Artículos sobre ciencia y tecnología de Mauricio-José Schwarz publicados originalmente en El Correo y otros diarios del Grupo Vocento

El órgano invisible

Nos preocupan sus arrugas, sus manchas, sus imperfecciones, sus granos, su color, su textura. Es la principal parte que ven los demás de nosotros, y sin embargo sigue guardando misterios.

Esquema de la piel humana. (Imagen D.P. del Gobierno
de los EE.UU., vía Wikimedia Commons)
Un reciente estudio publicado en febrero por investigadores de la Escuela de Medicina de la Universidad de Nueva York revela que nuestra piel, esa parte de nosotros que es la más visible, la más evidente, aún es, en gran medida, terreno inexplorado, especialmente en cuanto al número y tipo de habitantes que tiene. Porque la piel no es sólo nuestra envoltura exterior, sino que es también el hogar de millones de microorganismos, especialmente bacterias, algunas beneficiosas, otras que no tienen efectos positivos ni negativos e incluso algunas que bajo ciertas condiciones pueden ocasionar enfermedades, pero no en individuos sanos. El estudio identificó a 182 especies de bacterias, de las cuales 15 eran desconocidas hasta ahora, que en un momento dado podrían ser evaluadas en la piel de las personas para obtener datos sobre su salud, pues la población de bacterias en nuestro cuerpo varía al paso del tiempo, de acuerdo a los cambios en nuestra salud, nuestra dieta, las condiciones del clima, el uso de cosméticos y otras variables.

En palabras del jefe del equipo investigador, el doctor Martin J. Blaser, "Mantener estables las poblaciones de bacterias en nuestro cuerpo puede ser parte de la conservación de la salud", algo especialmente importante pues se observó que algunas de las especies de bacterias no están permanentemente allí, sino que cambian con el tiempo.

Aproximadamente el 15% de nuestro peso es de piel, de modo que un adulto de 70 Kg. tiene más de 10 Kg sólo de piel, de un espesor promedio 2 a 3 milímetros y con una superficie de entre 1,5 y 2 metros cuadrados. La piel es así el órgano más grande del cuerpo humano en términos de peso, pero solemos olvidar que se trata de un único órgano que nos cubre y nos defiende, además de darnos nuestro aspecto singular. Esto puede deberse a que la piel asume formas muy distintas según la zona del cuerpo que cubra: más tersa o más rugosa, más gruesa o más suave, más o menos porosa.

Más allá del valor que se le da por cuanto a su belleza y lozanía, o de la importancia que socialmente ha tenido su color en distintos tiempos y lugares, la verdadera importancia de este órgano se encuentra en sus múltiples funciones. Se trata, en primer lugar, de nuestra protección inicial contra las infecciones. No solamente por ser una barrera física que impide la entrada de gérmenes patógenos a nuestro cuerpo, sino que también cuenta con células inmunes especializadas, las células de Langerhans, (no confundir con los "islotes de Langerhans" del páncreas, descubiertos por el mismo científico alemán), que se activan cuando se presenta una infección en la piel y la atacan.

La piel, igualmente, es el principal regulador de la temperatura interna de nuestro cuerpo. La piel contiene mucha más sangre de la que necesita para nutrirse, y la utiliza para enfriarnos cuando hace calor y evitar la pérdida de calor en momentos de mucho frío. Al experimentar calor, se dilatan los vasos de las dermis, la capa inferior de la piel para que más sangre corra cerca de la atmósfera, enfriándose. En este proceso, el sudor juega un papel importante, al irradiar más calor, aunque en general la piel funciona como una barrera para impedir que se evaporen nuestros valiosos fluidos corporales. De allí que la imagen habitual de la persona acalorada incluye piel enrojecida y sudorosa. Por el contrario, cuando hace frío se contraen los vasos sanguíneos de la dermis para impedir que la sangre tenga contacto con el exterior y pierda valioso calor, dándonos, en casos extremos, un color grisáceo azulado. Los pequeños músculos de la piel también se contraen, provocando el aspecto de "piel de gallina", en algo llamado "reflejo pilomotor".

Otras funciones especialmente relevantes de la piel son el almacenamiento de lípidos (grasas) y agua y la síntesis de las vitaminas D y B con ayuda de los rayos ultravioleta del sol, de allí que tomar el sol (en cantidades seguras) de manera regular sea importante más allá de la valoración estética que en nuestros tiempos se da a la piel bronceada. Siempre es útil recordar que, en muchas sociedades del pasado y muy ciertamente en las europeas, sólo de bronceaban quienes trabajaban en el campo, de modo que lo que se apreciaba era una piel blanca y pálida que anunciaba que su propietario era una persona de posibles, que no necesitaba deslomarse al sol para vivir bien.

Aunque se dice con frecuencia que la capa superior de nuestra piel, la epidermis, consta de células muertas, esto no es exacto. Es sólo la capa superior de la epidermis, el stratum corneum o capa córnea, que está formado principalmente por células muertas, pero se trata de una capa de apenas 500 micras (cinco centésimas de milímetro), con una profundidad de 20 o 30 células, que es esencial para impedir que se evapore el agua de nuestro cuerpo y entren bacterias dañinas en él, como barrera natural contra las infecciones. Esta piel muerta se renueva constantemente, tanto que es la principal causa del polvo en nuestras casas. Pero debajo de ella se encuentran otras estructuras de la epidermis, como los melanocitos, las células responsables que producen la melanina o colorante natural del ser humano, y que son las responsables del tono de nuestra piel, y las células de Langerhans.

La preocupación por el cáncer de piel ha sido uno de los elementos que están animando los nuevos estudios sobre nuestra envoltura viviente, pero lo que queda claro es que aún queda mucho por saber sobre ella, y para ello se están empleando los más recientes métodos de la ciencia biológica. El estudio de Blaser y su equipo implicó la toma de muestras superficiales de la piel de seis personas (tres hombres y tres mujeres) con varios meses de diferencia, el cultivo de las colonias bacterianas y el uso de los más originales sistemas de identificación genética para determinar qué especies estan presentes en nuestra piel.

Los microbios de nuestro cuerpo


En nuestro cuerpo, dentro y fuera, habitan numerosísimas especies de microbios como los detectados por el equipo de Martin J. Blaser en la piel, y no tienen por qué ser motivo de preocupación. Después de todo, tenemos más microbios que células nuestras en el cuerpo. ¿Cuántos? Según los expertos, en nuestro cuerpo hay 10 veces más microbios unicelulares que células nuestras. Así, si un cuerpo humano tiene, se calcula, cien billones de células (un 100 seguido de doce ceros, o cien millones de millones), alberga mil billones de bacterias pertenecientes a entre 5.000 y 10.000 especies distintas, la mayoría indispensables para nuestra vida.