Artículos sobre ciencia y tecnología de Mauricio-José Schwarz publicados originalmente en El Correo y otros diarios del Grupo Vocento

Hatshepsut y las mujeres del antiguo Egipto

El anuncio de la identificación de la momia de la poderosa reina Hatshepsut pone de nuevo de relieve el singular papel de las mujeres en la historia egipcia.

Hace 3.500 años reinó en Egipto Ma'at-ka-Ra Hatshepsut, hija de Tutmoses I y esposa de su propio medio hermano, Tutmoses II. Durante veinte años, fue estrictamente "faraón" de Egipto, a la par de cualquier hombre que hubiera ocupado el trono antes y después de ella. Habiendo asumido la regencia a nombre de Tutmoses III, hijo de Tutmoses II y otra de sus esposas, siete años después se proclamó faraón, y mantuvo su reinado varios años más, en cierto modo usurpando al hijo de su fallecido esposo, hasta su muerte, cuando Tutmoses III se convirtió en un importante soberano egipcio. Sin embargo, si hubo amargura en Tutmoses III no se hizo evidente sino hasta cuatro décadas después, cuando mandó destruir o mutilar todas las representaciones de su madrastra, así como el nombre de Hatshepsut de todas las inscripciones que la mencionaban. El rastro de la singular mujer se perdió entonces del todo hasta que, en junio de 2007, el Secretario General del Consejo Supremo de Antigüedades, el arqueólogo Zahi Hawass, anunció que se había podido identificar con certeza la momia de la reina.

Los restos de la mujer más poderosa del antiguo Egipto son una momia hallada en 1903 por Howard Carter, que más adelante sería el descubridor de la tumba de Tutankhamón, pero que no había sido identificada con certeza. La reina había sido hallada en la tumba de su nodriza, la KV60, mientras que la tumba oficial de Hatshepsut había sido hallada vacía. La nodriza fue llevada a El Cairo y la tumba con la que hoy sabemos que era la más famosa reina egipcia antes de Cleopatra se volvió a cerrar hasta 1989, cuando la reabrió el arqueólogo Donald Ryan, a quien le llamó la atención que la momia estuviera en una pose reservada a la realeza, con un brazo cruzado sobre el pecho, y que hubiera los restos de un sarcófago con muestras de haber estado cubierto de oro, entre otras pistas.

Pero no fue sino hasta ahora que se pudo establecer sin género de dudas la identidad de la mítica reina. Las pruebas que ha ofrecido el equipo de Hawass son fundamentalmente dos. La primera, la momia tiene un molar roto conservando una de las raíces, y coincidía perfectamente con un molar hallado en una caja con el nombre de la soberana y que también contenía un hígado embalsamado, según se pudo determinar con una serie de tomografías axiales computerizadas o escáneres de la momia. Finalmente, se tomaron muestras de ADN de la momia bien identificada de la abuela de Hatshepsut y se compararon con el ADN de un total de cuatro momias que, según Hawass, tenían características que podrían identificarlas como Hatshepsut. Las pistas llevaron a la momia de esta mujer, que falleció alrededor de los 50 años de edad, tremendamente obesa, con los dientes muy deteriorados y víctima de cáncer en los huesos, no de un complot de asesinato por parte de su sucesor, como durante mucho tiempo creyeron algunos estudiosos.

Si bien antes y después de Hatshepsut hubo soberanas en Egipto, lo que distinguió a esta reina fue el que asumiera totalmente el papel de faraón como hombre, usando ropa masculina y la larga barba ceremonial de madera, y haciendo que se hablara de ella alternativamente como hombre y como mujer, y que se le representara como un faraón más.

La mujer en Egipto, al menos en las clases dirigentes, tenía en general una posición muy superior a la que estaba destinada a ellas en otras culturas, pues aunque se consideraba indudablemente que la cabeza del hogar era el hombre, la mujer era totalmente igual a él ante la ley, en cuanto a derechos así como en cuanto a responsabilidades. Mientras otras mujeres en las grandes civilizaciones originarias vivían bajo distintos grados de opresión, en el antiguo Egipto las mujeres podían poseer tierras, obtener préstamos, firmar contratos, iniciar un proceso de divorcio, recibir herencia de sus familiares e incluso defenderse ante los tribunales. Todo ello además de ser la responsable del gobierno de la casa y de ocuparse de la descendencia de la familia.

En el mundo de la religión, esencial para la vida social, política y económica del antiguo Egipto, la mujer jugaba un papel de gran importancia, como sacerdotisas u oficiantes en diversas ceremonias, interpretando música y ostentando títulos relacionados con los dioses, de modo cambiante a lo largo de la historia. Pero la esencia de lo femenino estaba también incorporada, de modo importante, en la enorme cantidad de diosas de su panteón, como la enigmática Hathor, diosa del cielo nocturno; Neith, diosa del principio, el más allá y el final, e Isis la escribana de los dioses.

Pero lo que denominamos el "antiguo Egipto" es una sucesión histórica de 3.500 años, desde las primeras dinastías hasta la muerte de Cleopatra e incluso la dominación romana, y en un lapso de tiempo tan prolongado hubo constantes cambios y una evolución a la que no hace justicia nuestra visión estática de un Egipto igual a lo largo de toda su historia. Pero las peculiaridades de Egipto las destacan los informes que recibimos de otras culturas. Para Herodoto, por ejemplo, es notable que las mujeres vayan al mercado y comercien mientras que los hombres se quedan en casa y tejen, y en general los atenienses veían con desconfianza la libertad de las mujeres egipcias, especialmente si habían llegado a regir el reino, cosa inimaginable en la Grecia clásica.

En ese entorno singular para las mujeres, Hatshepsut reinó, levantó obeliscos como su padre, reparó templos, construyó un singular templo mortuorio en Deir el-Bahri, que aún hoy puede visitarse, condujo a sus ejércitos en algunas campañas en Nubia y envió una expedición comercial a la legendaria Tierra de Punt (probablemente en lo que hoy es Somalia) antes de morir y dejar que finalmente ascendiera al trono su hijastro, quedando como una momia anónima hasta ahora.

Las otras soberanas

Como reinas o regentes, o como equivalentes a faraones, aunque sólo Hatshepsut asumió el título, puede haber gobernado Egipto una docena de mujeres: Merytneith, de la primera dinastía, alrededor del 3.000 antes de nuestra era, enterrada con los honores de los reyes; Nimaethap, reina madre de Djoser en la tercera dinastía; Khentkaus, madre de dos reyes en la cuarta dinastía y posible regente; la anónima esposa de Djedkare-Izezi, de la quinta dinastía; Ankhnesmeryre, probable regente de su hijo Pepi II en la sexta dinastía; Nitocris, al final también de la sexta dinastía; Sobeknefru, soberana en la décimosegunda dinastía; Ashotep, de la décimooctava dinastía; Nefertiti, posible reina a la muerte de su esposo Akhenaton; Tausret, regente de su hijo en la décimonovena dinastía, y Cleopatra VII, la última de los Ptolomeos.