Artículos sobre ciencia y tecnología de Mauricio-José Schwarz publicados originalmente en El Correo y otros diarios del Grupo Vocento

420 millones de años de dientes

Aunque hay grandes lagunas en nuestro conocimiento de los tiburones, hoy sabemos que muchos mitos a su alrededor no tienen base en la realidad… y que están en peligro.

Tiburón ballena en el acuario de Georgia
(Imagen de Wikimedia Commons)
Existe un monstruo marino mítico, una explosión de furia que ataca y devora cualquier cosa, llenando los océanos con ejércitos de atacantes de cerebros diminutos, casi autómatas; peces de gran tamaño y frialdad asesina que acechan a todo ser humano que se aventure a sondear las aguas marinas y que ha sido inmortalizado en libros, películas y leyendas multiplicadas por la imaginación popular.

Por otro lado están los tiburones, más de 400 especies del superorden que los biólogos llaman Selachimorpha y que incluye a ocho órdenes vivientes y cuatro ya extintos. Son peces de esqueleto formado de cartílago, sin huesos y cuyas especies van desde el diminuto Apristurus sibogae, de las costas de Indonesia que llega a los 21 centímetros de longitud, hasta el gigantesco tiburón ballena, el pez más grande del planeta, que puede llegar a medir más de 15 metros y pesar más de 30 toneladas, un tranquilo gigante que se alimenta de pequeños organismos, como las ballenas reales.

Los tiburones son animales, predominantemente carnívoros pero muy selectivos en cuanto a su dieta, con una capacidad de aprendizaje y adaptabilidad en algunos aspectos similares a los de los mamíferos y para los cuales el ser humano resulta un alimento poco apetitoso, con demasiados huesos y demasiada poca grasa.

Pese al temor generalizado, los ataques de tiburones a humanos no llegan al centenar cada año en todos los mares del mundo y las muertes que ocasionan son apenas unas 10. La estrategia de muchos tiburones, consiste en lanzar una rápido mordisco y retirarse a esperar a que la víctima se desangre. Esto le evita enfrentarse a los agudos y fuertes dientes de presas como las focas. El “mordisco para probar” puede darse a objetos como boyas y tablas de surf, y podría explicar que los tiburones habitualmente se retiren después de morder a un ser humano, considerándolo poco apetitoso.

Es el tiburón el que debería temer al ser humano, que lo sacrifica para obtener esa aleta dorsal que se considera aviso de peligro cuando corta la superficie del agua, y que se usa para hacer una sopa muy apreciada en la cocina china. También se le caza por un mito según el cual el cartílago de tiburón tendría capacidad de combatir el cáncer, creencia que no tiene ninguna base sólida.

Las cifras que se citan son muy diversas, la ONU calcula el sacrificio de 10 millones de tiburones anuales, pero algunos conservacionistas elevan la cifra a los 100 millones. Un estudio de 2006 del Imperial College London, basado en datos de los mercados, concluyó que la cifra más probable es de 38 millones de tiburones sacrificados sólo para cortarles la aleta y devolver el resto del animal, muerto o medio muerto, al mar.

Evolución de un mito

Los cientos de especies de tiburones que hoy pueblan los océanos y algunos ríos tuvieron su origen hace al menos 420 millones de años, lo cual sabemos gracias al hallazgo de escamas fosilizadas que los expertos coinciden en considerar como pertenecientes a ancestros de tiburones (aunque hay escamas de más de 450 millones de años sobre las que no hay acuerdo), y de dientes primitivos de tiburón hallados en depósitos de 400 millones de años de antigüedad.

Ambos aspectos, escamas y dientes, son notablemente distintivos de los tiburones. Los dientes no crecen dentro de sus mandíbulas, sino en las encías, y continuamente caen para verse sustituidos por otros que van avanzando desde el interior del hocico en filas sucesivas. Según algunos expertos, un tiburón actual puede perder unos 30.000 dientes a lo largo de toda su vida. Su característica forma triangular permite identificar especies, tendencias evolutivas e incluso aspectos tales como el tamaño y algunos hábitos del animal. Las escamas, por otro lado, son singulares por su pequeño tamaño en comparación con las de los peces de esqueleto óseo y su forma aerodinámica, que es en parte responsable de la velocidad de los tiburones, y que se ha utilizado como modelo para el diseño de trajes de natación y buceo.

Los grupos de tiburones modernos tienen su origen hace aproximadamente 100 millones de años, cuando ocurrió lo que los biólogos llaman una “radiación”, es decir, la aparicion de varios linajes a partir de un ancestro común, en este caso un ancestro aún no identificado.

Un momento culminante de la larga historia del tiburón ocurrió hace unos 20 millones de años, cuando apareció la especie llamada megalodon (gran diente), el mayor tiburón que ha existido. Sus grandes dientes fósiles, que pueden sobrepasar los 18 centímetros de longitud, y algunas vértebras fosilizadas, son todo lo que tenemos para intentar reconstruirlo. Distintas aproximaciones dan un pez de al menos 13 metros de largo (con dientes desproporcionadamente grandes, pero plausibles) y de quizá más de 20 metros. El megalodon desapareció de las aguas del planeta hace alrededor de un millón de años y, actualmente, sus dientes son un objeto de colección muy apreciado y motivo de un animado comercio mundial.

Queda mucho por saber sobre los tiburones, su historia evolutiva, su comportamiento, su presencia en los mares y el riesgo en el que realmente pueden estar algunas especies por su sobreexplotacion (en aras de una sopa de aleta de tiburón que, según los expertos en cocina, ni siquiera tiene un sabor distintivo ni intenso). Pero también su singular química nos va ofreciendo posibilidades interesantes.

En septiembre de 2011 se publicó un estudio que revelaba la aparente capacidad antiviral de una sustancia que se encuentra en el hígado de los tiburones, la escualamina. Michael Zasloff, que descubrió la molécula en 1993 y la ha estudiado desde entonces, ha encontrado varias aparentes propiedades antibióticas de esta sustancia que están siendo estudiadas, aunque algunos vendedores de productos milagros se han precipitado para ofrecerla como uno más de los “remedios para todo” que inundan el mercado de lo alternativo.

Si realmente se demostrara la utilidad y seguridad de la escualamina como antiviral para los seres humanos, eventualmente llegaría al arsenal médico con el que contamos. Las buenas noticias para los tiburones es que no será necesario pescarlos para obtener el medicamento: la escualamina se puede sintetizar con relativa facilidad a partir de semillas de soja

El sueño del tiburón

Los tiburones no tienen la vejiga natatoria con la que otros peces controlan su flotabilidad, y la mayoría no puede bombear el agua a través de sus branquias. Para no hundirse y para poder respirar, la mayoría de los tiburones están obligados a nadar constantemente, incluso cuando están dormidos, o al menos parecen estarlo.