Artículos sobre ciencia y tecnología de Mauricio-José Schwarz publicados originalmente en El Correo y otros diarios del Grupo Vocento

Franklin: el americano ilustrado

Para la Europa del siglo XVIII la imagen de los Estados Unidos como nación ilustrada, democrática y libertaria se encarnaba en Benjamín Franklin, verdadero hombre del renacimiento entre los fundadores del nuevo país.

Menor de los hijos varones de la pareja formada por el fabricante de velas de sebo y jabón Josiah Franklin y Abiah Folger (octavo vástago de la pareja y decimoquinto de su padre, que había enviudado de su primera esposa), Benjamín Franklin estaba destinado por su padre a convertirse en ministro de la iglesia. Nacido el 17 de enero de 1706 en Boston, su educación formal terminó sin embargo a los 10 años, pues su familia no contaba con los medios de pagarle estudios.

Probablemente fue lo mejor para Franklin, para su país y para el mundo.

Franklin forjó su propia educación leyendo vorazmente. Después de un breve lapso como aprendiz renuente del oficio de su padre, su afición por la lectura pesó para que se le enviara a los 12 años a trabajar con su hermano mayor James, que ya estaba establecido como impresor, y con el que terminaría en un enfrentamiento debido al carácter autocrático del mayor y el espíritu independiente del menor. Franklin marchó a Filadelfia a los 18 años sin blanca ni planes claros.

Filadelfia, con la tolerancia religiosa y diversidad étnica del estado de Pennsylvania, casó bien con el espíritu del joven Franklin. Luego de trabajar en varias imprentas, el gobernador de Pennsylvania le ofreció apoyo para establecer su propia empresa, y lo envió a Londres a comprar una imprenta, pero sin proporcionarle dinero. En Londres, Franklin probó las virtudes y excesos de la vieja Europa, empleándose de nuevo con impresores, hasta que consigió volver a los 20 años.

Cuando consiguió establecer su propia imprenta editó el exitoso semanario The Pennsylvania Gazette y su famoso almanaque Poor Richard’s Almanack, libro anual que vio como una forma de educar a la ciudadanía. En 1736 se inició en política, donde creó un cuerpo de bomberos voluntarios, un orfanato y una lotería para financiar cañones que defendieran la ciudad, y propuso crear un colegio que hoy es la Universidad de Pennsylvania y el Hospital de Pennsylvania, el primero del nuevo país.

Fue a los 42 años, cuando su genio creador científico echó a volar, cuando pudo permitirse una jubilación temprana. Su diseño de la “estufa Franklin” mejoró la calefacción en la ciudad y redujo los riesgos de incendio de Filadelfia y marcó el inicio de su actividad en la ciencia.

Después de ver una serie de demostraciones sobre electricidad, especialmente la “botella de Leyden” y su espectacular capacidad de almacenar la electricidad estática, empezó sus experimentos con la electricidad. Fue el primero en sugerir que los rayos eran electricidad natural, para demostrar lo cual realizó experiencias con barras metálicas que conducían la electricidad de los rayos y que más adelante se convertirían en uno de los más perdurables inventos del todavía súbdito inglés: el pararrayos. En 1752, su famoso experimento con la cometa demostrando que el relámpago era, efectivamente, electricidad. El riesgo de ese experimento hace poco recomendable repetirlo. No era la primera vez en que Franklin cortejaba el desastre con sus experimentos: en una ocasión, intentando matar su pavo de Navidad con corriente eléctrica, estuvo a punto de electrocutarse al administrarse accidentalmente la carga.

Estos esfuerzos le valieron títulos honoríficos de Harvard, Yale y otros colegios universitarios, además de la medalla de oro de la Real Sociedad de Londres. Y mientras se ocupaba de la meteorología, proponiendo modelos para los sistemas tormentosos; de la medicina, inventando el catéter, y teorizando sobre la circulación de la sangre; de la agronomía buscando mejores técnicas para evitar el desperdicio de tierras arables e introduciendo la agricultura en el plan de estudios de la universidad de Pennsylvania, además de fundar la primera compañía de seguros contra incendios.

Franklin fue comisionado a ir a Inglaterra para negociar la situación de la colonia de Pennsylvania con los herederos de su fundador, William Penn. Aunque sus negociaciones fracasaron, la estancia de tres años le permitió, con más de 50 años, aprender a tocar el arpa, la guitarra y el violín, e inventar la armónica de cristal. Igualmente, observó que las tormentas no siempre viajan en la dirección de los vientos dominantes e hizo experimentos sobre el enfiamiento por evaporación.

A su regreso entró en franca colisión con los herederos de William Penn por su defensa de un grupo de indígenas americanos mientras los dueños de la colonia favorecían el genocidio como “solución” al problema de los indios. Franklin marchó de nuevo a Inglaterra para pedir a la corona británica su dominio directo sobre Pennsylvania sin la intervención de la familia Penn. El monarca se negó, pero Franklin se quedó como representante de las colonias y su oposición a los elevados impuestos fijados por la corona, y llegó a ser juzgado por incitar el naciente independismo. Volvió a América en 1775, como un independentista convencido.

A los 69 fue nombrado delegado ante el Segundo Congreso Continental, donde los líderes de las 13 colonias analizaron su futura relación con Gran Bretaña. Franklin propuso la unión de las colonias en una sola confederación nacional, que más tarde sería el modelo de la constitución estadounidense. El Congreso lo puso al frente de la organización de la defensa de las colonias y de un comité secreto encargado de las relaciones de los rebeldes con los países extranjeros. En 1776 fue uno de los encargados de redactar la Declaración de Independencia de Estados Unidos, y poco después partió de nuevo a Europa buscando aliados. En París, aquejado por sus problemas de la vista, inventó los anteojos bifocales.

Al volver en 1785 fue electo presidente del estado. Participó en el Congreso Constituyente que y sugirió que los estados europeos formaran una federación con un gobierno central, prefigurando la actual Unión Europea. Todavía tuvo tiempo de apoyar la Revolución Francesa y de convertirse en un activo opositor a la esclavitud antes de morir rodeado de sus nietos el 17 de abril de 1790 considerándose siempre, nada más, un hombre común, un ciudadano más de Filadelfia.

El odómetro y el mar


Uno de los más perdurables inventos de Franklin fue el odómetro. Como encargado de correos que fue creó el odómetro para diseñar las rutas de correo de los pueblos locales de Pennsylvania. Igual que los de hoy, su aparato calculaba la distancia recorrida contando las vueltas dadas por el eje de su carruaje. Su actividad postal lo llevó también a hacer las cartas de la Corriente del Golfo, a la que dio nombre.