En algunos lugares, los esfuerzos por la conservación han tenido, sin duda alguna, un gran éxito. En ciertas zonas de África, por ejemplo, la prohibición del comercio del marfil y la persecución de la caza furtiva han logrado evitar la desaparición del elefante y recuperar sus números, al grado de que hoy hay problemas de sobrepoblación de estos animales, que llegan a invadir los campos cultivados en los alrededores de las reservas naturales en busca de alimento, luego de agotar otros recursos como los árboles de los que se alimentan, lo que a su vez lleva a la desaparición de las especies que viven en las zonas boscosas conforme los elefantes las deforestan. Así, por ejemplo, en Sudáfrica, el sacrificio de elefantes se detuvo en 1994, y sólo 10 años después la población de elefantes se había duplicado en el Parque Kruger, obligando a los responsables a buscar soluciones al nuevo problema. Llevar a los elefantes a otras zonas es una opción cada vez más limitada por falta de espacio, y se trabaja en busca de métodos anticonceptivos eficaces y viables. Lo más asombroso, quizá, es que la reintroducción del sacrificio selectivo de elefantes, en la forma de la odiada cacería, se ha convertido en una forma de ayudar a la conservación en algunos países. Así, en Namibia se llevan a cabo unas pocas cacerías permitidas al año (12 en 2005) cobrando elevadas sumas que se utilizan para financiar los esfuerzos de conservación.
La lucha por la defensa de la biodiversidad, la conservación del medio ambiente y un adecuado equilibrio ecológico se ha encontrado con problemas surgidos, en parte, de la falta de comprensión de cómo un elemento afecta a todos los demás en el entramado de la vida, y cómo cualquier acción humana, incluso las que están motivadas por las mejores intenciones, tiene efectos profundos en el tejido ecológico. En otros casos, organizaciones como el Congreso por la Igualdad Racial de Uganda en voz de su coordinadora Fiona Kobusingye, luchan contra la prohibición de sustancias como el DDT, considerando que su uso es indispensable para salvar vidas, considerando los riesgos, los posibles daños y los probables beneficios de su reintroducción en el mercado con las salvaguardas adecuadas.
Los errores cometidos con buenas intenciones, como el que ha llevado a la sobrepoblación de elefantes, no son mejores que los cometidos desde la ignorancia, como la introducción de especies en ambientes nuevos, de la que hay amplios ejemplos con los intercambios producidos a raíz de los viajes entre continentes antes aislados, como Europa, América y Australia. Según algunos ecologistas, sin embargo, esos errores no suelen ser catastróficos debido a que el equilibrio ecológico es mucho más dinámico y flexible de lo que se creía, y que los ecosistemas no se colapsan, sino que simplemente cambian adaptándose. Algunos consideran, sin embargo, que la información al respecto no debe difundirse ante el riesgo de que sea utilizada por organizaciones y gobiernos para quitarle importancia a la necesidad de la conservación de hábitats y la atención al equilibrio ecológico.
Sin embargo, algunos hechos han despertado en muchos ecologistas la necesidad de reevaluar sus visiones. Un ejemplo es la Montaña Verde de Ascensión, una isla volcánica en el medio del océano Atlántico, que fue descrita por Darwin en 1836 como zona totalmente desprovista de árboles, y con sólo 20 especies de plantas. Siete años después, el gobierno británico se propuso darle vida a la isla plantando en ella árboles de Argentina, Sudáfrica y los Jardines Botánicos Reales de Kew. Esta mezcla descoordinada y sin bases biológicas de tan variadas especies no debería haber tenido éxito si los sistemas ecológicos complejos surgen, según la idea tradicional, gracias a la evolución de distintos organismos vegetales y animales que van llenando los nichos ecológicos disponibles. Pero a contracorriente de esa idea, a inicios del siglo XX las laderas de la montaña estaban cubiertas de una extraña mezcla de guayaba, plátanos, gengibre salvaje, eucalipto y bambú, entre otras especies, formando una selva tropical clásica.
Ecologistas como David Wilkinson, de la Universidad John Moores de Liverpool, habla de "ajuste ecológico", un proceso mediante el cual las especies no evolucionan para crear ecosistemas, sino que parten de lo que hay disponible para crearlos, de modo que se puede hacer surgir una selva tropical en un siglo, cuando se creía que un proceso así tomaría miles de años de coevolución de las especies implicadas.
A ojos de algunos, estos hechos son una advertencia sobre lo mucho que nos falta saber sobre el medio ambiente y la ecología, sobre todo para determinar si debemos intervenir en favor del medio ambiente para conservar el equilibrio tal como está hoy, o si bien debemos hacerlo en términos de un equilibrio dinámico y cambiante, aceptando que toda la naturaleza ha estado en permanente transformación, pero sin que ello sea justificación para atropellos ecológicos. La tarea está en el terreno de la biología, las matemáticas, y otras ciencias que están aún formando la disciplina de la ecología.
Según algunos, sobre todo, la ciencia detrás de todas las consideraciones ecológicas debe, ante todo, llevarse a cabo fuera del terreno político donde hoy suelen debatirse, con más pasión que información precisa, los más diversos temas relativos a la ecología, como el cambio climático o la conservación de algunas especies, temas que mueven nuestras pasiones pero para los cuales son mejores las respuestas científicas que las meramente emocionales.
El caso del DDTEl DDT, utilizado masivamente y sin controles desde el inicio de la Segunda Guerra Mundial hasta la década de 1960, fue objeto de una importante campaña de denuncia sobre su toxicidad y lo speligros de su uso indiscriminado en la agricultura. El libro de 1962 La primavera silenciosa de Rachel Carson se constituyó en una advertencia tan contundente que en poco tiempo se prohibió el uso del DDT en Estados Unidos y, para la década de 1980, en prácticamente todo el mundo. Sin embargo, el tiempo ha demostrado que, por una parte, utilizado con las salvaguardas correspondientes, el DDT no es más dañino que otros pesticidas, y además que sigue siendo la mejor arma para controlar la población de mosquitos que son los vectores de la malaria. Por fin, en septiembre de 2006, la OMS anunció que el DDT sería utilizado como una de las tres principales armas contra esta enfermedad, responsable de entre uno y tres millones de muertes al año, principalmente en África. |