Margaret Sanger (1879-1966) en 1922 (Foto D.P. de Underwood & Underwood, via Wikimedia Commons) |
Desde que el ser humano comprendió que las relaciones sexuales causaban el embarazo, se inició una prolongada lucha por conseguir el disfrute sexual sin la reproducción, ya para ocultar relaciones inaceptables (sexo prematrimonial o extramatrimonial) o por causas económicas o de salud de la mujer.
Esto implicaba problemas: en muchas sociedades, los hijos se consideran "propiedad" del padre, y las religiones tienen visiones distintas respecto de la sexualidad, además de que todas favorecen la reproducción. Este contexto cambia, además, según el método anticonceptivo usado: coitus interruptus (o “marcha atrás”), pesarios, distintas pócimas herbales, abortos quirúrgicos, etc.
Hace 50 años, en 1960, apareció un nuevo procedimiento de control natal que era seguro y altamente eficaz: la píldora anticonceptiva, cuya influencia en nuestra cultura ha sido tal que, en 1999, la revista The Economist declaró que era el invento más importante del siglo XX
La gran promotora de la píldora anticonceptiva fue la enfermera y defensora de la planificación familiar Margaret Sanger. Habiendo visto los resultados de los embarazos no deseados entre las mujeres pobres de Nueva York, decidió oponerse a las leyes estadounidenses a partir de 1912, escribiendo artículos de salud reproductiva y estableciendo clínicas de control natal que la llevarían más de una vez a la cárcel.
En la década de 1930 se descubrió que las hormonas evitaban la ovulación en conejos. ¿Un medicamento a base de hormonas podría evitar la ovulación en las mujeres? Para 1940, los científicos habían entendido el ciclo reproductivo femenino y establecieron que una vez que la mujer se embaraza, su fertilidad se suspende porque sus ovarios secretan estrógeno, que hace que la glándula pituitaria no libere las hormonas necesarias para la ovulación, y progesterona, que suprime la producción de la hormona luteinizante.
Pero la progesterona obtenida de animales era prohibitivamente costosa. Hubo de llegar Russell Marker, que en 1943 descubrió un procedimiento para extraer progesterona de fuentes vegetales y encontró en México un árbol cuya raíz tenía grandes cantidades de progesterona natural, el llamado “cabeza de negro”. Esto permitió avanzar las investigaciones mientras se encontraba la forma de sintetizar esta sustancia.
En 1951, el químico mexicano Luis Ernesto Miramontes, del equipo del Dr. Carl Djerassi, consiguió sintetizar la 19-noretisterona, una forma de progesterona. Poco después, Frank Colton desarolló otra forma sintética llamada noretinodrel. Estos químicos no pensaban en anticonceptivos, sino en conocer las hormonas, por entonces una rama de la investigación en plena efervescencia.
Ese mismo año, Margaret Sanger conoció al endocrinólogo Gregory Pincus, el pionero que había logrado la primera fertilización in vitro de conejos en 1937. Con ya más de 80 años de edad, se lanzó a una campaña de recaudación de fondos para apoyar las investigaciones del pequeño laboratorio de Pincus, reuniendo más de 150.000 dólares.
Pincus y Min Chueh Chang emprendieron el estudio de la noretisterona en animales, y el Dr. John Rock se ocupño de los estudios en seres humanos, empezando con la seguridad de la sustancia. Más difícil era hacer los estudios clínicos en cuanto a la capacidad anticonceptiva de la píldora, pues apoyar siquiera la anticoncepción era un delito en Massachusets, donde trabajaba Rock.
Por ello, las pruebas tuvieron que trasladarse a Puerto Rico, donde ya había clínicas de control de la natalidad. Un dato curioso fue que algunos de los informes de efectos secundarios que hicieron las mujeres participantes en el experimento permitieron descubrir que los placebos también podían causar los mismos efectos, abriendo la puerta a la moderna medicina basada en evidencias. Las pruebas siguieron con más voluntarias en México, Haití y Los Ángeles.
La píldora Enovid fue autorizada en 1957 por la Administración de Alimentos y Medicamentos de los EE.UU.como un medicamento para los trastornos de la mensturación, y el laboratorio luchó hasta que el 23 de junio de 1960 obtuvo la aprobación de su producto como anticonceptivo, aunque sólo para mujeres casadas.
Por primera vez, la mujer tenía una forma controlable sólo por ella (a diferencia del condón o la marcha atrás, que requerían la participación activa de su pareja) para evitar el embarazo como consecuencia de las relaciones sexuales. Se iniciaba la “revolución sexual”.
En la mayoría de los países estaba prohibida la venta y uso de toda forma de anticoncepción, pero el impulso de la píldora y su significado social y psicológico para las mujeres fue derribando muros. Los gobiernos se vieron forzados a autorizar la píldora anticonceptiva y con ella otras formas de evitar embarazos no deseados, como el dispositivo intrauterino, la píldora del día después
Y esto significaba que la mujer, como el hombre, podía tener una vida sexual sin necesidad de comprometerse a largo plazo con el matrimonio y la reproducción. Más aún, podía posponer ambos acontecimientos para ajustarlos a una visión más amplia de su vida y su rol en la sociedad.
A Estados Unidos siguieron la aprobación para su venta en Australia, el Reino Unido y Alemania (Occidental) en 1961, Francia en 1967, Canadá en 1969 e Italia en 1971. España tendría que esperar hasta 1978.
Al paso del tiempo, las distintas presentaciones de la píldora anticonceptiva se han refinado, necesitando cantidades menores de hormonas, lo cual también ha disminuido los efectos secundarios sobre las usuarias. El más reciente estudio citado por la revista Time en abril, un seguimiento de 46.000 mujeres durante casi 40 años, demostró que las mujeres que toman la píldora no experimentan los riesgos más frecuentemente citados y, de hecho, tienen menos probabilidades de morir prematuramente por cualquier enfermedad, incluidos el cáncer y las enfermedades cardiacas.
Pero su efecto sobre la sociedad, sobre la libertad y autoafirmación de la mujer, sobre la cultura humana sigue siendo profundo, tanto que a los 50 años de su primera autorización, sigue siendo más que un medicamento, un símbolo de una nueva era.
Las religiones y la píldoraPara muchas iglesias cristianas, la píldora es simplemente inaceptable por considerarse que va contra los dictados de la Biblia. El judaísmo, por su parte, considera más aceptable la píldora que los condones o la marcha atrás, pero la mujer sólo puede usarla después de haber parido al menos una vez. El hinduísmo, el islam (con algunas excepciones) y el budismo no tienen prohibiciones concretas contra la píldora. |