Los antiguos griegos lo consideraban dos planetas, Apolo cuando se le podía observar en el cielo matutino y Hermes (el equivalente de Nebu y Mercurio) cuando era visible en el cielo vespertino. Fue Pitágoras el primero que propuso que se trataba en realidad de un solo planeta. El planeta sería luego sujeto de las observaciones de Galileo y de numerosos astrónomos, pero su cercanía aparente al Sol desde nuestro planeta implica graves dificultades para su observación, que permanecen hasta hoy, cuando el más famoso telescopio, el Hubble, que nos ofrece incesantes maravillas desde su punto de vigía en órbita, no puede observar a Mercurio debido a las medidas de seguridad en vigor para impedir que se oriente hacia el Sol, cuyo brillo podría dañar los delicados sensores del instrumento.
Las observaciones desde la Tierra, sin embargo, son limitadas. Desde los años 60 Mercurio es observado no sólo mediante su luz visible, sino mediante radar y rayos X, lo que permite hacer mediciones de su temperatura, densidad, rotación y otras características, pero, como hoy lo sabemos sobre Marte, sólo la visita de sondas con sensores de vanguardia tecnológica puede disipar muchas de las dudas que tenemos sobre un planeta. Y Mercurio sólo había sido visitado por un dispositivo así en 1974 y 1975, cuando la nave espacial Mariner 10, de la NASA, pasó en tres ocasiones cerca de Mercurio, revelando, entre otras cosas, que era un planeta notablemente marcado por cráteres y que disponía de un campo magnético, algo que dudaban los astrónomos y cuyo origen aún es motivo de debate. Las imágenes adquiridas por esta sonda espacial, sin embargo, mostraron menos de la mitad de la superficie del planeta, debido a que los períodos orbitales de Mariner 10 coincidían prácticamente con el día mercuriano.
Las dificultades que implica el envío de una sonda a otros planetas del sistema solar tiene características especiales en el caso de Mercurio debido a la cercanía de su órbita al Sol. Las naves terrestres viajan más de 91 millones de kilómetros y utilizan la energía gravitacional del Sol para realizar sus órbitas, lo que exige una especial precisión. Si quisiéramos aterrizar en Mercurio, además, deberíamos hacerlo totalmente con los motores, pues la atmósfera del planeta es tan tenue que no permite el frenado utilizando el aire como lo hace, por ejemplo, el trasbordador espacial cada vez que vuelve de una misión.
La misión más reciente a Mercurio es conocida como Messenger, siglas un tanto artificiales del nombre en inglés “superficie, entorno espacial, geoquímica y medición de Mercurio”, y sus principales objetivo, además de obtener imágenes del 55% de la superficie mercuriana que no fotografió el Mariner 10, incluyen investigaciones sobre la gran densidad del planeta, su historia geológica, su campo magnético, su núcleo, los polos y el origen de su atmósfera.
Lanzada desde Cabo Cañaveral el 3 de agosto de 2004, la sonda Messenger pasó cerca de Venus en 2006 y 2007 hasta su llegada a Mercurio, el 19 de enero de 2008, pasando a sólo 200 kilómetros de su superficie. En este primer recorrido, la Messenger tomó más de mil fotografías de resolución mucho más alta que las anteriores, que poco a poco van siendo mostradas por la NASA, y que nos traen, como era de esperarse, sorpresas sobre el planeta más cálido de nuestro entorno, que se considera, a la luz de estas primeras nuevas visiones, un planeta totalmente nuevo. Ya el 21 de enero, algunas de las primeras imágenes mostradas sugieren la posibilidad de que haya flujos de lava solidificados en la superficie del planeta, que, de confirmarse y estudiarse con más detalle en los próximos encuentros, podrían dar claves sobre los procesos de formación de Mercurio. El Messenger tiene programadas otras dos citas con Mercurio, en octubre de 2008 y en septiembre de 2009, para finalmente situarse en órbita alrededor del planeta en marzo de 2011, cuando emprenderá estudios del planeta durante un año, bien protegida de las altas temperaturas del sol por un revolucionario escudo cerámico.
Sin embargo, en esta ocasión no pasarán más de tres décadas antes de que los aparatos humanos vuelvan. Apenas acaben las misiones previstas del Messenger, en 2013 se lanzará la sonda espacial BepiColombo, un esfuerzo conjunto de la Agencia Espacial Europea y Japón, que aportará el Orbitador Magnetosférico de Mercurio, y que estudiarán al planeta y su campo magnético más detalladamente que el Messenger. Destinada a asumir una órbita polar (es decir, de polo a polo en lugar de hacerlo sobre el ecuador), la misión BepiColombo llevará once instrumentos científicos además del orbitador japonés con objeto de estudiar a Mercurio durante un año completo a partir de su llegada, prevista para el 2019.
El Messenger en EspañaCuando el Messenger empezaba a enviar sus imágenes, El Comercio de Gijón, diario del Grupo Correo, descubría que parte de la labor de controlar la sonda que visita Mercurio se lleva a cabo desde un piso en el barrio tradicional de Cimadevilla, en Gijón, donde la ingeniera Annette Mirantes vive con su familia y teletrabaja para APL, empresa contratada por la NASA, por medio de un ordenador portátil. Annette sigue además los pasos de la sonda a Plutón del proyecto “Nuevos Horizontes”. Y probablemente sus vecinos ni siquiera sabían hasta ahora qué hacía la estadounidense avecindada en el viejo barrio de pescadores. |