En 2004, seis pacientes ciegos debido a retinitis pigmentosa o degeneración macular -dos afecciones hasta entonces incurables- recuperaron parcialmente la vista gracias al trasplante de células de la retina obtenidas en el laboratorio. En abril de 2005, se anunció que, gracias a intervenciones experimentales en el hospital británico Queen Victoria, cuarenta pacientes dejaron de ser ciegos gracias a la regeneración de sus córneas con terapia celular. El elemento clave de estas curaciones, y de cada vez más historias similares, son las células madre, células no diferenciadas que al reproducirse pueden dar como resultado células de distintos tejidos del cuerpo.
Todo ser vivo comienza, en realidad, como una sola célula madre, un óvulo fecundado que se subdivide en otras células que, a lo largo del desarrollo del individuo y como respuesta a diversas señales, comienzan a diferenciarse en los distintos órganos y tejidos que conforman el cuerpo. El control de esta nos permitirá desarrollar tecnologías para reemplazar células enfermas o inútiles por células nuevas sanas y funcionales, algo que ya se aplica a afecciones como ciertos tipos de cáncer o la enfermedad de Parkinson, y es una gran promesa para la diabetes, las lesiones de la médula espinal y otras afecciones. Incluso sería posible crear en el laboratorio órganos completos para trasplantes, con lo que los pacientes que los necesitan dejarían de estar a expensas de los donantes.
Las células madre son de distintos tipos según pueden o no convertirse en otras: totipotentes (se convierten en cualquier tejido), pluripotentes (se convierten en cualquier célula excepto una totipotente), multipotentes (se convierten en células de un grupo relacionado de tejidos, como distintos tipos de células de la piel) y unipotentes (que pueden producir sólo un tipo de células además de renovarse a sí mismas). Estas células también se diferencian por su origen. Las que proceden de seres ya formados, o somáticas, suelen ser multipotentes. Otras proceden de la sangre de la placenta y del cordón umbilical de bebés recién nacidos. Finalmente, las embrionarias se obtienen de la masa celular interna de embriones de 4 o 5 días de edad.
Las células madre somáticas se emplean ya para tratar más de un centenar de enfermedades, muchas veces sin que sepamos que son células madre. Por ejemplo, la médula ósea está formada por células madre multipotentes que pueden producir distintos tipos de células sanguíneas. La médula se trasplanta desde hace décadas para tratar la leucemia o ayudar a la recuperación de pacientes sometidos a quimioterapia. La sangre umbilical contiene células madre que ya se usan sobre todo en el tratamiento de enfermedades infantiles, como los síndromes de Hunter y de Hurler, la enfermedad de Gunther y, especialmente, la leucemia linfocítica aguda. En estos tratamientos, lo ideal es usar sangre del propio paciente, pues al no haber rechazo del tejido, el tratamiento tiene más posibilidades de éxito.
En el centro del debate
Pero son las células madre embrionarias, que son las totipotentes, las que se encuentran en el centro del debate bioético, religioso y político, ya que se obtienen de embriones creados en el laboratorio, con sistemas de fertilización in vitro. Éstas son las que encierran más promesas de extraordinarios avances en el tratamiento de muy diversas afecciones, desde el cáncer hasta la recuperación de daños a la médula de la columna vertebral y usos tan importantes como la prueba de los efectos de ciertos medicamentos o procedimientos diagnósticos en el laboratorio, disminuyendo el uso de animales en la experimentación, así como las fases más arriesgadas de tales estudios en voluntarios humanos. Al tratarse de un área de estudio joven, es imposible predecir con certeza hacia dónde nos llevará y todo lo que puede ofrecer al ser humano.
El debate incluye también el uso de la clonación terapéutica para obtener células madre, técnica en la que se sustituye el material genético de un óvulo por el del donante o paciente, activándolo para que se comporte como un óvulo fecundado y dando como resultado un blastocisto con células totipotentes que pueden usarse para recrear cualquier parte del organismo del donante sin que se produzca un rechazo al trasplantarlas.
Hacer realidad todo el potencial de la terapia celular a partir de células madre requiere todavía de una intensa experimentación para poder determinar no sólo cómo se puede causar que se conviertan en células sanas de uno u otro tejido, camino que apenas se ha empezado a andar, sino también para determinar sus riesgos y cómo evitarlos. La inyección de células en un ser vivo no es asunto trivial, y sólo debe hacerse con una certeza razonable de que el proceso está bajo control. Esta investigación inicial es la que hoy se enfrenta a la oposición de grupos e individuos con intereses no relacionados con la ciencia.
Tan sólo aprender a cultivar y hacer que se reprodujeran las células madre en el laboratorio sin que se diferenciaran espontáneamente requirió veinte años de trabajo. Se necesitarán muchos años más, el acceso a cantidades suficientes de tejido y un apoyo sólido de la sociedad y los gobiernos del mundo para que esta área de la investigación avance tan rápidamente como sea posible. El precio de no hacerlo así se paga diariamente en la disminución de la calidad y cantidad de vida de miles y miles de personas.
Células madre y clonaciónLa clonación no es nueva en la naturaleza. Hay insectos que se reproducen por clonación, y al comer patatas o cebollas estamos con frecuencia comiendo clones, ya que ésta es una forma de reproducción asexuada común en el mundo vegetal. El tratamiento de la clonación en la literatura y en el cine, desde Los niños de Brasil de Ira Levin, así como casos como el de la oveja Dolly, han creado la percepción popular de que el objetivo de la clonación es producir a un ser humano, la llamada clonación reproductiva. Pero hoy sabemos que la clonación reproductiva tiene serias desventajas, demostradas por la vejez y muerte prematura de Dolly, y sabemos que dos células idénticas no dan como resultado personas idénticas, ni siquiera lo son los gemelos univitelinos, con los mismos genes. Todos somos irrepetibles. Los genes, en la atinada metáfora de Richard Dawkins, no son un "plano" del ser a crear, donde cada elemento se corresponde uno a uno con el resultado. Es más bien como una receta: los genes indican qué se debe hacer, y el medio ambiente determina qué se hará finalmente, según los elementos disponibles, como la alimentación de la madre, el medio químico, la temperatura, etc. Así, el método de reproducción tradicional lleva ventaja en la creación de nuevos seres, dejando a la clonación el espacio terapéutico donde tanto puede aportar. |
(Publicado el 15 de marzo de 2006.)