Fragmentos de cráneo de Orce (Fuente, Universidad de Valencia) |
Hasta el siglo XIX, los seres humanos ni siquiera sabíamos que éramos resultado de un proceso evolutivo y por tanto no teníamos conciencia de que debíamos estudiar el tema. En 1856, Johann Karl Fulhlrott identificó unos restos óseos hallados en el valle de Neander como pertenecientes a una variedad de ser humano hasta entonces desconocida, y tres años después Charles Darwin publicaba “El origen de las especies”, que aunque cuidadosamente evitaba hablar del ser humano, tenía implicaciones que todo mundo comprendió de inmediato. Teníamos un pasado desconocido que debíamos investigar.
El proceso de reconstrucción de nuestra historia de los últimos 5-6 millones de años, desde que tuvimos el último ancestro común con los chimpancés, ha sido muy accidentado, y no sólo por las dificultades científicas que enfrenta, sino por asuntos de orgullo en la búsqueda de ancestros humanos por parte de países y culturas buscando ser la “cuna de la humanidad”.
Por ello, el estudio de los restos de nuestros antecesores, la paleoantropología, ha sido espacio de batallas peculiares, cuyo ejemplo más claro es el fraude del “hombre de Piltdown”, un cráneo humano con mandíbula de gorila y dientes limados para alterar su aspecto.
La ciencia avanza según los datos, conocimientos y hechos, pero éstos se pueden interpretar y reinterpretar por motivos bastante más prosaicos, especialmente en el caso del registro fósil humano, donde permanecen tantas zonas grises a la espera de ser desveladas por nuevos descubrimientos que pueden ocurrir mañana o dentro de mucho tiempo. Un buen ejemplo es el fósil conocido como el “hombre de Orce” o, más precisamente, el “niño de Orce”.
Descubrimiento y polémica
En 1982, el paleoantropólogo Josep Gibert i Clols encontró, en el yacimiento de fósiles de Venta Micena, municipio de Orce, Granada, un fragmento de un cráneo con una antigüedad de entre 1,6 y 1,3 millones de años y que fue identificado como perteneciente a un niño de entre 5 y 7 años de edad. Su nombre oficial es fósil VM-0, y pronto se conoció como el “hombre de Orce”.
La noticia, de ser cierta, implicaría el hallazgo del más antiguo poblador humano de Europa. Sin embargo, dos investigadores franceses observaron en el fragmento una cresta ósea que, indicaron, era más compatible con la hipótesis de que el fósil fuera de un équido. El nombre “burro de Orce” apareció y el debate escapó del espacio académico. Algunos participantes del equipo descubridor aceptaron la nueva hipótesis sin más, mientras que el paleoantropólogo Josep Gibert decidió dedicarse a defender la hipótesis de que era un homínido y lo hizo hasta su muerte en 2007.
Por su parte, la localidad vio, en el “hombre de Orce”, una oportunidad de atraer turismo y obtener prestigio como el hogar del “primer europeo”, algo de cuyos beneficios políticos y económicos puede dar testimonio la zona de Atapuerca, al tiempo que temía ser identificada con un error o, incluso, con un fraude, como Piltdown.
El debate en los medios y a nivel público nada tenía que ver con el tema científico de la identificación del fósil, por supuesto, que había sido puesta razonablemente en duda como muchas otras hipótesis planteadas sobre bases poco sólidas. En este caso, como ejemplo, los científicos sólo habían estudiado la superficie externa del fósil, estando la interna invadida de una incrustación calcárea difícil de eliminar.
La investigación, sin embargo, siguió su camino. En 1999 se publicó un estudio sobre los restos de albúmina del fósil, comparándolos con los de otros fósiles bovinos y equinos de la época, y concluyendo que la albúmina del fósil VM-0 era más cercana a la humana que la de los otros ejemplares. Este apoyo a la hipótesis homínida fue criticado por quienes consideraban que era improbable que el fósil conservara tales niveles de albúmina.
Uno de los descubridores originales pubilcó en 1997 un análisis basado en la detección de una sutura en la parte más alta del fragmento, y que, concluye, revela un cráneo equino y mucho más pequeño que uno humano. Ese análisis fue nuevamente puesto en cuestión por un estudio radiológico del VM-0 realizado en el año 2000 y según el cual dicha sutura no existe.
Finalmente, el descubrimiento de otro cráneo infantil de la época romana con la misma cresta que tiene el fósil de Orce reveló que dicha característica no era imposible en un ser humano, pero no es prueba concluyente de que el fósil de Orce sea de un homínido.
El debate sigue abierto. Pero su resolución no será asunto de pasiones, conveniencias, prejuicios y emocionalidades, sino de la obtención de nuevos datos. Y lo más llamativo es que las demás investigaciones del yacimiento de Venta Micena, las que no han tenido un fuerte impacto de medios, nos ofrecen datos mucho más certeros y de significación científica igual de relevante.
Robert Sala, paleoantropólogo que emprendió una campaña de excavaciones en 2010 y que realizará otra en 2011, el yacimiento de Orce es el más rico de su edad en Europa. Los hallazgos de 2010 confirman, por la presencia de restos animales y las herramientas de piedra empleadas para cazarlos y destazarlos, la presencia humana en Orce hace más de 1,3 millones de años, antes de la presencia en Atapuerca misma. De hecho, el investigador apunta que los homínidos que vivieron y cazaron en Orce podrían pertenecer a la misma especie descrita en Atapuerca, el Homo antecessor, nuestro ancestro directo, y no a Homo erectus, nuestro pariente cercano.
Esto haría irrelevante, hasta cierto punto, la identificación del debatido fósil VM-0. Podría ser un equino y ello no afectaría el hecho de que los primeros humanos en Europa, hasta donde sabemos hoy, recorrieron los alrededores de Orce. Pero para nosotros, por su valor simbólico, sería más relevante que fuera un fósil humano, un trozo de la cabeza de un niño de nuestro pasado profundo.
Afortunadamente, algún día lo sabremos. Mientras damos fe de nuestras subjetividades y su intensidad, seguimos buscando el conocimiento, que al final es el único que puede confirmar, o demoler, nuestros más caros prejuicios.
El abordaje de los vendedores de misteriosAnte el debate sobre el fósil de Orce, los personajes mediáticos de la venta de misterios y sensacionalismo ocultista adoptaron como suya la hipótesis homínida del fósil de Orce, aumentando su desprestigio por asociación. Para empeorar la situación, Gibert tomó la decisión de publicar artículos en su defensa en revistas pletóricas de platos volantes, yetis y pseudoarqueología, desprestigiando la hipótesis por asociación, pues el “hombre de Orce” se vio citado y “defendido” por promotores de todo tipo de pseudociencias. |