Artículos sobre ciencia y tecnología de Mauricio-José Schwarz publicados originalmente en El Correo y otros diarios del Grupo Vocento

De recursos a compañeros: los animales de servicio

Los animales de servicio son un caso singular en las relaciones que los humanos hemos establecido con otros animales a lo largo de la historia.

El mendigo ciego de Bethnal Green,
balada del siglo XVII ilustrada
con Henry de Monfort y su perro.
La imagen habría sido asombrosa hace pocas décadas. Una persona que por alguna causa no puede usar las manos, le da órdenes a un pequeño mono capuchino que recoge sus llaves, mete su comida al microondas, le lava la cara, abre la puerta o hace una enorme variedad de tareas en la casa. El paciente al que atiende el mono, víctima de amputaciones múltiples, de lesiones de la columna vertebral o de varias formas de degeneración muscular, tiene un compañero que es, al mismo tiempo, sus manos.

Curiosamente, además, se trata de un animal que no está domesticado, es decir, que técnicamente sigue siendo salvaje, aunque en todos los casos en que se han colocado estos monos con personas a las que cuidan, la relación ha sido constante y cordial, incluso durante más de dos décadas.

Esta peculiar relación simbiótica de humanos y monos es el más reciente capítulo de una historia que comenzó cuando el hombre por domesticó por primera vez a un animal, muy probablemente el perro, que se convirtió en un apoyo fundamental para los cazadores de hace más de 10.000 años, aunque hay indicios de que la relación pudo remontarse a 30.000, 80.000 años o más.

Después, el hombre domesticó a otros animales que no eran compañeros, sino presas que se criaron para que el acceso a sus recursos (carne, leche, pieles) no dependiera de las vicisitudes de la cacería.

Los siguientes animales domesticados, hasta donde hemos podido determinar, fue la oveja, que lo fue en el 8500 antes de la Era Común en Asia Occidental. Le siguió la cabra unos 500 años después, y en el 700 a.E.C. vendría el ganado vacuno, domesticado en el Sáhara Oriental y los pollos, originarios de Asia.

La domesticación es un proceso singular que implica que a lo largo del tiempo el ser humano aplica a una especie una cría selectiva que la altera genéticamente para adecuarla a sus deseos o necesidades, para que sea más dócil, más productiva, o se adapte a nuevos climas y alimentos, y que dependa del ser humano para su supervivencia. Es lo que hace al animal doméstico distinto del salvaje, al que se doma para acostumbrarlo a la compañía del ser humano sin alterar su genética, como se puede hacer con grandes felinos o con osos, que pese a la doma siguen siendo salvajes e impredecibles incluso con los humanos más cercanos.

La diferencia la ejemplifica bien el perro y el cerdo, que siguen siendo las mismas especies que el lobo y el jabalí, pero en variedades domésticas. Los perros se pueden cruzar con los lobos y los cerdos con los jabalíes, dando como resultado crías fértiles.

La utilidad de una variedad domesticada puede cambiar con el tiempo. La oveja pasó más de 2000 años como animal doméstico exclusivamente por su leche y carne, pero hacia el año 6000 los pastores empezaron a seleccionarla por su lana, consiguiendo pronto que sus animales tuvieran generosos vellones que eran la materia prima de la actividad textil. El perro, originalmente un animal estrictamente útil, pasó a ser criado como mascota, acompañante y ornamento. Otro ejemplo es la doble función del ganado vacuno, como fuente de carne y leche y también como fuerza motriz del arado desde hace 8 mil años en el antiguo Egipto.

Curiosamente, además, ningún animal importante ha sido domesticado en los últimos dos mil años.

Servicio y apoyo

Existe un documento chino que data del año 1200 y que muestra a un ciego guiado por un perro. En los siglos siguientes se encuentran ocasionales comentarios e imágenes en todo el mundo que hacen referencia a ciegos que se pueden desplazar gracias a la ayuda de perros, hasta el siglo XVIII donde tenemos ejemplos como la balada inglesa de “El mendigo ciego de Bethnal Green”, Henry de Monfort, que al quedar ciego se guiaba con un perro, o pinturas con ese tema de Serge Gainsborough o William Biggs.

Pero la forma en que los perros ayudaban a personas invidentes no estuvo organizada ni estructurada sino hasta que, en 1819, el austriaco Johann Wilhelm Klein, que estableció un instituto para los ciegos en Viena, dejó anotados sus planes para entrenar perros con objeto de que pudieran guiar a sus alumnos. En 1847, el suizo Jakob Birrer escribió acerca de sus experiencias con un perro al que entrenó personalmente y que le sirvió de guía durante cinco años.

Los perros guía se empezaron a hacer realidad con las observaciones del Dr. Gerhard Stalling, que atendía a soldados alemanes que habían quedado ciegos a resultas de heridas sufridas en la Primera Guerra Mundial. Los perros parecían cuidar especialmente de quienes los llevaban si éstos parecían desorientados. Stalling empezó a diseñar formas de entrenar perros para la tarea de guiar a los ciegos y en 1916 inauguró la primera escuela de perros guía en la ciudad de Oldenburg, que durante la siguiente década entrenó a varios miles de perros que sirvieron a invidentes de diversos países de Europa.

La escuela fue visitada por la millonaria estadounidense Dorothy Harrison Eustis quien entrenaba perros para competencia, y que a partir de 1927 empezó también a hacerlo para ciegos en Suiza, de donde la idea llegó a Estados Unidos en 1929 y a Gran Bretaña en 1931.

Si bien la relación entre el ser humano y el perro es especial y distinta de todas las demás del mundo animal, evidentemente la relación entre una persona y un animal que es sus manos, sus ojos o sus piernas (en el caso de los caballos) es aún más singular.

Los monos de servicio tienen una historia mucho más reciente. Fueron idea de Mary Joan Willard, una psicóloga experimental que empezó a trabajar en 1977 con dos monos capuchinos que habían sido utilizados en investigación. Ella y otros psicólogos consiguieron desarrollar un entrenamiento (que puede más de un año) para monos capuchinos que se convierten en las manos y, a veces, los oídos de las personas con las que trabajan. Son animales que pueden dar servicio durante 20 o 30 años y que establecen relaciones muy estrechas con las personas a las que cuidan. Aunque no lo pueden hacer todo y los parapléjicos aún necesitan ayuda humana, los monos vuelven a poner a su alcance muchas tareas cotidianas en las que no solemos pensar. Por ejemplo, rascar a su dueño cuando tiene comezón.

Algo que no parece trivial cuando recordamos aquellos picores que por alguna causa no podemos rascarnos cuando lo deseamos.

Los caballos en miniatura

Los caballos enanos o ponys son el más reciente añadido al grupo de los animales de servicio. Pueden tirar de carretillas o sillas de ruedas, ayudar a caminar a personas con problemas de movilidad e incluso servir como guías para ciegos, una opción que puede ser útil para quienes necesitan un animal guía pero son alérgicos a los perros.