El creciente conocimiento
que tenemos de los dinosaurios nos obliga a replantearnos cuanto imaginamos
sobre los millones de años en que fueron la forma predominante de vida en la
Tierra.
Desde hace miles de años, el ser humano se ha encontrado
con huesos petrificados procedentes de seres gigantescos y misteriosos. En la
antigua China se les consideraba restos de dragones, e incluso acabaron siendo
parte de la farmacopea tradicional, los “huesos de dragón” que hasta la
actualidad forman parte de la medicina precientífica china. Hay evidencias de
hallazgos de fósiles de dinosaurios en hitos babilónicos, mosaicos romanos,
mortajas egipcias y sellos de gobierno.
Los mismos hallazgos en la Europa cristiana se atribuyeron
a seres que habían muerto a consecuencia del Diluvio Universal, pese a que
según la Biblia, todos los animales habían sido salvados, por parejas, en el
arca de Noé.
No fue sino hasta principios del siglo XIX cuando una
aproximación científica llevó a los inicios de una comprensión real sobre el
significado de estos huesos petrificados. William Buckland se ocupó de reunir
huesos de megalosaurios y fue el primero en describir un dinosaurio en términos
objetivos y científicos. Pero no sería sino hasta 1842 cuando el paleontólogo
inglés Richard Owen creó la palabra “dinosaurio”, que significa “lagarto
terrible”, para designar el parentesco entre los distintos animales cuyos
fósiles se habían estudiado hasta entonces.
Las primeras reconstrucciones de dinosaurios que se
pudieron ver mostraban una muy imprecisa concepción de los animales y de la
forma en que se articulaban sus esqueletos. Dinosaurios que después se demostró
que eran bípedos se presentaron extrañamente colocados a cuatro patas, o con
cuernos o protuberancias que no se justificaban. Era apenas el amanecer de la
paleontología, y hubo errores normales que hoy nos parecen absurdos.
Precisamente, la aparición del primer esqueleto de dinosaurio casi completo en
América, el de un hadrosaurio hallado en Nueva Jersey, dejó claro que algunos
de estos seres eran bípedos, sorpresa similar a las que, ya a fines del siglo
XX, ofrecieron los descubrimientos de dinosaurios con plumas y de sangre
caliente.
Una vez que los científicos supieron qué tipo de objetos
buscar, y en qué capas geológicas, se desató una historia incesante de nuevos
descubrimientos en todos los continentes, incluida la Antártida. Y así, se ha
ido armando, poco a poco, el puzzle de los dinosaurios.
Cuando hablamos de una forma de vida que se originó hace
230 millones de años y dominó la tierra hasta su desaparición hace 65 millones
de años, la diversidad de los dinosaurios es enorme. Cuando surgieron, no había
plantas con flores, lo que significa que aún no había evolucionado la mayoría de
los árboles y arbustos que existen en la actualidad. Los continentes estaban
unidos en una gran masa terrestre llamada Pangea, cuya zona central estaba
dominada por un vasto desierto.
A lo largo de sus 165 millones de años de existencia, los
dinosaurios cambiaron y evolucionaron junto con la vida vegetal, pero también
reaccionando a los poderosos cambios geológicos que los separaron, promoviendo
el surgimiento de nuevas especies que ocuparon prácticamente todos los nichos
ecológicos, como en gran medida lo hacen los “recién llegados” del planeta, los
mamíferos, la clase a la que nosotros pertenecemos.
Tan sólo en el último mes se pueden contabilizar varios
descubrimientos notables. El dinosaurio con plumas más antiguo fue encontrado en
China, se trata de un ser que vivió hace unos 144 millones de años y muestra
claras protoplumas derivadas de sus escamas, y al que se bautizó como Tianyulong confuciusi, y que
probablemente obligará a los estudiosos a replantearse cuándo aparecieron las
plumas entre los dinosaurios, originando la estirpe de las aves, que desde hace
apenas tres décadas se consideran parte de la clase de los dinosaurios. También
en estos días se ha hallado el más pequeño de todos los dinosaurios del
continente americano. El llamado Hesperonychus
elizabethae fue una delicada y ágil criatura bípeda de apenas unos 2 kilos
de peso y una altura de 50 centímetros que vivió hace 75 millones de años y cazaba
insectos, pequeños mamíferos y otras presas.
En el otro extremo, científicos noruegos y estadounidenses
informaron del hallazgo del llamado "Depredador X", aún sin nombre
científico, un ser oceánico de más de 15 metros de largo y 45 toneladas de peso
que campó por los mares hace 147 millones de años. El fósil de este enorme
depredador con cuatro aletas fue hallado bajo el permafrost en Svalbard, en el Ártico
al norte de Noruega. Y en febrero, en la Costa de los Dinosaurios de Asturias,
se recuperó la mayor huella o icnita
encontrada hasta ahora de un estegosaurio, animal que vivió hace unos 150 millones
de años.
Con los nuevos descubrimientos vienen siempre nuevas
teorías, que acotan, modifican, confirman o redefinen lo que se sabía hasta ese
momento, en el proceso de continuo desarrollo de la ciencia, que poco a poco va
desgranando conocimientos de las suposiciones y las evidencias encontradas.
Así, el colosal tamaño de algunos dinosaurios se explica
como una adaptación que evita que el animal se convierta en presa y pueda
defenderse mejor. Así, como en el caso de los elefantes o las ballenas actuales,
los grandes dinosaurios de la familia de los saurópodos no tenían enemigos
naturales. Esto se entiende viendo al mayor dinosaurio conocido, el
argentinosaurus, un gigante cuadrúpedo de hace 100 millones de años, con 35
metros de largo y un peso de 80 toneladas. Para igualar la masa de este miembro
de la familia de los saurópodos, con gran cuerpo, alargado cuello y diminuta
cabeza, se necesitarían unos 20 grandes elefantes africanos adultos machos.
En España, la búsqueda de dinosaurios está en plena efervescencia.
Desde el norte asturiano, donde los cambios de la línea costera continuamente
revelan restos importantes, hasta las huellas que se pueden hallar en La Rioja
y Soria, o el colosal yacimiento paleontológico
en Cuenca, descubierto durante las obras del AVE y que data del
cretácico superior, hace unos 80 millones de años, una época de la que existen
muy pocos restos en Europa. Así, la prehistoria de esa época será, en gran
medida, escrita por la paleontología española.
La extinciónLa más aceptada teoría sobre la extinción de los dinosaurios la atribuye a un “invierno por impacto” ocasionado por el choque de un meteorito de 10km de diámetro en la península de Yucatán, en México. Sin embargo, un grupo de científicos cree haber reunido evidencia geológica según la cual el meteorito de Chicxulub es mucho más antiguo de lo que se suponía, por lo que sería necesaria otra teoría nueva y más completa, probablemente la de un cambio climático natural y paulatino. |