La salud de las sociedades no sólo se ve amenazada por las enfermedades en sí, sino también por el tratamiento inadecuado de las mismas en muy diversas formas. A la prevalencia y difusión de prácticas curanderistas o seudomédicas inútiles y en ocasiones peligrosas, a la administración de medicamentos de modo innecesario (como los antibióticos que tantos pacientes exigen para gripes y otras afecciones que no se ven afectadas por estos fármacos), a la falta de personal médico en lugares donde se le necesita de manera perentoria, se ha añadido en los últimos años la falsificación de medicamentos.
Los medicamentos falsos, en palabras de Jose María Martín del Castillo, consejero técnico de la Agencia Española del Medicamento, "Son aquellos fabricados sin conocimiento del titular, en instalaciones desconocidas y que no llevan el principio activo que se declara o menor cantidad del mismo". Es decir, no se trata de productos con los mismos componentes, sino supuestos medicamentos que tienen los mismos empaques, logotipos, códigos de barras, hologramas e identificación externa de los medicamentos legítimos, pero que no contienen sustancias terapéuticas, las contienen en dosis inadecuadas o peligrosas, e incluso en ocasiones están formulados con sustancias nocivas al alcance de los falsificadores. Así, por ejemplo, se calcula que más de 500 pacientes, principalmente niños, murieron en Haití, Bangladesh, la India y Argentina al consumir un jarabe falso de paracetamol fabricado con glicol dietileno, una sustancia tóxica.
Más alarmante aún es que, según informes divulgados el año pasado, no se ha denunciado el alcance del problema debido a temores de causar pánico y perjudicar las ventas de los medicamentos reales. Los gobiernos tampoco tienen mucho interés en el tema, sobre todo porque al menos algunos funcionarios de los países más afectados se están beneficiando al autorizar los medicamentos falsos suministrados por las mafias. La corrupción, de nuevo, se convierte en uno de los peores enemigos.
Informes tanto periodísticos como de la Organización Mundial de la Salud calculan que hasta el 15% de todos los medicamentos vendidos son falsos, y, lo más grave, que esa cifra supera el 50% en algunas partes de Asia y África. Esto representa, para los falsificadores, un ingreso de entre 15 y 30 mil millones de euros cada año en un negocio ilícito que se ha disparado desde el principio del nuevo siglo. Esto se traduce en resultados como los 192.000 pacientes fallecidos en China, en 2001, a causa de los medicamentos falsificados.
Para combatir estas mortales falsificaciones se ha creado el Instituto de Seguridad Farmacéutica (Pharmaceutical Security Institute, PSI), una organización sin fines de lucro formada por los directores de seguridad de 21 de las principales empresas farmacéuticas del mundo y la Asociación para los Medicamentos Seguros, una coalición de organizaciones de pacientes, médicos, farmacéuticos, universidades, sectoriales y profesionales. Por desgracia, tales organizaciones actúan principalmente en los Estados Unidos y, en menor medida, en Europa, que es donde menos se necesita una acción urgente, y donde la falsificación de medicamentos se concentra principalmente en las llamadas "medicinas de estilo de vida", como las que se ocupan de la impotencia, la depresión, el insomnio, el crecimiento corporal, el control del peso y el aumento de masa muscular.
Pero en África, por ejemplo, se han detectado casos de alarma extrema, como una partida de vacunas falsas contra la meningitis durante la epidemia de 1995 en Níger, la presencia de medicamentos falsos contra la malaria y, más recientemente, antirretrovirales falsos que pueden incidir de manera extremadamente negativa en la lucha contra la epidemia de SIDA que padece el continente más pobre del mundo. Y, de nuevo en China, la venta de fórmula falsa para alimentación de bebés ocasionó la muerte de 50 niños y secuelas de desnutrición en muchos otros, causando el arresto de 22 fabricantes fraudulentos.
Por supuesto, la globalización económica y la caída de las barreras arancelarias son aprovechadas por las mafias para trasladar, exportar y reexportar sus mortales productos, borrando con frecuencia sus huellas de manera muy eficaz. Así, a principios de 2006 se dio a conocer un estudio realizado en Irlanda levantó además la alarma contra los numerosos medicamentos que se adquieren actualmente por Internet en el mundo desarrollado, y que son con frecuencia también falsificados.
Algunos intereses creados pretenden equiparar la falsificación de medicamentos a la "piratería" en sus distintas formas, ya sea de ropa, de complementos de marca, de perfumes o de discos y películas. Pero la "piratería" ofrece artículos que no tienen diferencias esenciales con los originales (aunque esto, claramente, no los legitima), mientras que los medicamentos falsificados son productos diferentes disfrazados de originales, que pueden causar daños graves directa o indirectamente.
Según algunos informes, en 2004 se incautó cerca de un millón de medicamentos falsificados dentro de la Unión Europea, cada uno de ellos con un potencial dañino enorme. Apenas el 3 de marzo de este año, el Ministerio de Industria, Turismo y Comercio, advirtió que ha empezado a aflorar la existencia de medicamentos falsificados en España. El problema está en aumento y la conciencia de que existe es el primer paso para luchar contra él y los efectos nocivos que conlleva.
Cómo protegerseNo pretenda "ahorrar" adquiriendo medicamentos fuera de los canales institucionales seguros. Las "farmacias de Internet" sin autorización ni dirección postal comprobable, las ofertas particulares o "sin necesidad de receta", así como los distribuidores en países a los que no puede tener acceso son elementos de riesgo. Desconfíe de los "medicamentos genéricos" que afirman proceder de "laboratorios" en países como Canadá. No es que las mafias estén en Canadá, sólo usan a ese país como cortina de humo por ser una nación del G-7. Las mismas mafias venden sus productos falsificados en Canadá afirmando que proceden de "laboratorios de genéricos europeos". Suspenda el uso de cualquier medicamento al que esté habituado y que le ocasione reacciones imprevistas, efectos desusados, o tenga un sabor o consistencia radicalmente distintos a aquéllos que usted conoce bien, y consulte inmediatamente a su médico. |