Artículos sobre ciencia y tecnología de Mauricio-José Schwarz publicados originalmente en El Correo y otros diarios del Grupo Vocento

Lise Meitner

Lise Meitner venció los prejuicios de la Europa de principios del siglo XX para convertirse en una de las grandes figuras de la física nuclear. Pero los prejuicios del XXI aún la mantienen en una injusta oscuridad.

Lise Meitner en Viena alrededor
de 1906. (Foto D.P. vía
Wikimedia Commons)
El 11 de febrero de 1939, Lise Meitner publicaba en la revista Nature, junto con su sobrino, el físico Otto Frisch, el estudio “Desintegración del uranio por neutrones: un nuevo tipo de reacción nuclear”. Explicaba por qué un átomo de uranio golpeado por un neutrón no lo absorbía, transmutándose en un elemento más pesado (los elementos se identifican por su número de protones, que le dan sus características únicas). Por el contrario, el resultado eran elementos más ligeros como el bario y el kriptón.

Meitner y Frisch proponían que el choque del neutrón dividía, rompía, al átomo de uranio en dos átomos más ligeros. Parte de la masa original del uranio se convertía en energía según la ecuación de Einstein E=mc^2, que dice que la energía en la que se puede convertir la materia es igual a su masa multiplicada por la velocidad de la luz al cuadrado.

El artículo llamó a este nuevo tipo de reacción “fisión nuclear”, y es la fuente de la energía nuclear, ya sea usada en bombas atómicas o para la paz en aplicaciones médicas, científicas, tecnológicas, nucleoeléctricas, etc.

Los resultados que desentrañaba Lise Meitner procedían de experimentos que había diseñado con Otto Hahn y que había llevado a cabo este químico junto con Fritz Strassman.

El descubrimiento de la fisión nuclear era uno de los más importantes en la súbita expansión que tuvo la física nuclear en las primeras décadas del siglo XX. Tanto que en 1944 se le concedió el premio Nobel a Otto Hahn “por su descubrimiento de la fisión de los núcleos pesados”. Ni la Academia ni Hahn hicieron mención a Lise Meitner, que había sido, cuando menos, tan importante como Hahn en toda la investigación. Una omisión que, junto con su ausencia durante muchos años de los relatos de la historia de la física atómica, es de las grandes –y frecuentes– injusticias contra las mujeres de la ciencia.

De Viena a Cambridge, por Copenhague

Lise Meitner nació en 1878 en Viena, hija de una familia de raíces judías, pero no practicante de la religión.

Su poco común historia educativa se debió a la revolucionaria convicción de su padre Philipp de que sus ocho hijos debían recibir la misma educación fueran varones o mujeres. Lise exhibió pronto facilidad y gusto por las matemáticas, y su padre se encargó de que la desarrollara con profesores privados, ya que las chicas no podían estudiar en los bachilleratos para chicos. Con esas bases, en 1901 Lise consiguió convertirse en la primera mujer en ser admitida a las clases de física y laboratorios de la Universidad de Viena, donde estudió con algunos de los grandes nombres de la física de entonces, como Anton Lampa y Ludwig Boltzmann.

En 1906 fue la segunda mujer que obtenía un doctorado en física de esa universidad. Aunque era un logro, vale la pena tener presente que tres de sus hermanas eventualmente obtendrían también doctorados. Sin embargo, una cosa era tener el título y otra conseguir un puesto en la investigación. En 1907, Max Planck la invitó a que fuera a Berlín para hacer su postdoctorado. Pero la única forma de hacerlo fue como investigadora sin sueldo que, además, no podía entrar a los laboratorios de química del instituto donde trabajaba, pues se temía que el cabello de las mujeres se incendiara.

A su llegada conoció a Otto Hahn, con quien colaboraría durante las siguientes tres décadas. Su trabajo acerca de los procesos radiactivos se desarrollaba en la frontera entre la química y la física, la primera disciplina a cargo de Hahn y la segunda de Meitner. En su trabajo conjunto descubrieron el elemento protactinio en 1917 y desarrollaron nuevos métodos de investigación de la desintegración radiactiva.

Pero no fue sino hasta 1912 cuando el grupo de investigación fue trasladado al Instituto Kaiser Wilhelm, donde Otto Hahn fue nombrado director del instituto de la radioactividad y, finalmente, con el apoyo y admiración de colegas como Max Planck, Lise Meitner fue reconocida en 1918, gracias a su trabajo en la radiactividad, como directora del departamento de física del institituto. En 1923 descubrió un efecto en el cual, si se arranca un electrón de una órbita inferior en un átomo, es reemplazado por uno de una órbita superior, emitiendo en el proceso un fotón u otro electrón. Este mismo efecto fue descrito poco después de modo independiente por Pierre Auger, pero injustamente hoy se le conoce como “efecto Auger”. Por sus logros, en 1926 fue la primera mujer nombrada profesora de física en la Universidad de Berlín.

Para 1930, había publicado más de 80 investigaciones y había sido nominada ocho veces al Nobel junto con Hahn entre 1924 y 1934, además de obtener el Premio Leibniz y el AAAWS, conocido como el “Nobel para Mujeres”.

Pese a haber adoptado la fe evangélica y trabajar como enfermera del ejército austriaco durante la Primera Guerra Mundial, para cuando Alemania se anexó Austria en marzo de 1938 tuvo que huir a Suecia, donde el Nobel de Física de 1924, Manne Siegbahn, la recibió. Pero el científico no era partidario de que las mujeres trabajaran en ciencia, de modo que le escatimó los recursos necesarios para investigar.

En noviembre de ese año, Hahn y Meitner se reunieron clandestinamente en Copenhague para planificar el experimento que llevaría al descubrimiento de la fisión nuclear. Lise Meitner, además, previó la posibilidad de una reacción en cadena que podría provocar la súbita liberación de una cantidad colosal de energía: la bomba atómica. Tanto Estados Unidos como Alemania emprendieron proyectos para crear esa arma, que Meitner lamentaría que hubiera tenido que existir.

Ignorada por la Academia Sueca y por Otto Hahn en el Nobel de Química de 1944, en los años posteriores a la guerra trabajó en la aplicación de la energía nuclear para la paz, participando en la creación del primer reactor nuclear sueco en 1947.

Lise Meitner no volvió a Austria o Alemania. Al jubilarse como investigadora en Suecia se mudó al Reino Unido con algunos familiares como su sobrino Otto Frisch. Murió en Cambridge el 27 de octubre de 1968. Su epitafio, compuesto por Frisch, dice: “Lise Meitner: una física que nunca perdió su humanidad”.

A falta del Nobel

A partir de 1946 Lise Meitner recibió una gran cantidad de reconocimientos, doctorados honoris causa, la Medalla Max Planck de la Sociedad Alemana de Física, la inclusión en la Real Academia Sueca de Ciencias y en la Royal Society de Londres, entre otras muchas academias, y el Premio Enrico Fermi. Además, su nombre se ha dado a asteroides y cráteres tanto de la Luna como de Venus y, en 1997, el elemento 109 recibió el nombre de meitnerium, en su honor.