevas especies que ocuparon prácticamente todos los nichos ecológicos, como en gran medida lo hacen los “recién llegados” del planeta, los mamíferos, la clase a la que nosotros pertenecemos.

Tan sólo en el último mes se pueden contabilizar varios descubrimientos notables. El dinosaurio con plumas más antiguo fue encontrado en China, se trata de un ser que vivió hace unos 144 millones de años y muestra claras protoplumas derivadas de sus escamas, y al que se bautizó como Tianyulong confuciusi, y que probablemente obligará a los estudiosos a replantearse cuándo aparecieron las plumas entre los dinosaurios, originando la estirpe de las aves, que desde hace apenas tres décadas se consideran parte de la clase de los dinosaurios. También en estos días se ha hallado el más pequeño de todos los dinosaurios del continente americano. El llamado Hesperonychus elizabethae fue una delicada y ágil criatura bípeda de apenas unos 2 kilos de peso y una altura de 50 centímetros que vivió hace 75 millones de años y cazaba insectos, pequeños mamíferos y otras presas.

En el otro extremo, científicos noruegos y estadounidenses informaron del hallazgo del llamado "Depredador X", aún sin nombre científico, un ser oceánico de más de 15 metros de largo y 45 toneladas de peso que campó por los mares hace 147 millones de años. El fósil de este enorme depredador con cuatro aletas fue hallado bajo el permafrost en Svalbard, en el Ártico al norte de Noruega. Y en febrero, en la Costa de los Dinosaurios de Asturias, se recuperó la mayor huella o icnita encontrada hasta ahora de un estegosaurio, animal que vivió hace unos 150 millones de años.

Con los nuevos descubrimientos vienen siempre nuevas teorías, que acotan, modifican, confirman o redefinen lo que se sabía hasta ese momento, en el proceso de continuo desarrollo de la ciencia, que poco a poco va desgranando conocimientos de las suposiciones y las evidencias encontradas.

Así, el colosal tamaño de algunos dinosaurios se explica como una adaptación que evita que el animal se convierta en presa y pueda defenderse mejor. Así, como en el caso de los elefantes o las ballenas actuales, los grandes dinosaurios de la familia de los saurópodos no tenían enemigos naturales. Esto se entiende viendo al mayor dinosaurio conocido, el argentinosaurus, un gigante cuadrúpedo de hace 100 millones de años, con 35 metros de largo y un peso de 80 toneladas. Para igualar la masa de este miembro de la familia de los saurópodos, con gran cuerpo, alargado cuello y diminuta cabeza, se necesitarían unos 20 grandes elefantes africanos adultos machos.

En España, la búsqueda de dinosaurios está en plena efervescencia. Desde el norte asturiano, donde los cambios de la línea costera continuamente revelan restos importantes, hasta las huellas que se pueden hallar en La Rioja y Soria, o el colosal yacimiento paleontológico  en Cuenca, descubierto durante las obras del AVE y que data del cretácico superior, hace unos 80 millones de años, una época de la que existen muy pocos restos en Europa. Así, la prehistoria de esa época será, en gran medida, escrita por la paleontología española.


La extinción


La más aceptada teoría sobre la extinción de los dinosaurios la atribuye a un “invierno por impacto” ocasionado por el choque de un meteorito de 10km de diámetro en la península de Yucatán, en México. Sin embargo, un grupo de científicos cree haber reunido evidencia geológica según la cual el meteorito de Chicxulub es mucho más antiguo de lo que se suponía, por lo que sería necesaria otra teoría nueva y más completa, probablemente la de un cambio climático natural y paulatino.

Promesas y problemas de los plásticos


Elemento indispensable en la vida moderna y con frecuencia denigrado con poco conocimiento de causa por algunos grupos de presión, los plásticos son presencia permanente hoy en día.

Los materiales plásticos tienen una amplia gama de propiedades distintivas: son maleables y flexibles, pudiendo ser moldeados, presionados, soplados o extruidos para adoptar prácticamente cualquier forma. No todos los plásticos son artificiales o creados por el hombre, los hay naturales como la goma laca, el asfalto, la celulosa, el caucho y savia o resina de diversas plantas.

El primer plástico hecho por el hombre fue la parkesina, creada en 1861 por el inventor británico Alexander Parkes, que mostró que podía usarse para producir medallones, tubos, peines, mangos de cuchillos, incrustaciones, tapas de libros, cajas, plumas y otros muchos productos. La parkesina podía hacerse dura o suave, transparente u opaca y de colores variados, además de ser impermeable. Pero su producto era de baja calidad y no prosperó.

El estadounidense John Wesley Hyatt desarrolló en 1872 una forma de producir este material, bajo el nombre de celuloide, con buena calidad. Pronto apareció en todo tipo de productos: plumas fuente, peines y peinetas, todas las aplicaciones que había soñado Parkes y muchas más, incluidos muñecos de juguete y figurillas para la decoración, piezas dentales, bolas de billar, cuellos y puños de camisa, y una utilización que ha mantenido el nombre del producto en la cultura popular: durante mucho tiempo fue el sustrato, la película, sobre el cual se aplicaba la emulsión para las producciones cinematográficas. “Celuloide” y “cine” siguen siendo sinónimos aunque dede 1951 el acetato sustituyó al celuloide.

