Artículos sobre ciencia y tecnología de Mauricio-José Schwarz publicados originalmente en El Correo y otros diarios del Grupo Vocento

Pasado y futuro del elefante

El mayor animal terrestre tiene una larga historia evolutiva, y aunquesu supervivencia es aún incierta, hay señales de recuperación.

Elefante africano (Fotografía CC de Bernard Dupont, via Wikimedia
Commons)
La mayoría de nosotros conoce sólo dos especies de elefantes: el africano, reconocible por sus grandes orejas y lomo cóncavo, y el asiático, un poco más pequeño, de orejas más pequeñas y lomo convexo. Pero hay otra especie en África, el elefante del bosque, por lo que el más común y mayor se conoce ahora como “elefante de la sabana”. Para complicar más el panorama, la especie de la sabana está formada por al menos dos subespecies, mientras que el elefante asiático tiene hasta siete subespecies distintas. Y esto sin considerar la larga lista de sus antecesores, ya extintos, algunos bien reconocibles como el mamut lanudo o el mastodonte.

La línea evolutiva del elefante se remonta a 60 millones de años. Contrario a lo que presenta la fantasía, sus antecesores no convivieron con los dinosaurios. Todos los mamíferos de la época de los dinosaurios, los ancestros de todos los mamíferos que conocemos hoy, incluidos nosotros, eran pequeños, del tamaño de ratones, y correteaban por un mundo dominado por los grandes saurios.

Pero esos pequeños mamíferos consiguieron sobrevivir al evento que hace 65 millones de años ocasionó la extinción de los dinosaurios (dejando sólo como testimonio de su estirpe a las aves de hoy en día) y se encontraron con todo un medio ambiente lleno de nichos ecológicos desocupados. La evolución permitió que surgieran especies para ocuparlos todos, desde el mundo subterráneo de los topos hasta la tundra helada, desde los océanos hasta el desierto, desde la selva lluviosa hasta la sabana.

Y así, hace 60 millones de años apareció en los bosques africanos una especie de tranquilos hervíboros regordetes del tamaño de un cerdo, los Phosphaterium. Con metro y medio de largo y unos 50 kilos de peso, lo distinguía una trompa alargada. Esa trompa le daría nombre a todos los animales descendidos de él, Proboscidea, debido precisamente a su nariz o proboscis. Este animal vivió unos 5 millones de años dando lugar a otras especies como los Moeritherium, Barytherium y, finalmente Phiomia, el ancestro directo de los elefantes actuales y que hace 37 millones de años ya presentaba un aspecto imponente, con más de 3 metros de largo y media tonelada de peso, con el principio de los colmillos y la trompa que caracterizan a sus descendientes.

El elefante adquirió sus características definitivas a partir de los llamados gomphoterium, un género o genus que vivió aproximadamente desde hace 14 millones de años hasta hace 3,6 millones y del que descendieron los primeros miembros del orden Proboscidea con los que se encontraría el ser humano durante la última glaciación: los mastodontes y los mamuts. Los gomphoterium y sus descendientes se acomodaron a distintos hábitats en todo el mundo salvo Australia, donde no hay mamíferos placentarios nativos debido a que se separó de los demás continentes 35 millones de años antes de la extinción de los dinosaurios.

En varias ocasiones han aparecido elefantes enanos, poblaciones que se desarrollan en islas y desarrollan el llamado “enanismo insular” en respuesta a los límites del entorno van reduciendo su tamaño y sus necesidades de alimentación y espacio. Aunque hoy están todos extintos, fueron comunes en las islas del Mediterráneo como Chipre, Creta, Sicilia, Cerdeña y otras, y en las de Indonesia, en especial en Sulawesi, Timor y Flores, donde al parecer una variedad humana, el “hombre de Flores” experimentó también enanismo insular, por lo que se le ha llamado imprecisamente, “hobbitts” en recuerdo de los personajes de J.R.R. Tolkien.

Hay unos primos de los elefantes que también fueron conocidos por los seres humanos: los deinotherium, que quiere decir “mamífero terrible”, de hasta 5 metros de alto y 10 toneladas y que vivieron en Asia, África y Europa desde hace 10 millones de años hasta hace unos 10.000. De hecho, una de las hipótesis de su extinción incluye el haber sido presas de los cazadores humanos. Los elefantes modernos aparecieron en África hace apenas 5 millones de años. De allí, el elefante migraría a Asia donde se diversificó en varias subespecies.

Las dos especies de elefantes africanos enfrentaron una tragedia: sus colmillos están hechos del valioso marfil, y su obtención que motivó una cacería descontrolada que desde el siglo XIX redujo la población de elefantes africanos (que tienen los colmillos más largos y pesados) de 26 millones de ejemplares a entre 500.000 y 700.000 en la actualidad. Prohibido desde 1989, el comercio de marfil continúa ilegalmente apoyado sobre todo en la cacería furtiva, que sin embargo es mucho menor que la del pasado. De hecho, el elefante africano está considerado ahora como especie vulnerable, pero no en riesgo de extinción, y en algunas zonas su población ha crecido en las últimas décadas. Esto ha dado lugar a un conflicto adicional: su choque con las poblaciones humanas al invadir cultivos y aldeas, y se calcula que matan a unas 200 personas al año. Esto y la sobrepoblación de elefantes en algunas zonas ha motivado acciones de cacería para reducir sus números por parte de los propios estados africanos.

El elefante asiático, usado ampliamente como animal de trabajo y considerado sagrado, sí está en peligro, con una población de apenas entre 25.000 y 33.000 individuos, amenazados sobre todo por el crecimiento de las poblaciones humanas y el aislamiento de sus manadas, lo que afecta el flujo genético y la diversidad en sus poblaciones. En ese conflicto, los elefantes además matan a unas 300 personas al año en el Sudeste Asiático.

Como en todos los casos de especies puestas en peligro especialmente por la acción humana, sólo con un esfuerzo amplio, que incluya no sólo a las naciones donde viven los elefantes, sino a todos los países y organizaciones, se logrará estabilizar su situación y garantizar la supervivencia de las especies con poblaciones adecuadas y en una convivencia sostenible con los seres humanos. Sin eso, se perderá un legado de 60 millones de años y al mayor animal terrestre, que al final no es sino un gran herbívoro más bien pacífico... como sus más lejanos ancestros.

Los elefantes pintores

La inteligencia y el delicado manejo de su trompa, que conoce cualquiera que le haya dado algo de comer a un elefante y éste lo haya tomado de su mano, han sido aprovechados por el Proyecto de Arte y Conservación del Elefante Asiático, fundado por dos pintores que han enseñado pacientemente a algunos elefantes a pintar ciertas escenas. Cada elefante aprende una escena (la más famosa es el dibujo precisamente de un elefante) y la pinta diariamente frente a un público. Aunque no estén ejerciendo “creatividad” directamente, la hazaña es impresionante.