El pabellón de pulmones de acero de un hospital californiano a principios de la década de 1950. (foto D.P. de la Food and Drug Administration, vía Wikimedia Commons) |
El aparato, llamado "pulmón de acero" o, más técnicamente, "ventilador de presión negativa", fue la única esperanza de vida para miles de víctimas de las epidemias de poliomielitis que recorrieron el mundo en la primera mitad del siglo XX, la gran mayoría de ellos niños. Para las víctimas de las epidemias ocurridas anteriormente, no había ni siquiera esa esperanza.
Y dado que la mayoría de las víctimas eran menores de edad, principalmente por debajo de los cinco años, y que originalmente la enfermedad se llamaba simplemente "parálisis infantil", se entiende que durante mucho tiempo la sola palabra "poliomielitis" o su versión breve, "polio", fueran causa de terror entre los padres
La poliomielitis es una enfermedad aguda altamente infecciosa provocada por el poliovirus, miembro de la familia de los enterovirus, la cual incluye a más de 60 variedades capaces de provocar enfermedades al ser humano. Entra por la boca o la nariz y se reproduce infectando las células del tracto gastrointestinal para después entrar al torrente sanguíneo y el sistema linfático.
En realidad, el 95% de las infecciones de polio son asintomáticas, es decir, transcurren sin que el paciente tenga ninguna alteración y sólo es detectable mediante análisis.
En el 5% restante, la infección puede causar síntomas leves similares a una gripe. Pero si el virus llega al sistema nervioso, puede provocar una serie de síntomas dolorosos y muy molestos o, en los casos más graves, afectar al cerebro y la médula espinal provocando distintos tipos de parálisis, incluso la respiratoria.
Después de que la infección termina su curso, unos pocos días después de la aparición de los síntomas, la parálisis puede seguir agravándose durante semanas o meses, poniendo en peligro incluso la vida del paciente. Pasado ese tiempo, lo más frecuente es que el uso de los músculos afectados se recupere parcial o totalmente.
Sin embargo, en una de cada 200 infecciones la parálisis es irreversible, y causa la muerte de entre el 2 y el 5% de los niños infectados, y entre el 25 y el 30% de los adultos, principalmente por complicaciones respiratorias y cardiacas.
La enfermedad toma su nombre precisamente de sus más graves expresiones, pues proviene de las raíces griegas "gris" (polio), "médula" (myelos) e "itis" (inflamación), es decir, inflamación de la materia gris de la médula espinal, que es lo que provoca la parálisis.
Una vez que se ha declarado la enfermedad, la única opción que tienen los médicos es ofrecer alivio a los síntomas y tratar de evitar complicaciones mientras la infección sigue su curso. No hay cura, no hay tratamiento, no hay más opción que esperar.
Las epidemias y la derrota de la polio
Aunque hay menciones a lo largo de toda la historia de enfermedades que podrían identificarse con la poliomielitis. Así, una estela de la XVIII dinastía egipcia muestra a a un hombre con una pierna escuálida y ayudándose de un bastón. Podría ser un caso de polio, pero es sólo una conjetura.
La primera descripción de la enfermedad la realizó en Inglaterra, en 1789, el médico Michael Underwood. En los siguientes años se vivirían epidemias de polio en distintos países europeos. Los primeros casos bien documentados se dieron en los países escandinavos en la segunda mitad de ese siglo, que fue también cuando por primera vez se detectó la afección en los Estados Unidos.
El siglo XX fue el de las grandes epidemias en todo el mundo. En la de 1916, por ejemplo, quedó paralítico casi totalmente de la cintura para abajo el que sería presidente de los Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial, Franklin Delano Roosevelt. Pero la mayor epidemia internacional alcanzó cotas sin precedentes en la década de 1950. En 1952 se reportaron casi 60.000 casos en Estados Unidos, con más de 20.000 casos de parálisis y más de 3.000 fallecimientos. En España, en 1958, llegaron a reportarse más de 2.000 casos que dieron como consecuencia más de 300 muertes.
La preocupación por la epidemia llevó en 1954 a la creación de la primera vacuna contra la polio, desarrollada en Estados Unidos por Jonas Salk. Le siguió la más perfeccionada vacuna de Albert Savin y, finalmente, la vacuna trivalente que se administra en la actualidad
El mundo se empeñó en una campaña de erradicación de la polio mediante la vacunación con un éxito extraordinario. Las tasas de incidencia de la enfermedad cayeron de media un 90% un año después del inicio de las campañas de vacunación. Los 350.000 casos que se reportaron mundialmente en 1988 se redujeron a tan solo 1.352 en 2010.
El último caso de polio natural en Estados Unidos ocurrió en 1979. Los pocos casos posteriores se deben a personas no vacunadas que han estado expuestas al virus mediante los países donde la enfermedad sigue siendo endémica. En España, la enfermedad fue erradicada en 1988.
Por desgracia, la poliomielitis sigue siendo endémica en Afganistán, Nigeria y Pakistán. Y según informa la Organización Mundial de la Salud, entre 2009 y 2010 la polio se reintrodujo mediante contagio desde estas zonas en otros 23 países donde ya se consideraba erradicada.
La amenaza es tal que resulta imperativo que los niños de todo el mundo sigan vacunándose. Mientras haya lugares donde exista el virus de la poliomielitis y vivamos en un mundo donde las personas y los bienes se trasladan globalmente con una facilidad sin precedentes, la amenaza no ha desaparecido. Aunque sus terribles secuelas no sean tan evidentes en nuestra sociedad. Mejor no olvidar.
Famosos y polioMuchos personajes conocidos que nacieron durante la epidemia de los años 50 sufrieron poliomielitis y, en su mayoría, se recuperaron sin secuelas notables. Tal es el caso de actores como Donald Sutherland, Alan Alda o Mia Farrow (quien pasó un tiempo en un pulmón de acero), el director Francis Ford Coppola, el escritor de ciencia ficción Arthur C. Clarke o el músico de rock Neil Young. Otros, sin embargo, viven aún hoy con las consecuencias de su enfermedad infantil, como Itzhak Perlman, uno de los más aclamados violinistas clásicos actuales, quien se ve obligado a tocar sentado pues sólo puede mantenerse en pie con muletas. |