El celuloide llevó a las clases trabajadoras productos antes reservados a las clases altas. Pero tenía problemas. El calor lo reblandecía, lo que hacía problemáticas prácticas como beber té con dentaduras postizas de celuloide. Con el tiempo, tendía a amarillarse y resquebrajarse. Pero su principal defecto era que se incendiaba con gran facilidad. Las salas de proyección de los cines tenían que ser a prueba de incendios, el transporte mismo de las películas podía ser peligroso y, más grave aún, con el tiempo la nitrocelulosa se descomponía liberando ácido nítrico que convertía las películas en un líquido espeso. Muchas obras de la cinematografía se perdieron así.

Los plásticos se dividen en dos categorías: los termoplásticos, que se reblandecen y funden con el calor antes de quemarse, y los termofijos, que mantienen la forma cuando se les somete a calor, incluso cuando se queman. Los plásticos son polímeros, es decir, están formados por largas cadenas formadas por unidades moleclulares (o monómeros) que se repiten. Así, por ejemplo, un monómero de estireno es la base del polímero llamado, precisamente, poliestireno. La gran mayoría de los plásticos están formados por polímeros de carbono e hidrógeno, y ocasionalmente con oxígeno, nitrógeno, cloro o azufre, aunque algunos utilizan silicio en lugar del carbono, los que se conocen como siliconas.

El primer polímero totalmente artificial fue la baquelita, creada en 1909 por Leo Hendrik Baekeland, de origen belga. A él le siguió una verdadera catarata de nuevos materiales que no ha cesado. Después de la Primera Guerra Mundial se desarrollaron el poliestireno y el cloruro de polivinilo, o PVC por sus siglas en inglés, que sigue siendo uno de los plásticos más presentes en nuestra vida. El poliestireno fue uno de los primeros plásticos usados en forma de espuma, el aún popular icopor. En 1939, en la Feria Mundial de Nueva York, se presentó la primera fibra artificial, una poliamida, conocida por su nombre comercial de nylon, que dio a todas las mujeres la posibilidad de disfrutar lo que antes sólo tenían las más opulentas que podían pagarse costosas medias de seda. El nylon se empleó igualmente para fabricar paracaídas en la Segunda Guerra Mundial.

Siguieron otras poliamidas y los poliésteres, así como utilizaciones novedosas de los anteriores. El nylon aparece cada vez más frecuentemente en rodamientos, bujes, engranajes y piezas mecánicas, gracias a su gran resistencia al calor y al desgaste. Los copolímeros, largas moléculas compuestas por dos monómeros, sirvieron para crear caucho artificial, el primero de los cuales fue el neopreno, todavía utilizado en trajes para diversos deportes acuáticos. Se produjeron también polietilenos en distintas formas.

En el período de la postguerra, llegaron al público el polipropileno, similar al polietileno pero más resistente y de costo igualmente bajo, el poliuretano, utilizado hoy en colchones, relleno de muebles y aislamiento térmico, y las resinas epóxicas, un adhesivo que hoy se emplea tanto para el bricolaje como para la fabricación de aviones y naves espaciales, y en la fabricación de productos basados en estructuras de fibra de carbono, que van desde raquetas de tenis hasta cuerpos de automóviles y aviones.

El estallido posterior de los plásticos es evidente mirando a nuestro alrededor. Bebidas en botellas de poliuretano tereftalato (PET), materiales plásticos antiadherentes en nuestros utensilios de cocina, envases de polietileno herméticos en nuestra nevera, metacrilatos transparentes, kevlar en cascos para distintos deportes y en chalecos antibalas. Un mundo de plásticos.

Las ventajas del plástico son también algunos de sus problemas. Su durabilidad, por ejemplo, y su lenta degradación para reciclarse en el medio ha creado un grave problema de desechos, sobre todo porque la mayoría de los plásticos, al quemarse, liberan emanaciones que pueden ser de moderadamente tóxicas a altamente peligrosas. Por ello se han desarrollado sistemas de reciclado de los plásticos, con el problema de que la selección de los desperdicios sigue teniendo que hacerse a mano pues no se ha podido automatizar.

Otro problema es la emisión de algunas sustancias tóxicas descubierta en algunos plásticos como el PVC suave, que han provocado el cambio en los aditivos que se utilizan para ellos, y, en algunos casos, la producción de contaminantes como parte del proceso de fabricación de algunos plásticos. El riesgo real, sin embargo, es difícil de valorar, pues los fabricantes tienden a minimizarlo y algunos grupos de presión política llegan a pintar un panorama excesivamente pesimista sin contar con datos sólidos


Cambiar el problema


Algunos enfoques no tienen por objeto el reciclado o degradación adecuada de los plásticos existentes, sino que buscan la creación de plásticos totalmente nuevos que tengan la degradación o capacidad de reciclaje como parte de su diseño. Aunque ya existen algunos productos concretos, siguen careciendo de una de las principales características del plástico: su bajo costo.