(Foro CC Orest, vía Wikimedia Commons) |
Las setas son muy apreciadas en distintas culturas, ya sea el boletus en España, el champiñón en Francia, la trufa en la cocina europea o el shitake en Asia oriental, además de ser utilizados para preparar alimentos como fermentos y colorantes del vino, el queso, la salsa de soja y el pan.
Como plagas, pueden afectar las cosechas o atacarnos a nosotros y a nuestros animales. Entre las más comunes de estas infecciones, llamadas “micosis”, están el pie de atleta, la candidiasis (vaginal y oral) y la onicomicosis o infestación de las uñas de los pies.
Pero, más allá de estos casos, fuera de los espacios del conocimiento especializado, los hongos son bastante poco conocidos y aún sorprende que se trate de todo un reino de la vida, como lo son los reinos animal, vegetal, protista (algas y protozoarios), bacteria y arqueobacterias. Es decir, los hongos no son vegetales. Son otra forma de vida distinta.
Las plantas producen su propio alimento utilizando la energía del sol en la fotosíntesis para sintetizar el agua, el bióxido de carbono y los nutrientes del suelo. Los hongos como los animales, consumen alimento ya producido, sea directamente por las plantas o de tejidos animales, y no hacen la fotosíntesis.
Además, las paredes celulares de las plantas son de celulosa, polisacárido que reconocemos en la madera y en productos como el papel, mientras que las paredes de las células de los hongos son de quitina, polisacárido que no existe en el mundo vegetal pero sí en el animal, como componente fundamental del exoesqueleto de insectos y crustáceos como las gambas. Finalmente, las plantas almacenan su energía en forma de almidón y los hongos la almacenan en forma de trehalosa, , igual que los animales.
Así, los hongos son una forma de vida entre la animal y la vegetal, que se estima que surgió hace 1.500 millones de años, aunque no hay fósiles de hongos sino hasta hace apenas 500-600 millones, entre otras cosas por lo fácil que se degradan los cuerpos de los hongos macroscópicos y lo mucho que se parecen los hongos microscópicos a otros organismos.
Microscópicos o macroscópicos, los hongos son organismos celulares relativamente sencillos de los cuales se conocen más de 100.000 especies.
Ya que todos los hongos necesitan alimento ya existente para sobrevivir, se les encuentra jugando el papel de agentes de la descomposición de los organismos muertos, vegetales o animales. Los hongos son unos de los más grandes mecanismos de reciclaje de la naturaleza, ya que toman los restos orgánicos y los devuelven al entorno en formas que otros organismos pueden digerir.
Esta misma capacidad de descomponer restos orgánicos hace que casi todas las plantas establezcan relaciones de simbiosis (una relación mutuamente beneficiosa) con diversos hongos en sus raíces para ayudarles a absorber minerales y agua de la tierra, aportándoles a cambio carbohidratos para la alimentación de los hongos.
Otra asociación que establecen con frecuencia los hongos es con algas o con cianobacterias, formando los líquenes, que tienen la capacidad de sobrevivir en algunos de los entornos más inhóspitos de nuestro planeta: la tundra del ártico, los desiertos más extremos, las costas rocosas y en pilas de escoria producto del beneficio de minerales. La enorme capacidad de resistencia de los líquenes se debe precisamente a cómo se apoyan sus componentes (o “simbiontes”). El hongo le da a las algas o bacterias protección contra el sol y contra la deshidratación, permitiendo que éstas desarrollen su fotosíntesis proporcionando alimento para ambos socios.
Y gracias a esta resistencia, los líquenes son con frecuencia el único alimento en zonas como la tundra, donde el 90% del alimento de caribús y ciervos son los líquenes que encuentran adheridos a las piedras bajo la nieve.
Es indispensable, para tener un retrato rápido de este reino desconocido, mencionar la toxicidad de muchos hongos, especialmente las setas, de las cuales más de 20 genus y docenas de sus especies pueden presentar un peligro de graves trastornos, aunque sólo unas 30 especies son altamente mortales para los seres humanos o para los animales que los consumen. Distintos hongos en distintas geografías pueden contener distintas toxinas, muy especialmente la llamada alfa-amanitina, que contiene la más mortal de todas las setas, la Amanita phalloides, conocida también como oronja verde, oronja mortal o cicuta verde.
La mayor parte de las intoxicaciones por setas se deben a la ignorancia y el intento de identificar el potencial tóxico de una seta utilizando supersticiones tales como una que indica que si se pone una moneda de plata en la sartén donde se preparan las setas, se pondrá negra si éstas son tóxicas. Nada sustituye al conocimiento adecuado de las setas de un lugar determinado y la asesoría de la micología, que es precisamente la ciencia que estudia el reino de los hongos.
Menos común es saber en qué medida los hongos son parte del arsenal que conserva nuestra salud o nos la devuelve. Más allá de setas a las que las creencias les atribuyen poderes curativos no corroborados, hay una enorme cantidad de medicamentos de gran importancia derivados de hongos. Bastaría sólo señalar la penicilina y todos los antibióticos que le siguieron para comprender su relevancia en la salud, sobre todo cuando la penicilina procede del mismo hongo que provoca la deliciosa transformación de algunos quesos en quesos azules, donde el hongo penicillium les aporta sabor, acidez y su textura características. Inmunosupresores de uso común indispensables para los trasplantes de órganos, medicamentos que reducen el colesterol (estatinas), proteínas que modulan la respuesta inmune y adyuvantes inmunológicos son sólo algunos ejemplos.
Los distintos hongos están, además, implicados en numerosas áreas de la investigación biológica y médica, incluidas las que buscan combatir distintas formas del cáncer y las dedicadas a la lucha contra algunas enfermedades mentales utilizando algunas setas conocidas por contener alucinógenos que podrían tener una función psiquátrica.
Las setas del pasadoLa momia natural conocida como Ötzi, un hombre que vivió hace unos 5.300 años y que fue conservado al morir en un glaciar entre lo que hoy son Suiza e Italia, llevaba consigo dos tipos de hongos. Uno que al secarse se utiliza como yesca para hacer fuego y que llevaba junto a carbón y pedernales, y otro que tiene propiedades antiparasitarias que se corresponden con una infestación que tenía este hombre de la edad de bronce. |