Artículos sobre ciencia y tecnología de Mauricio-José Schwarz publicados originalmente en El Correo y otros diarios del Grupo Vocento

La imagen en movimiento

Una gran parte de nuestro entretenimiento e información vienen hoy en día en la forma de cine y vídeo. Dos medios que hace poco más de un siglo no eran más que el sueño de unos pocos.

William Henry Fitton, creador del
taumatropo y pionero del cine.
(Imagen CC vía Wikimedia Commons)
El cine nació en 1825. O al menos la primera ilusión óptica que hace que veamos movimiento a partir de imágenes fijas. Fue cuando el irlandés William Henry Fitton creó el "taumatropo" o rotoscopio, un disco con dos imágenes en sus dos caras que al ser girado con dos hilos en puntos opuestos de sus bordes dan la impresión de que ambas imágenes están juntas. El ejemplo clásico, que seguramente todos conocemos, tiene en un lado un pájaro y en el otro una jaula, y al girar el disco vemos al pájaro dentro de la jaula.

Es posible que los primeros intentos de representar el movimiento estén en algunas pinturas rupestres donde los animales parecen tener más patas de las normales, acaso la representación de su movimiento. Nunca lo sabremos. Sí sabemos quehay un vaso de cerámica de Irán que data de hace unos cinco mil años y que lleva cinco dibujos que, como fotogramas de una película, muestran momentos del salto de un antílope sobre unas plantas.

El camino hacia el cine siguió con una serie de inventos que mejoraban su capacidad de crear la ilusión al tiempo que adquirían nombres cada vez más enrevesados, como el fenakitoscopio del belga Joseph Plateau, de 1832, con dos discos que giraban sobre un mismo eje, uno con dibujos y el otro con ranuras. Al ver los dibujos en un espejo a través de las ranuras, parecían moverse. Dos años después nació el “daedalum” o “zoetropo” del matemático, William George Horner.

Es claro que, estando la fotografía en sus primeras etapas, los dibujos animados fueron los antecesores del cine, como los del “folioscopio” (esos libritos cuyas hojas llevan cada una un dibujo y al pasarse a gran velocidad se animan) del francés Pierre-Hubert Desvignes en 1860 y que podía incluir muchos más dibujos que los menos de veinte del zoetropo. El folioscopio fue usado por fotógrafos para animar por primera vez secuencias fotográficas a falta de proyectores.

En 1877, el profesor de ciencias francés Charles Émile Reynaud creó el mejor aparato de este tipo con su debido nombre de trabalenguas: el praxinoscopio, que mejoraba al zoetropo y le ganó a su inventor una Mención Honorífica en la Exposición de París de 1878. Un año después, le añadió un proyector de diapositivas, heredero de las linternas mágicas del siglo XVII.

Estas y otras ideas se unieron en el kinetoscopio, desarrollado en el laboratorio de Tomas Alva Edison, quien creó un proyector de imágenes fotográficas sucesivas. Pero era un aparato para una sola persona, que ponía una moneda en él y veía, inclinada en un visor, una cinta de un par de minutos.

Fueron los hermanos Auguste y Louis Lumière (y probablemente Léon Bouly) quienes crearon ina forma de registrar, proyectar e imprimir película fotográfica en secuencia sobre una pantalla para varias personas. Fue el “cinematógrafo” cuya primera proyección se hizo el 28 de septiembre de 1895.

Desde entonces, todo han sido mejoras, añadidos, avances tecnológicos y reelaboraciones sobre el concepto de los hermanos Lumière, su cámara, su proyector y su pantalla, que consiguieron crear una ilusión convincente para nuestro sistema nervioso.

Porque el cine, finalmente, no es otra cosa que una forma de magia, una ilusión, un engaño eficaz para los dispositivos de percepción y procesamiento de la imagen de los que disponemos, como el de un prestidigitador al hacernos creer que ha hecho desaparecer o aparecer algo por arte de magia.

A principios del siglo XX el cine ya estaba bien encaminado. Charles Chaplin había tenido la brillante idea de mover la cámara para cambiar de punto de vista. Georges Méliès había inventado los efectos especiales y el cine a color (vale, pintando a mano cada fotograma, la tecnología mejoraría el asunto en poco tiempo). El poco conocido Orlando Kellum había dado los pasos clave para añadirle sonido al cine y en 1914 Winsor McCay inventó los dibujos animados en el cine con su corto (que aún sobrevive) “Gertie, la dinosaurio amaestrada”.

El desafío que quedaba a la ciencia y la tecnología era lograr con la imagen en movimiento lo que habían conseguido Nikla Tesla y Guiglielmo Marconi con el sonido y la radio: transmitirlo remotamente en “tiempo real”. Ver lo que ocurría desde lejos o tele-visión.

El primer sistema de televisión factible desarrollado a partir del trabajo de Marconi en la radio fue el del estudiante de ingeniería alemán Paul Nipkow, que en 1884 patentó una televisión "mecánica" que capturaba imágenes explorándolas mediante un disco giratorio con 18 orificios en espiral, aunque no se sabe si alguna vez llevó su diseño a la práctica.

Lo que sí se sabe es que la palabra “televisión” fue acuñada por el ruso Constantin Perskyi en un discurso durante la Exposición Universal de París de 1900. Pero la primera demostración de un sistema real tuvo que esperar hasta 1926, cuando el ingeniero escocés John Logie Baird la ofreció en 1926 en Londres con otro sistema mecánico de captura de imágenes.

La televisión no se volvió viable sino hasta que se desarrollaron procedimientos electrónicos para la captura y reproducción de imágenes, ya que el sistema mecánico era de bajísima resolución y sólo podía transmitir imágenes de tamaño pequeño. El logro definitivo correspondió al estadounidense Philo T. Farnsworth, que había aprendido electricidad con un curso por correspondencia, y que el 7 de septiembre de 1927 llevó a cabo la primera emisión de televisión electrónica en San Francisco, California. El primer televisor se vendería apenas un año después en los Estados Unidos y en 1929 el invento se lanzaba en Inglaterra y Alemania.

Era televisión en blanco y negro, poco nítida y con pocas líneas de resolución, 60, una minucia comparadas con las 520 de la televisión común o las 1.125 de la televisión de alta definición. Pero, como ocurrió con el cine, las bases estaban puestas y todo era cosa de desarrollarlas y construir sobre ellas convirtiendo un logro de la ciencia y la tecnología, al mismo tiempo, en un negocio, una industria y, muchas veces, una forma de arte.

¿Por qué vemos como vemos?

Desde principios del siglo XIX se creyó que existía una "persistencia de la visión" mediante la cual la imagen de un objeto en la retina permanecía aún después de haber desaparecido su causa, y que tal fenómeno explicaba por qué percibíamos la ilusión del movimiento con imágenes fijas. La neurociencia actual ha desechado el concepto y diversas disciplinas buscan, primero, entender cómo vemos e interpretamos el movimiento. El misterio persiste y aún no sabemos por qué nos engañan el cine y la televisión... aunque los críticos de cine sigan hablando de la “persistencia de la visión”.