La popularidad de Oliver Sacks no depende, sin embargo, únicamente de su capacidad como neurólogo, o del tipo de afecciones curiosas y desusadas que ha estudiado de modo especial, sino de su extraordinaria capacidad de convertir sus casos clínicos en historias profundamente humanas, contadas con gran calidez humana, multitud de detalles narrativos y un acercamiento profundo, agudo y empático al paciente, lo que da como resultado textos altamente informativos pero al mismo tiempo de lectura agradable y cercana.
Oliver Sacks nació en 1933 en Londres, en una familia de médicos y científicos, lo cual ciertamente marcó el camino de su vida y de la de sus hermanos, también médicos. Su primer amor fue, sin embargo, la química, como lo relata en su libro El tío Tungsteno: recuerdos de un químico precoz, que eventualmente se vería sustituida por la medicina y, en particular, la neurología. Se graduó como médico en el Queen’s College de la Universidad de Oxford e hizo residencias en los Estados Unidos para obtener su doctorado. Se mudó definitivamente a ese país en 1965, estableciendo su residencia de modo permanente en Nueva York.
En 1966, Sacks empezó a trabajar como consultor neurólogo en el hospital Beth Abraham, una institución de cuidado para pacientes con afecciones crónicas entre los cuales se encontraba un grupo de sobrevivientes de la extraña epidemia de encefalitis letárgica que recorrió el mundo en la década de 1917-1928 y desapareció tan misteriosamente como había aparecido dejando atrás millones de muertos y algunos sobrevivientes. Los pacientes estaban en una catatonia o sueño interminable. Sacks consiguió contactar con las personalidades encerradas en los pacientes, y al conocer los éxitos de la L-dopa en el tratamiento de la enfermedad de Parkinson, decidió experimentar con ella.
El dramático resultado fue, precisamente, el despertar de los pacientes. Con la L-dopa, Oliver Sacks logró darle otra oportunidad a estos pacientes después de 40 años confinados dentro de sus propias mentes. Sin embargo, como también ocurre en los casos de Parkinson, a la larga la L-dopa pierde eficacia, y al cabo de un tiempo los pacientes revirtieron a su estado catatónico.
Uno de los temas recurrentes de Oliver Sacks (en sus libros El hombre que confundió a su mujer con un sombrero y, diez años después, Un antropóloigo en marte) son afecciones neurológicas que nos permiten hacernos una idea de ciertas funciones del cerebro normal por causa de lesiones o disfunciones diversas. Así, el hombre que confundió a su mujer con un sombrero era un paciente que sufría de agnosia visual, la incapacidad del cerebro de usar correctamente estímulos visuales que recibe pero no puede interpretar. Los pacientes pueden ver un objeto y describirlo con precisión: su color, su forma, sus elementos componentes, etc., pero no lo reconoce. Cuando el personaje de ese caso intenta ponerse el sombrero para irse, rodea con sus manos la cabeza de su mujer y trata de ponérsela como si fuera un sombrero, porque para su percepción todas las cosas relacionadas con la cabeza son semánticamente iguales.
El universo de Oliver Sacks, el mundo visto desde la perspectiva de un neurólogo, es sin duda fascinante. Pacientes que no pueden formar memorias nuevas y viven en un presente permanente; otros que han perdido la propiocepción, el sentido de la posición de algunas partes del cuerpo respecto de otras; dos gemelos savants autistas como el protagonista de la película Rainman, que se comunican entre sí recitándose números primos; personas que sufren el síndrome de Tourette o la enfermedad de Parkinson; una sociedad donde todos los miembros padecen de modo congénico acromatopsia (cegera al color), en el atolón de Pingelap en la Micronesia, y cómo han desarrollado una cultura sin colores; un hombre que siente que su pierna no le pertenece y desea que se le ampute... todo un abanico de situaciones extremas para el cerebro y la percepción humana que, sin embargo, no le quitan ni un ápice de humanidad a quienes las padecen.
Sacks no sólo relata las historias de otros. Dado que todos sus casos clínicos lo implican directamente, existe una gran dosis de autobiografía en ellos. Así, además de las memorias de su infancia apasionado por la química, su libro, Con una sola pierna, está dedicado totalmente a la experiencia que sufrió Oliver Sacks al perder el control de una de sus piernas a resultas de una caída. Igualmente, en uno de los ensayos de El hombre que confundió a su mujer con un sombrero, habla de un alumno de medicina de 22 años de edad que después de una noche de fiesta con el consumo de al menos tres drogas distintas, despierta para encontrase que su sentido del olfato se ha intensificado tremendamente. Años después, confesaría que el personaje era él mismo.
Los personajes-pacientes de los libros de Oliver Sacks, multipremiado como escritor científico, divulgador y ensayista, no son sólo fenómenos que se exhiben como rarezas, son inevitablemente seres humanos, vistos como tales en todo caso y, de modo muy especial, el neurólogo se ocupa de analizar y explicar cómo los pacientes consiguen adaptarse a las más extrañas e incapacitantes afecciones neurológicas para seguir adelante con vidas felices y, en muchos casos, productivas.
El más reciente libro de Sacks, Musicofilia, es nuevamente un relato de afecciones peculiares, en este caso relacionadas con la música, retomando una fascinación que siempre ha caracterizado al autor sobre los efectos benéficos e incluso terapéuticos de la música. En él encontraremos a un cirujano que se obsesiona con Chopin después de ser alcanzado por un relámpago, a un psicoanalista que alucina con un rabino cantor y a un músico amnésico con una memoria de sólo unos pocos segundos, pero que sin embargo puede tocar en el piano largas fugas de Bach. Otra forma de ver nuestra relación con la música.
Una óperaAdemás de la adaptación al cine de su libro Despertares, esta obra también fue la inspiración para la obra teatral A kind of Alaska, del conocido dramaturgo Harold Pinter, y otros de sus trabajos se han adaptado al cine y la televisión. Pero nada más inesperado que el ensayo que da título a su libro El hombre que confundió a su mujer con un sombrero se convirtiera en una ópera de cámara para tenor, barítono y soprano, del compositor minimalista Michael Nyman, estrenada en Londres en 1986. |