Artículos sobre ciencia y tecnología de Mauricio-José Schwarz publicados originalmente en El Correo y otros diarios del Grupo Vocento

El Neandertal, el Piltdown y el Hobbit

En la búsqueda del origen del hombre hay errores y fraudes que nos enseñan cómo la ciencia se desembaraza de sus propios lastres y debilidades humanas para seguir avanzando.

En 1953 se anunció al mundo que el famoso fósil del "Hombre de Piltdown" descubierto en 1912 en Sussex, Inglaterra, y anunciado como el "eslabón perdido" entre el hombre y el mono era una falsificación. Y además se trataba de una falsificación ingeniosa pero basta, que unía la mandíbula de un orangután con un cráneo humano medieval y algunos dientes de chimpancé. Los dientes habían sido limados para darles apariencia humana, se le había dado imagen de antigüedad a los restos sumergiéndolos en una solución de hierro y ácido crómico y se había roto el extremo de la mandíbula correspondiente a la articulación, el cóndilo, para que no se viera que las piezas no coincidían.

En 1912, el descubridor, Charles Dawson, había dado, en apariencia, respuesta a la duda más repetida de los adversarios de la teoría de la evolución de Darwin: ¿dónde estaba el animal medio hombre y medio mono, el "eslabón perdido"? El prestigio de Dawson, sus muchos contactos y la idea que se tenía de una línea recta (que hoy sabemos imposible) entre un mono y el ser humano, sin rodeos, desviaciones ni ramificaciones complejas, además del sentimiento nacionalista británico se coludieron para hacer que el "descubrimiento" fuera aceptado generalmente como un genuino antepasado humano.

Sin embargo, el fraude se desmoronó al fin. Para 1953, los descubrimientos realizados en todo el mundo bosquejaban un panorama de la evolución en el que no encajaba el "hombre de Piltdown". Los expertos, mejor preparados, volvieron al cráneo y observaron que la inclinación de uno de los molares no correspondía a lo anatómicamente esperable. Lo vieron bajo el microscopio, detectaron las marcas del limado y volvieron a analizarlo a fondo hasta demostrar su falsedad.

Pero, al menos en parte, la aparición y aceptación del "hombre de Piltdown" nació de una cierta envida hacia los alemanes por el hallazgo del Homo neanderthalensis. En agosto de 1856, en el valle del Neander cerca de Düsseldorf, Alemania, se encontraron restos fósiles similares a otros que ya se habían encontrado en Bélgica y en Gibraltar. Pero en este caso, los restos fueron a manos del naturalista aficionado Johann Karl Fuhlrott, quien los entregó al anatomista Hermann Schaafhausen. En 1857, anunciaban que habían descubierto lo que parecía un ancestro humano, el "primer europeo" primitivo, más bajo, tosco y grueso, pero humano. Este descubrimiento marcó el inicio de la paleoantropología (la ciencia que estudia los orígenes del hombre), aunque los avances posteriores demostraron que el neandertal no es ancestro de nosotros, sino una especie distinta, surgida hace unos 300 mil años, que ocupó Europa y que se extinguió hace unos 24.000 años, con lo que convivió con nuestros genuinos ancestros durante al menos 15.000 años.

Sin embargo, una característica de los primeros neandertales encontrados se establecería en la cultura popular de un modo que desvirtúa nuestra evolución. Los ancestros del ser humano ya caminaban totalmente erguidos hace al menos tres millones de años. Primero anduvimos en dos pies y mucho después se desarrolló nuestro cerebro, son las dos características que nos diferencian de otros primates. Pero los neandertales tenían una gran tendencia a la artritis, y en un principio los huesos deformes fueron interpretados como signo de un andar similar al de los chimpancés, al grado de que prácticamente todas las representaciones de hombres primitivos en el cine y el teatro implican desde entonces un andar simiesco insostenible desde el punto de vista evolutivo. La paleoantropología abandonó rápidamente la idea de que todos los neandertales caminaban con dificultad e identificó su problema de salud, pero el cine aún no llega a tanto.

El último protagonista que ha entrado en escena es el "hombre de Flores", Homo floresiensis o, popularmente, el "hobbit", un ser de un metro de estatura y proporciones normales, capaz de hacer herramientas, anunciado a fines de 2004 por quienes lo descubrieron en la Isla de Flores en Indonesia. Los descubridores del esqueleto de 18 mil años de antigüedad (que, por cierto, es de una hembra) proponen que se acepte como una nueva especie humana descendiente, como nosotros, de Homo erectus y cuya talla sería producto del "enanismo de las islas", un fenómeno común en el que diversas especies adquieren tamaños progresivamente menores al verse confinadas en islas. Sin embargo, en esta ocasión han encontrado resistencia por parte de otros paleoantropólogos que no desean verse metidos en otro caso de Piltdown y pretenden ser más cautos.

Pero hay críticos que señalan que el esqueleto encontrado ahora tiene todas las características de un pigmeo moderno con microcefalia, lo que se ha sustanciado con estudios tanto de la forma del cráneo como de su capacidad, y el asunto tiene relevancia por la presencia de pigmeos modernos en la zona del hallazgo. Por otra parte, los críticos señalan que las herramientas que se encontraron junto con el esqueleto son idénticas a las hechas por los humanos modernos, mientras que hay diferencias sumamente evidentes en las herramientas hechas por cada una de las demás especies humanas (el ergáster, el neandertal, el habilis, etc.) .

En estos momentos, los descubridores originales del Homo floresiensis están en Indonesia, buscando otros fósiles similares. Si los encuentran, sería necesario aceptar a la nueva especie porque es muy improbable que hubiera una población entera de pigmeos microcefálicos. De no encontrarlos, será necesario estudiar más y, quizá, esperar prudentemente (que es algo que la ciencia ha aprendido a hacer) hasta que nuevos datos nos den la pista de lo que realmente es el "hobbit" de Indonesia.

Que es lo único que realmente nos interesa.

Piltdown: ¿quién y por qué?


La historia mantiene el enigma del autor de la falsificación del hombre de Piltdown. Se habla del propio Charles Dawson, sobre todo porque con el tiempo se demostró que muchos de sus maravillosos descubrimientos como arqueólogo aficionado resultaron falsificaciones. Pero también se ha implicado a varias personas de su entorno, entre ellos nombres tan conocidos como el del cura jesuita Pierre Teilhard de Chardin, uno de los responsables de que el Vaticano aceptara finalmente la evolución, o el de Arthur Conan Doyle, el genial creador de Sherlock Holmes que, sin embargo, creía en cuanta patraña paranormal y mística pasaba cerca de él. Igualmente sigue sin saberse el motivo del fraude, que igual pudo ser un intento de engaño simple y puro o una broma que se les salió de las manos a los autores.