"La persistencia de la memoria", cuadro de Salvador Dalí (Creative Commons) |
En la década de 1980 se desarrolló una situación de pánico en los Estados Unidos. De pronto, psicoterapeutas, policías y trabajadores sociales encontraban multitud de casos de personas que decían haber sido sometidas a terribles abusos sexuales y obligadas a participar en sangrientos rituales satánicos, tanto niños como adultos. Afirmaban que, de acuerdo a las hipótesis de Freud, esas memorias habían sido “reprimidas” durante décadas, y habían vuelto a la superficie debido a terapias que con frecuencia incluían entre otras cosas la hipnosis y preguntas sugerentes.
Las descripciones eran sobrecogedoras. Se llegó a hablar de 1 millón de satanistas que abusaban de niños y cometían incluso asesinatos y se popularizó la llamada “Terapia de Memoria Recuperada”, que guiaba al paciente para que “recuperara” recuerdos traumáticos de su infancia, incluso de la más temprana, cuando hoy sabemos que no se pueden formar memorias por el insuficiente desarrollo de nuestro cerebro. Entre el 15 y el 20% de los pacientes, un número enorme, recuperaban memorias de abuso infantil y rituales satánicos.
Se rompieron familias, los hijos perdían toda confianza en sus padres, los repudiaban e incluso los denunciaban por abusos. Algunos padres fueron condenados a penas de prisión mientras afirmaban su inocencia y su amor por sus hijos. La sociedad estadounidense se convulsionaba.
Sin embargo, aparecieron cuestionamientos. Se hablaba de miles de bebés asesinados en rituales de filme de horror, pero no había cuerpos, ni reportes de niños extraviados suficientes para dar cuenta de las historias que ocupaban los medios, especialmente los sensacionalistas.
Los científicos de la conducta entraron en acción. A principios de la década de 1990, un estudio de la Universidad de California investigó más de 12.000 acusaciones y analizó a más de 11.000 miembros del personal de servicios psiquiátricos, de servicio social y de cuerpos policiacos sin , encontrar pruebas que corroboraran sólidamente ni un solo caso de abuso ritual satánico.
Kenneth Lanning, agente especializado en abuso infantil de la Unidad de Ciencia Conductual del FBI, hoy famosa por una serie de televisión, escribió un estudio concluyendo que no había ni una prueba en ninguno de los casos de “abuso satánico” que había investigado desde 1981. Escribió: “Tenemos ahora a cientos de víctimas alegando que miles de delincuentes están abusando de decenas de miles de personas e incluso asesinándolas, como parte de sectas satánicas organizadas, y la evidencia para corroborarlo es escasa o nula”.
Lo más inquietante: quienes decían que habían sido víctimas no estaban mintiendo, realmente creían en la fidelidad de las memorias “recuperadas”.
Las falsas memorias
En 1974, la doctora Elizabeth Loftus, de la Universidad de California, había explorado la imprecisión de la memoria que empezaba a conocerse, con un estudio que demostró que los recuerdos de las personas se veían alterados por lo que implicaban las preguntas que se les hacían. Después de ver un vídeo de un choque, tendían a considerar que la velocidad de los autos era mayor si en la pregunta se usaba el verbo “chocar” o “colisionar” que si se usaba de “golpear” o “entrar en contacto”. En otro caso, si se les preguntaba por los “cristales rotos” (que no se veían en el vídeo), tendían a “recordarlos”.
Éstos y otros estudios establecieron no sólo que nuestras memorias son poco fiables, sino que son sensibles a la sugestión. El tipo de preguntas que se hacen a una persona, la afirmación de que ocurrió algo o cualquier otra observación, por inocente que sea, puede remodelar nuestras memorias.
Los terapeutas, trabajadores sociales y miembros de las fuerzas policiales, según se demostró, en parte víctimas de su celo profesional y su repulsa tanto al abuso infantil como a la idea de las sectas satánicas, habían moldeado las memorias de las supuestas víctimas, en gran medida impulsados por el libro Michelle, que se había presentado en 1980 como un “caso real” aunque años después se descubrió que había sido un fraude.
El testimonio del testigo presencial, prueba reina en los procesos judiciales de todas las culturas, se ha convertido en una incertidumbre. Multitud de estudios en las últimas dos décadas han demostrado que nuestra memoria, en algunos asuntos, es mudable. Nuestro cerebro “llena los espacios” con fabulaciones o con suposiciones de sentido común, y los recuerdos cambian más conforme más tiempo pasa, haciendo menos fiables muchas de las cosas de las que “estamos seguros”.
Hoy sabemos que una persona, al identificar a un delincuente, puede verse infuida por un simple comentario de un policía indicando que uno de los sospechosos, por ejemplo, tiene un historial delictivo, o incluso por el orden en el que se le presentan tales sospechosos. Y su falsa memoria no es una mentira, la considera absolutamente veraz. Apenas descubrimos que ser humano implica que ciertas cosas no las evocamos con tanta precisión como las tablas de multiplicar que nos aprendimos en la escuela.
Pero, si la moderna investigación en neurociencias nos alerta contra las alteraciones de nuestra memoria y ello puede resultar inquietante, pues en gran medida nuestra personalidad son nuestras memorias, también ha servido para evitar que seamos víctimas de las falsas memorias de otras personas. El recuerdo de un testigo o víctima expresado en el juicio fue fundamental para el 75% de las condenas que han sido revocadas en los Estados Unidos debido a las pruebas de ADN sobre casos antiguos.
Al mismo tiempo, se han abierto enormes campos para explorar la memoria ya no desde perspectivas filosóficas, sino mediante modelos que pueden someterse a experimentación, y estudios tanto fisiológicos como genéticos. La identificación de ciertos tipos de memoria, el estudio de los recuerdos inmutables (como las tablas de multiplicar) y la activación de distintas áreas del cerebro cuando aprendemos o recordamos quizá nos permitan reconciliarnos con la idea de que nuestra memoria es menos perfecta de lo que nos gustaría.
Sobre la autoridad y la memoriaHoy en día, la idea del abuso ritual satánico y la terapia de recuperación de memorias están totalmente desacreditadas entre psiquiatras, psicólogos y fuerzas policiacas. Su supervivencia está limitada al terreno de los medios sensacionalistas de sucesos y supuestos hechos paranormales con pocos escrúpulos, y a pequeños grupos que suelen incluirlo entre otras creencias conspiranoicas. La idea de las “memorias reprimidas” por otra parte, ha sido descartada en lo esencial ante la falta de pruebas de que realmente existan. |