Excavación arqueológica en Bekonscot, Reino Unido. (Foto CC-BY-SA-2.5 de MichaelMaggs, vía Wikimedia Commons) |
Sin embargo, aunque este elemento romántico sigue existiendo, la realidad de la arqueología moderna tiene mucho más que ver con distintas disciplinas científicas que se han ido sumando para conseguir cada vez mejor el objetivo esencial de la arqueología: estudiar los restos materiales dejados por el hombre en el pasado para obtener datos sobre su historia, cultura, desarrollo y vida cotidiana. Una excavación arqueológica debe obtener la mayor cantidad de información sobre lo que va hallando antes de moverlo siquiera, porque una vez alterado el hallazgo es irrecuperable: la localización y orientación de un objeto en una tumba, por ejemplo, puede ser una clave esencial. Como solía decir un maestro de arqueología: una pieza de cerámica en su contexto es una fuente de información valiosísima, sin su contexto, es un cacharro viejo.
La excavación arqueológica moderna comienza con la determinación de que es altamente probable que en un lugar determinado se encuentren restos importantes. Esto anteriormente se hacía únicamente mediante la consulta e interpretación de las fuentes históricas, y entrevistando a las personas que viven en los alrededores del lugar sugerido por la información histórica, para determinar si conocían alguna cueva con restos peculiares, si habían recuperado algún resto, si en sus construcciones o al roturar la tierra habían dado con indicios de restos antiguos. Actualmente, la prospección arqueológica incluye el uso de sistemas de datos geográficos (GIS), geoposicionamiento por satélite (GPS), estudios geológicos, distintos tipos de detección remota (magnetometría, radiometría, radar, ultrasonido, fotometría, medición de variaciones gravitacionales, sonar, sismogramas), además de fotografía aérea o desde satélites. Todo esto permite al arqueólogo obtener una gran cantidad de información sobre lo que hay bajo tierra antes de iniciar cualquier excavación.
En muchos casos, una gran fuente de prospección son excavaciones arqueológicas antiguas, realizadas sin metodología científica, muchas veces destinadas únicamente a la recuperación de restos comercializables (cerámica fina, joyas, estatuas). Los arqueólogos tipo "Indiana Jones" de la primera mitad del siglo XX solían ser atrozmente destructivos en sus trabajos, pero aún así dejaron atrás muchísimos datos que los arqueólogos de hoy saben rescatar, valorar e interpretar adecuadamente. En otros casos, una labor de construcción de gran relevancia, como la perforación de túneles carreteros o de metro, o la excavación para cimentaciones, pone al descubierto yacimientos arqueológicos en ocasiones insospechados, y que deben ser documentados, estudiados y rescatados en lo posible en plazos de tiempo muy breves, impuestos por los intereses sociales, políticos y económicos relacionados con el trabajo de construcción interrumpido por el hallazgo.
La excavación arqueológica actual requiere, primero que nada, que se registre y documente de la manera más precisa la ubicación exacta de cada objeto que se encuentre, incluida su orientación y la profundidad a la que se halló, para lo cual se realizan planos del sitio y fotografías de todos y cada uno de los objetos, así como la relación que mantienen tales objetos entre sí. Dado que los objetos más modernos están en las capas superiores y los más antiguos en las inferiores, conocer la posición de todos nos permite saber cuáles corresponden o no a la misma época, y nos dan un contexto del todo que en un pasado fue el origen de cada pieza o resto individual. Al mismo tiempo que trabajan los profesionales más conocidos, los que con paciencia e instrumentos muy delicados exponen cada objeto, suelen estar implicados otros muchos profesionales: expertos lingüistas o paleógrafos que interpretan allí mismo inscripciones que puedan encontrarse, expertos en vida animal y vegetal antigua que pueden identificar los restos orgánicos.
Pero donde la investigación arqueológica se convierte en algo muy parecido a la verdadera investigación de una escena del crimen, o CSI, es en la etapa conocida como "postexcavación", mucho más compleja y lenta que las excavaciones en general, y ciertamente menos cinematográfica. Así, la moderna ciencia arqueológica incluye a expertos en datación física y química, expertos en tecnologías antiguas, botánicos, zoólogos, expertos en materiales y sistemas de construcción, patólogos, nutriólogos, expertos en la conservación de restos para evitar que se deterioren, expertos en tafonomía (la disciplina que estudia cómo se descomponen distintos objetos al paso del tiempo), astrónomos, expertos en aspectos como la religión o las guerras del pasado, según el caso, expertos en la extracción y secuenciación de ADN y otros muchos especialistas que pueden intervenir en distintos casos, sin excluir nunca a los matemáticos e informáticos que dan orden, sistema y sentido a la colosal cantidad de datos físicos, químicos, biológicos y culturales que puede ofrecernos un solo metro cuadrado de una excavación arqueológica moderna... lejos, muy lejos, del látigo de Indiana Jones.
La arqueología experimentalSolía decirse que la arqueología, como la astronomía, es una de las ciencias en las que no es posible realizar experimentos. Esto ha dejado de ser cierto conforme distintos estudiosos han decidido someter a prueba algunas hipótesis, o reproducir el manejo de ciertas tecnologías del pasado. Los expertos que hoy en día crean herramientas de piedra idénticas a las que nos legó el paleolítico o el neolítico, por ejemplo, nos permiten conocer las técnicas utilizadas e interpretar, por ejemplo, los yacimientos de restos de piedra que puedan haber quedado en los talleres de los antiguos tallistas. Los experimentos de traslado de grandes piedras (como las de Stonehenge o las de las pirámides egipcias) o los que han mostrado cómo se puede poner de pie una escultura "moai" de la isla de Pascua sin poleas son formas de arqueología experimental que nos permiten acercarnos más a las culturas que nos precedieron. |