Durante buena parte de la Edad Media, Europa se vio asolada por disintas epidemias que hoy podemos identificar con cierta certeza, como el cólera, el tifus o la disentería, producto de las malas condiciones sanitarias en ciudades cada vez más superpobladas. Pero ninguna fue tan aterradora como la llamada "peste negra" o "muerte negra" una epidemia que se originó en China a principios de la década de 1330 y que llegó a Europa entrando por Italia en 1347. Se trataba de una enfermedad feroz, aterradora, sin explicación aparente, sin curación posible y con una tasa de mortalidad de prácticamente el 100%.
Durante los siguientes tres años, recorrió europa matando a entre 1/3 y 3/4 de la población europea, dependiendo del país y las condiciones de vida. En donde había concentrados grandes núcleos de población, la mortalidad fue mucho mayor, como en Inglaterra, que perdió al 70% de su población pasando de 7 millones de habitantes a sólo 2, mientras que los países del centro de Europa, menos superpoblados y con menos ciudades, tuvieron cifras mucho más bajas. A esta terrible pandemia siguieron otros brotes menores durante los tres siglos subsiguientes en distintos países, matando en total a más de 25 millones de personas.
La búsqueda de una solución a la mortalidad llevó primero que nada a la búsqueda de la causa. En la mentalidad de la época, un acontecimiento de este tipo sólo podía ocurrir si lo causaban Dios o el Diablo, de modo que las reacciones fueron desde los grupos de flagelantes que se desollaban las espaldas a latigazos para, con su dolor, lavar los pecados de la humanidad y apacigur a la deidad, hasta quienes identificaron como "agentes del demonio" a los chivos expiatorios habituales: los judíos, los extranjeros en general, los leprosos (entre los que se incluían no sólo quienes tienen la enfermedad que hoy llamamos lepra, sino personas con acné grave, psoriasis y otras afecciones de la piel) y los gitanos, entre otros. Persecuciones, destierros y muerte se reservaron a estos grupos en un intento desesperado por detener el avance mortal de la peste. Por su parte, en el mundo musulmán, que no fue imnune a la pandemia, con grandes mortandades en Siria y Palestina, se culpabilizó a los infieles. En algunas zonas de los Balcanes, se echó mano de la cultura popular y la peste se atribuyó a los vampiros, y para defenderse de ella se abrieron numerosas tumbas para rematar a sospechosos de vampirismo. También para controlar la epidemia se dictaron las más diversas disposiciones, desde echar de la población a los anfermos hasta poner en cuarentena los bienes y personas que llegaban por mar, como se hizo en Venecia, prohibir actos que pudieran enfadar a Dios (las apuestas, los burdeles y las maldiciones en Speyer, Alemania)
Los síntomas de la enfermedad en sí incluían fuertes fiebres, dolor de cabeza y articulaciones, náusea, vómitos y las terribles bubas que muestran los grabados. Se trata de una inflamación intensa de los nódulos linfáticos del cuello, las axilas y las ingles, que secretan pus y sangre. En las etapas finales, el sangrado subcutáneo provoca un ennegrecimiento de la piel que podría colaborar a dar su nombre a la enferemedad. La víctima muere generalmente entre 4 y 7 días después de la aparición de la infección. Los síntomas han hecho a los estudiosos modernos concluir que lo más probable es que la muerte negra fuera lo que hoy llamamos peste bubónica, una afección provocada por la bacteria Yersinia pestis que es transmitida por las pulgas que viven en las ratas. Aunque ésta sigue siendo la explicación más convincente, resulta insuficiente para algunos estudiosos, que identifican las características del contagio, y en especial su velocidad, con un virus antes que con una bacteria, además de observar hechos como el que la epidemia atacara Islandia cuando en esa época no había poblaciones de ratas en esa isla
El horror que provocaban estos terribles síntomas, y el hecho de que predecían la muerte segura, está documentado en los manuscritos y pinturas de la época, cuyo epítome es El triunfo de la muerte de Francesco Traini, pintado hacia 1350 y que puede verse hoy en Campo Santo, Pisa, y en la presencia continua que tiene en la cultura popular desde el Decamerón de Bocaccio hasta nuestros días con obras como La peste de Albert Camus, el relato "La máscara de la muerte roja" de Edgar Allan Poe o la película El séptimo sello de Ingmar Bergman.
Pero quizá la consecuencia más inesperada y menos conocida de la muerte negra fue el cambio que representó en la sociedad europea. La súbita despoblación representó un desequilibrio profundo para el sistema feudal, que de pronto se encontró con que no tenía mano de obra sobreabundante, y por tanto el costo de ésta se elevaba, la disponibilidad de más alimentos también representó el final de una larga época de hambre, o al menos desnutrición, permanente en una Europa superpoblada. El hecho de que fracasaran todas las plegarias de la iglesia, para detener la pandemia, todas las persecuciones de los señalados como culpables y que los clérigos cayeran víctimas de la enfermedad en la misma proporción que el resto de la población contribuyeron a que se debilitara el férreo control de la iglesia sobre la población europea. Según algunos estudiosos, también contribuyó el hecho de que fue necesario sustituir en poco tiempo a grandes cantidades de eclesiásticos por otros menos preparados y, con frecuencia, menos devotos. Incluso en un próximo libro, Adiós a las limosnas, el Dr. Gregory Clark, experto en historia de la economía de la Universidad de California, propone que la revolución industrial en sí fue ocasionada por un cambio en el comportamiento humano tal vez originado por la peste negra, como la exaltación de la no-violencia, el acceso a la lectura y el hábito del ahorro. Así, en más de un sentido, la peste negra dio forma al mundo tal como lo conocemos hoy.
La conexión con el SIDAUn 10% de la población europea es resistente al virus de la inmunodeficiencia humana (VIH) debido a una mutación genética llamada "CCR5-delta 32". Esta mutación está mucho más presente entre la población escandinava y tiene niveles relativamente bajos en las costas del Mediterráneo. Una posible explicación a por qué tal mutación está tan extendida si el VIH no pudo haber jugado un papel en la selección de personas resistentes fue propuesta por un grupo de biólogos de la Universidad de Liverpool, que hallaron indicaciones de que las plagas medievales, especialmente la Peste Negra de 1347, habrían ayudado a elevar la frecuencia de la mutación, si resultara que la muerte negra fue una afección viral y no peste bubónica. |