Homeopatía, la pseudociencia por excelencia: sin pruebas sobre su eficacia y seguridad es un negocio de miles de millones de euros al año. (Foto DP de Wikidudeman via Wikimedia Commons) |
O al menos eso nos dicen muchas cadenas de correo electrónico, las redes sociales y distintos medios de comunicación de fiabilidad no confirmada.
Estas afirmaciones suelen venir sustentadas en elementos que solemos identificar con la ciencia: palabras como “cuántica”, “energías”, “vibraciones”, “matrices” u “holístico”, supuestos “expertos” y variados argumentos.
Se disfrazan de ciencia, pero ni aplican sus métodos, ni sus precauciones, ni sus protocolos, ni son resultado del intenso trabajo supervisado por otros científicos que permite alcanzar conocimientos razonablemente certeros. Y, no pueden presentar las evidencias que le exigimos a la ciencia.
Estas pseudociencias, formas modernas de la superstición, pueden costarnos dinero y salud. Todos conocemos a alguien que, por creer en terapias no demostradas, ha perdido calidad y cantidad de vida, como el caso de Steve Jobs. Y es que, por imperfecta que sea la ciencia, es nuestra mejor apuesta para todo, desde hacer edificios hasta atender nuestra salud o hacer Internet. Conviene, entonces, ser escéptico.
Pero ¿cómo, sin ser científico, puede alguien separar el trigo de la paja? Aquí tenemos 7 preguntas para detectar, con razonable certeza, si estamos ante una pseudociencia.
1. ¿Cómo se obtuvo y difundió la afirmación? El trabajo científico requiere el concurso de muchas personas. Ya no es tiempo de genios solitarios que podían revolucionar el conocimiento desde su biblioteca. Hoy, multitudes de científicos trabajan en todos los temas del conocimiento. Si alguien afirma que ha obtenido un resultado independientemente y en vez de publicarlo en revistas científicas usa propaganda y boletines de prensa, si no puede dar cuenta de su metodología y mostrar sus datos, es razonable dudar. Y pasar al punto 2.
2. ¿Se ha verificado independientemente? En el trabajo científico, un solo estudio no es bastante. Puede marcar caminos, pero debe ser confirmado por otros investigadores, que repitan o mejoren los métodos de estudio y puedan verificar las conclusiones. Muchas afirmaciones apasionantes, como la de la “fusión fría” que prometía energía gratuita para el mundo, no pudieron ser confirmadas experimentalmente. Se determinó que los investigadores habían usado un método de medición incorrecto. Los científicos se molestaron y pasaron al mundo de la pseudociencia, donde prosperaron sin obtener jamás resultados. Se necesitan muchos estudios y confirmaciones, más si la afirmación es del tipo de las del siguiente punto.
3. ¿Implica rechazar algún principio científico bien establecido? A lo largo del tiempo no pocos principios científicos se han abandonado en favor de otros que describen de modo más preciso la realidad. Después de todo, las explicaciones científicas son modelos siempre sujetos a perfeccionarse. Pero no son creencias caprichosas. Si se pretende desafiar un principio que ha sido comprobado una y otra vez con éxito por muchos investigadores y por cualquiera en la vida cotidiana, y se ha utilizado en la práctica como tecnología (digamos, de Internet), la explicación alternativa debe ser muy sólida, debe cubrir todos los fenómenos anteriormente explicados así como los nuevos y debe ser igualmente demostrable. Es decir, no basta que alguien tenga “argumentos” contra la evolución, la esfericidad de la Tierra o la realtividad de Einstein... debe tener demostraciones y evidencias al menos tan firmes como las que hemos reunido sobre el tema para llegar al modelo que tenemos hoy.
4. ¿Se dice que hay persecución, represión o desprecio de “la ciencia oficial”? Si, como decíamos, la búsqueda del conocimiento es una labor abierta, lo es más en tiempos de Internet y del avión, donde miles de científicos se reúnen diariamente para mostrarse sus descubrimientos y animarse, es muy poco probable que un conocimiento quede oculto sin que nadie más lo descubra en mucho tiempo. Por eso hay verdaderas carreras por lograr ciertos conocimientos y patentarlos antes que la competencia. Los verdaderos perseguidos por difundir datos delicados generalmente corren peligro real, como Roberto Saviano por descubrir el funcionamiento de la camorra napolitana o Snowden por revelar secretos militares estadounidenses. Y la “ciencia oficial”, claro, no existe.
5. ¿Suena demasiado bueno? Si algo parece demasiado bueno para ser cierto, lo más probable es que lo sea. Las dietas milagro, las curaciones sencillas, la promesa de obtener grandes resultados con pocos esfuerzos, son formas del engaño en las que suelen caer los promotores de las pseudociencias. Vamos, si realmente los planos que venden en Internet dieran energía gratuita y le permitieran a alguien cancelar su contrato con la eléctrica de su localidad, seguramente no los vendería un don nadie desde su cochera. Y si alguien tuviera la cura del cáncer, se estaría haciendo enormemente (y legítimamente) multimillonario.
6. ¿Hay alguien ganando dinero detrás de la afirmación? Algunas afirmaciones pseudocientíficas son sólo producto de la ignorancia, el miedo o la desinformación, pero con frecuencia hay detrás empresas que se benefician de ellas, como los vendedores de “productos para contrarrestar la contaminación electromagnética” que promueven fundaciones, organizaciones y conferencias para aterrorizar a la gente con la idea, nunca sustentada en datos, de que las ondas de radio de la telefonía móvil o el wifi tienen efectos dañinos para la salud. Lo mismo se puede decir de las multinacionales de las terapias alternativas.
7. ¿Avanza? Una característica de la ciencia es que un conocimiento bien establecido y comprobado sirve como base para ulteriores investigaciones y descubrimientos. La descripción de las leyes del movimiento de Newton permitieron una enorme evolución hasta llegar a la teoría de la relatividad de Einstein. Las pseudociencias, como la astrología o la homeopatía, se mantienen iguales, basadas en dogmas antiguos y sin un solo avance detectable.
Algo más que un cuentoCarl Sagan decia, en su libro El mundo y sus demonios: “Si se entendiera ampliamente que las afirmaciones sobre el conocimiento exigen una evidencia adecuada antes de que se les pueda aceptar, no habría espacio para la pseudociencia. Pero en la cultura popular prevalece una especie de Ley de Gresham por la cual la mala ciencia aparta a la buena.” |