Se calcula que pueden existir entre 10 millones y 30 millones de especies de insectos en nuestro planeta. Una cifra especialmente asombrosa si tenemos presente que únicamente se conoce y tiene clasificado menos de un millón de especies de insectos. De todas las demás formas animales, actualmente conocemos alrededor de 200 mil especies, y es difícil calcular cuántas pueden existir en realidad. En lo referente a las especies vegetales, nuestro conocimiento es igualmente escaso, pero a guisa de ejemplo conocemos alrededor de cien mil especies de hongos, y se calcula que debe de haber más de un millón y medio de ellas.
Solemos pensar que las "nuevas especies" (es decir, nuevas para la clasificación científica, para nuestro conocimiento, pero evidentemente no de surgimiento reciente) sólo pueden encontrarse en lugares inaccesibles y que están esencialmente aún por explorar: selvas aisladas, las fosas abisales del mar, las más altas cumbres, cañones, gargantas, cuevas, cavernas y demás sitios a los cuales sólo pueden llegar exploradores que sumen espíritu aventurero y habilidades singulares junto con una condición física admirable, algo así como Indiana Jones. Pero el hecho es que la aparición de nuevas especies es un fenómeno constante en todo el mundo. Actualmente se calcula que se clasifican cada año alrededor de 15 mil nuevas especies animales, de las que más del 60% son insectos, y de ellos, 20 son descritos en España.
Calcule usted, simplemente, cuánto tiempo se ha dedicado a observar las aguas poco profundas frente a la costa del Cantábrico, cuánto de ellas ha sido observado cuidadosamente y pregúntese si es razonable suponer que ya conocemos a toda la flora y fauna de la zona.
El problema, pues, no es encontrar "nuevas especies" en general, esto ocurre constantemente, aunque los medios se hacen eco únicamente de algunos descubrimientos, sobre todo de mamíferos de gran tamaño o de parientes del hombre, como sería el caso de los chimpancés gigantes o del hombre de Flores. El hallazgo de cada nuevo escarabajo, lagartija o rana, de cada una de las 15 mil especies mencionadas, no podrían materialmente ocupar espacios en la prensa.
Esto ha llevado a afirmaciones curiosas por parte de los detractores de la ciencia, que suelen hacerse presentes cuando se difunde alguna de estas noticias para sugerir que "los científicos" ya creían conocer a todas las especies y algunos, incluso, "decían" que ya no se iban a encontrar más, demostrando únicamente su propia ignorancia.
El verdadero problema está en el hecho de que la definición misma de "especie" es todavía imprecisa y a veces tremendamente nebulosa.
¿Qué es una especie?
Lo más probable es que usted conozca alguna variante de la definición de "especie" que propuso en 1942 el recientemente fallecido biólogo evolutivo Ernst Mayr: un grupo de seres que pueden reproducirse entre sí, pero están reproductivamente aislados de los demás. De acuerdo a esta definición, por ejemplo, pertenecen a una especie todos los caballos que se pueden reproducir entre sí dando como resultado hijos fértiles. Las hibridaciones como las mulas, producto de la cruza del caballo y el burro, no son fértiles, por lo cual el caballo y el burro son de especies distintas.
Esta definición es útil en muchos casos, pero pronto topó con el problema de que sólo se ocupaba de los seres vivos que se reproducían sexualmente. Es decir, dejaba fuera, por ejemplo, a los entre cinco y diez millones de especies de bacterias que se calcula que existen en nuestro planeta. Por otro lado, algunos híbridos como los "ligres" y "tigones" (resultado de la cruza de tigres y leones) son fértiles, en particular las hembras de ligre, que pueden cruzarse con tigres para procrear "tiligres". Todo lo cual no nos lleva a cerrar los ojos al hecho de que en su conducta, su morfología, su biología y su vida social "normales", tigres y leones no son lo mismo, sino que pertenecen a especies diferenciadas.
Por ello, los científicos añadieron otras definiciones de "especie" destinadas a permitirnos distinguir y clasificar mejor a los seres vivos a nuestro alrededor. En algunos casos, la especie es determinada por sus diferencias morfológicas (un buitre y un halcón tienen una anatomía distinta). En otros casos, la especie se define porque los miembros del grupo se reconocen entre sí como posibles parejas para la reproducción. Se usa también la definición evolutiva: una especie comparte a un ancestro y tiene un linaje que mantiene su integridad respecto de otros linajes a través del tiempo y el espacio (por ejemplo, los seres humanos y los chimpancés compartimos un mismo ancestro, pero nuestros linajes se han mantenido aislados durante millones de años). Finalmente, está la idea de las microespecies, las de los seres que se reproducen por bipartición de modo que cada generación es genéticamente idéntica a la anterior.
El problema, claro, es que los seres vivos no se dividen en "especies" naturalmente. El concepto lo hemos creado nosotros para clasificar y dar orden a lo que nos rodea. Pero, a diferencia de aspectos como los elementos químicos, donde la diferencia entre uno y otro es clara y se puede definir objetivamente, en el caso de los seres vivos en muchas ocasiones las fronteras son borrosas, hay estados intermedios y, por si ello fuera poco, los objetos de estudio, las poblaciones de seres vivos, cambian continuamente, sufren mutaciones o se ven sometidos a presiones selectivas por el medio ambiente o por la intervención del hombre.
Por todo ello, en ocasiones no es sencillo saber, cuando estamos ante un animal o una planta aparentemente nuevos, si realmente son o no "una nueva especie". Al final, el significado real de la idea de "una nueva especie" sólo se encuentra en la medida en la que sea importante para la biodiversidad del planeta, de la que depende el funcionamiento de toda la maquinaria de la vida, y que nos ayude a entender un poco mejor, sólo un poco, a los seres que comparten nuestro mundo.
Especies humanasSin importar cuál de las diversas definiciones de "especie" utilicemos, los acontecimientos de las últimas décadas nos han enseñado que los seres humanos no somos tan singulares como gustaría a quienes pretenden que la humanidad sea el centro del universo. De hecho, hoy conocemos al menos 11 especies humanas (pertenecientes al género Homo) además de la nuestra, varias de ellas capaces de usar herramientas, de crear piezas artísticas, de realizar rituales funerarios e incluso, según creen los paleoantropólogos, de utilizar el lenguaje. Nuestra especie es, simplemente, la más afortunada… hasta ahora. |