No deja de ser curioso que en un panorama de preparación para la falta de petróleo en el que dominan avanzadas propuestas tecnológicas, turbinas, membranas de alto rendimiento y materiales propios de la era espacial, se haya venido instalando como candidata a sustituir al petróleo una sustancia que tiene al menos una parte de historia humilde (en aguardientes como el ron y la cerveza) aunque tenga también parientes en los más altos niveles (como los brandys de gran reserva, y los vinos de excelencia, incluido el champán): el alcohol etílico o etanol. Se trata de uno de muchos alcoholes que existen, cuya molécula está formada por 2 átomos de carbono, 6 de hidrógeno y uno de oxígeno, producto generalmente de la fermentación de los azúcares de distintos productos agrícolas con una levadura, fermentación que se da incluso en la naturaleza.
El alcohol etílico como bebida embriagante tiene una historia documentada de al menos 9 mil años, habiéndosele encontrado en restos de cerámica chinos de esa datación. Pero el contenido de alcohol de una fermentación así es bajo, como ocurre en los vinos y cervezas. Fue en el califato de los Abásidas que científicos árabes desarrollaron el arte de la destilación y abrieron la puerta a todas las bebidas “espirituosas” (es decir, del “espíritu” alcohólico de los líquidos fermentados). En el siglo XIX se consiguió además la producción artificial de etanol, que hoy se puede obtener también industrialmente del petróleo.
En 1840 el etanol pasó a ser el llamado “alcohol de lámpara” o “alcohol de quemar”, y los primeros automóviles Ford Modelo T de 1908 se podían adaptar para funcionar con etanol en lugar de gasolina. Sin embargo, la prohibición de las bebidas alcohólicas promovida por el puritanismo llevó a que los productores de alcohol para uso industrial fueran perseguidos junto con los destiladores de bebidas ilegales y los automóviles también dejaron de beber etanol. Pero la crisis petrolera de 1973 llevó al gobierno de Brasil (un país que no produce petróleo para satisfacer su consumo) a emprender un ambicioso programa en 1975 para sustituir a largo plazo los combustibles fósiles por etanol producto de la fermentación y destilación de la caña de azúcar (la parte que también se usa para producir ron). Brasil pidió a los fabricantes de automóviles que produjeran motores capaces de quemar “gasohol”, mezcla de 24% de alcohol y 76% de gasolina e incluso etanol puro. El éxito del programa, gracias al cual hoy el 30% del combustible de autos en Brasil es etanol de caña, fue objeto de atención por el mundo industrializado ante el aumento incesante de los precios del petróleo.
Sin embargo, las razones económicas de los países poderosos encontraron un fuerte apoyo en el cuidado del medio ambiente. El alcohol, a diferencia de la gasolina, se quema “limpiamente”, es decir, sin la producción de gases venenosos como monóxido de carbono, óxidos nitrosos y bióxido de azufre, además de que emite menos gases de invernadero. El etanol generado a partir de productos agrícolas, así, cumple todos los requisitos de un sustituto realmente viable de un producto del petróleo. En Estados Unidos, la producción de etanol fue rápidamente implementada y se espera que en breve alcance el 10% del consumo de gasolina para autos en el país que más combustibles consume. La producción de etanol en ese país, sin embargo, se realiza a partir de maíz, cuyo rendimiento es mucho menor que el de la caña de azúcar. La controversia se ha producido por diversos motivos, desde el temor de alguno de que se afecte la producción de alimentos y se dispare el precio del maíz hasta la previsión de que la producción a partir de maíz se puede ver sustituida muy rápidamente por la conseguida a partir de otros cultivos que rinden mucha más energía y son así económicamente más rentables y permitirán a los Estados Unidos cumplir sus objetivos de 7.500 millones de galones de biocombustible producidos en 2012.
Menos presionada por el consumo de gasolina que Estados Unidos, la Unión Europea se ha fijado la expectativa de que en el 2010 los biocombustibles (el bioetanol y el biodiesel) supongan el 6% del consumo total en los países de la unión. Algunos países, como Suecia, han adoptado calendarios más agresivos. A partir de un convenio entre los productores de automóviles y el gobierno suecos para que los primeros produjeran autos que consuman etanol y del segundo de adquirirlos. En 2004, el gobierno sueco aprobó una ley que obligaba a todas las gasolineras suecas a ofrecer a sus clientes una alternativa de combustible, lo cual favoreció que se optara por ofrecer bombas de etanol junto a las de gasolina y esto, a su vez, hizo que los suecos se sintieran más confiados en la adquisición de automóviles de etanol, que aumentó notablemente en 2005. Hoy, una quinta parte de los automóviles de la capital sueca, Estocolmo, queman etanol, y pronto su flota de autobuses será híbrida, alimentada exclusivamente por electricidad y alcohol etílico, etanol, este combustible limpio, renovable y que es hoy, para muchos, como lo dijera Henry Ford hace 100 años, “el combustible del futuro”... aunque el futuro se haya tardado en llegar.
El bioetanol en EspañaSegún el Barómetro de biocarburantes del Observatorio de Energías Renovables España es el cuarto país europeo (detrás de Alemania, Suecia y Francia) en consumo de bioetanol, y en 2006 se había convertido en el primer productor europeo de este combustible con 240.000 toneladas. Además, una factoría de Ford produce automóviles que funcionan indistintamente con gasolina o bioetanol. Esto no se refleja en las carreteras españolas, sin embargo: la mayor parte del bioetanol y la casi totalidad de los automóviles con motores de etanol se exportan, especialmente a Suecia. |