Artículos sobre ciencia y tecnología de Mauricio-José Schwarz publicados originalmente en El Correo y otros diarios del Grupo Vocento

El juego del gato

La que hoy es la mascota más popular del mundo fue considerada maligna y diabólica durante cientos de años.

El gato salvaje africano, Felis silvestris lybica, ancestro
del gato común.
(Foto CC de Rute Martins (www.leoa.co.za),
vía Wikimedia Commons)
Si una proverbial civilización extraterrestre tuviera acceso a Internet, bien podría concluir que los gatos juegan un papel absolutamente esencial en la sociedad humana viendo el número de imágenes de gatos que pueblan de modo desbordante la red mundial.

Sin llegar a tanto, lo cierto es que el gato, junto con el perro, han formado con los seres humanos una relación entre especies que no tiene paralelo en el mundo vivo. A partir de una relación mutuamente beneficiosa en términos de alimentos, protección y seguridad, se desarrolló otra que satisface necesidades más subjetivas, emocionales, de compañía y amistad.

Si el perro comenzó su relación con el hombre, hasta donde sabemos, rondando a los grupos de cazadores para aprovecharse de sus sobrantes alimenticios y después integrándose a las partidas de caza, el gato entró en escena mucho tiempo después, probablemente atraído por otro animal que se adaptó al ser humano: el ratón.

Según el arqueólogo J.A. Baldwin, el proceso de domesticación del gato se produjo a raíz del desarrollo de la agricultura por parte de los seres humanos. Cuando aún no había formas de conservar frutas y verduras, los cereales se añadieron a la dieta humana y se domesticaron por lo relativamente sencillo que es secarlos y almacenarlos en grandes cantidades sin que pierdan sus propiedades alimenticias o se pudran como otros productos agrícolas. Pero un granero era una tentación para los ratones, una fuente de alimento para los duros meses de invierno y una protección de sus depredadores habituales. La abundancia de grano trajo la abundancia de ratones, como lo demuestran, según los estudios, las grandes cantidades de esqueletos de ratones encontrados en los sótanos de las viviendas del neolítico en el Oriente medio. Y eso era a su vez una invitación a sus depredadores, para los cuales un granero era en realidad un almacén de ratones, un coto de caza. Y los principales eran unos gatos salvajes.

Un estudio genético de 979 gatos domésticos, publicado en la revista Science en 2007, concluyó que la domesticación del gato coincidió efectivamente con la aparición de las primeros poblados agrícolas en el creciente fértil de oriente medio. Y determinó que todos los gatos domésticos de hoy, (cuyo nombre científico es Felis sylvestris catus) proceden del gato salvaje de Oriente Medio o gato salvaje africano, Felis sylvestris lybica, aunque en distintos momentos ha habido cruzas con las otras cuatro subespecies de gatos silvestres: el europeo, el de Asia central, el de Sudáfrica y el del desierto de China.

La primera evidencia de la domesticación data de unos 10.000 años, en un enterramiento humano neolítico de Chipre estaba acompañado de un gato y de una escultura que mezclaba rasgos gatunos y humanos.

Uno de los científicos del estudio genético, Carlos Driscoll, sugirió que los gatos de hecho se domesticaron a sí mismos. Entraron por su cuenta en la vida humana y, al paso del tiempo, los seres humanos fueron alimentándolos y favoreciendo rasgos más dóciles y más amables, como ocurrió con el perro. Esto habría implicado prolongar la duración de algunos rasgos y comportamientos infantiles, lo que los biólogos evolutivos conocen como “neotenia”, proceso responsable de que perros y gatos adultos aún gusten de jugar. Implicó también la reducción del tamaño del animal, de sus secreciones hormonales y de su cerebro, haciéndolo más tolerante a la convivencia con humanos.

Un proceso difícil porque el lobo al que convertimos en perro ya era un animal gregario, acostumbrado a la estructura de la manada y la vida ordenada de una sociedad, pero el gato silvestre era (y es) un depredador solitario, como la mayoría de sus parientes de mayor tamaño.

La primera época de gran popularidad de los gatos se vivió en el Antiguo Egipto a partir del año 2000 antes de nuestra era, cuando empezaron a aparecer en el arte y en enterramientos. Se les consideraba valiosos por el control de distintas plagas y se les consideraba parte de la familia. En el panteón de dioses con cabezas animales de la religión egipcia, Bastet, diosa de los gatos, del calor del sol y, según algunos, del amor, tenía cabeza de león cuando estaba en guerra o de gato en sus advocaciones más amables, estableciendo la relación de los felinos con la sensualidad.

Hacia el año 900, la ciudad dedicada a la diosa, que hoy es la ciudad de Zagazig, se convirtió en capital de Egipto y por tanto la adoración de los egipcios por la diosa Bastet creció enormemente. Locales y peregrinos visitaban el gran templo de Bastet, donde merodeaban numerosos gatos, considerados reencarnaciones o ayudantes de la diosa, y le presentaban como ofrenda gatos momificados. En él se han encontrado más de 300.000 de estas momias y se calcula que debe haber millones más, resultado de cientos de años de adoración a la diosa. Para abastecer a los peregrinos, se establecieron los primeros criaderos de gatos, que además los sacrificaban y momificaban para su venta a los fieles.

En los siglos siguientes, el gato se fue extendiendo por el mundo como mascota, apreciado por su utilidad o por su belleza. Pero a partir del siglo XI empezó a identificarse con la maldad, con el diablo y con las brujas que dominaron el imaginario tardomedieval. Diversos herejes (entre ellos los templarios) fueron acusados de adorar al diablo, que se aparecía como un gran gato negro. En 1232, el papa Gregorio IX emitió una bula que describía el uso de gatos en rituales satánicos, lo cual azuzó el rechazo popular a los gatos, y alentó la práctica de cazar y matar gatos, especialmente mediante el fuego, que se mantuvo durante 500 años.

Pero, después de siglos de tristezas y mala publicidad, a partir del siglo XVIII los gatos volvieron a ser considerados compañeros útiles y apreciados, apareciendo primero como mascotas en París. De allí en adelante, la explosión demográfica de los gatos se ha desarrollado sin cesar hasta convertirlos en las mascotas más populares del mundo. Hoy existen más de 50 razas de gatos y se calcula que existen más de 200 millones de gatos que la gente mantiene como mascotas en todo el mundo, y un número indeterminado de gatos asilvestrados.

Y, dicen algunos, parece que casi todos ellos aparecen en alguna foto o vídeo en Internet.

Los gatos y la peste negra

Algunos estudiosos especulan que la práctica del sacrificio de gatos por sus rasgos diabólicos fue un factor responsable, al menos en parte, de la gran epidemia de peste negra de 1348-1350. De haber habido más gatos, no habrían proliferado tanto las ratas que diseminaron a las pulgas que transmitían la peste, y que fue responsable de entre 75 y 200 millones de muertes en Europa.